Al
pequeño de mis hijos, de seis años de edad, le encanta al igual que a todos los
niños participar en diferentes juegos, sean el futbol, los pitos o los cromos y
un montón más, y es que el juego es inherente al ser humano. Y el ganar o
forzar la fortuna en su favor siempre ha acompañado al hombre desde el
principio de los tiempos. Lo mismo le ocurre a mi pequeño, que tiene muy mal
perder y una de dos o le “ayudas” a ganar o tienes que permitirle pequeñas
trampillas para satisfacer su ego, si no quieres verle enfurruñado o molesto.
Solo que esto hay que ir corrigiéndolo paulatinamente para que no se convierta
en un problema crónico y termine originando problemas mayores. Y es que como
decía antes el afán más o menos desmedido de hacer trampas nos ha acompañado
desde siempre. Así vemos como de la antigua Roma han aparecido dados “cargados”,
propios de los modernos tahúres. Aclararé que el término tahúr equivale a
jugador vicioso o jugador fullero o tramposo. Y si nos remontamos más atrás, la
arqueología nos ha mostrado la existencia de tabas, utilizadas a modo de dados,
manipuladas para mejor hacer trampas. En obras literarias picarescas como
“Rinconete y Cortadillo” (siglo XVI) de Miguel de Cervantes ya aparecen figuras
como la del tramposo profesional. Prácticamente se puede decir que casi todas
las personas hemos hecho algún tipo de trampa a lo largo de nuestra vida. Unas
veces, las más, ha podido ser en el transcurso de una partida familiar sin
trascendencia alguna, y otras, las menos, por
motivaciones económicas o no, pues no siempre las motivaciones son de
este tipo, aunque la mayor parte de las veces sí son de carácter económico.
Cuando la trampa se convierte en un medio de vida normalizado aparece el tahúr.
Que antiguamente se decía tafur que significa “engañador”y parece provenir del
árabe “dajul”. Actualmente hay tahúres profesionales que a pesar de que su
actuación está totalmente opuesta a los valores éticos y morales de nuestra
sociedad gozan lamentablemente de cierto reconocimiento público pues su
actuación entraña, sangre fría, bastante dificultad, mucha habilidad y en
algunos casos inteligencia privilegiada. Como digo, estas características
“adornan” al verdadero tahúr, diferenciándolo del burdo aficionadillo tramposo
como nos refleja el libro ”El juego del monte y sus treinta trampas o secretos”
de finales del siglo XIX y cuyo autor Florentino Andueza nos narra los diversos tipos de tahúr
existentes. Tales como: “el gancho”, “el vistero”, “el mamón”, “el levantamuertos”,
“el mecánico”, “el diplomático”, “el itemers” y “el manipulador”. Todos ellos
integran una escala de tahúres de menor a mayor relevancia en su estatus
corporativo. Así “el gancho” es un tahúr de baja categoría puesto al servicio
del tahúr profesional para originar embrollos y dar pretextos a éste para
desmantelar la partida en caso de riesgo.”Los visteros” son especialistas en
distinguir las marcas o dobleces hechas en la baraja. “El levantamuertos”
coloca apuestas o cartas ganadoras con gran habilidad una vez finalizada la jugada. “El itemers” es
un tahúr cómplice de otro que se va paseando y viendo las jugadas de todos y
transmitiéndolas a su colega principal mediante señales. El más famoso fue
James Ashby que desarrolló su actividad en los barcos-casino del Mississippi y
consistía en disfrazado de viejo
violinista, transmitir a su socio mediante notas o melodías el valor de las
diferentes cartas en juego. “El diplomático” es un Tahúr dotado de un
prodigioso don de palabra y diplomacia, con un encanto arrollador, generoso y
simpático en su trato que suele utilizar para el engaño, y así convencer a los
dueños de los casinos que permitan la utilización de los dados cargados o las cartas marcadas. Finalmente la escala
más alta la ostenta el “Manipulador” cuya habilidad manual es sorprendente y
tiene un profundo conocimiento de todas las técnicas tahúres así como de las
reglas del azar y la psicología humana. Suele ser una persona culta y poco dada
a la presunción. De trato muy agradable aunque muy reservado es poco dado a
comentar sobre su profesión y conocimientos. Actualmente este tipo de tahúr
podemos encontrarlo en nuestras diferentes escalas sociales, desde las más
bajas a las más altas, y que nadie sospecharía de su condición. Hay que tener
en cuenta que no sólo es el afán de lucro el que les motiva sino en bastantes
casos es también la notoriedad y el éxito de su supremacía el que les envanece.
Su suerte suelen fiarla a sus conocimientos y a la oportunidad del momento. Son
auténticos truhanes con apariencia bondadosa.
Nuestra
sociedad ha evolucionado en la percepción del tahúr, desde ser considerado en
la antigüedad como un colega de Satanás hasta la imagen despreocupada de los
libros de picaresca españoles del siglo XVI. En el siglo XVIII esta profesión
era más o menos aceptada como así lo atestigua anuncios de prensa de la época
solicitando aprendices. El máximo esplendor de la profesión es principios
del siglo XIX (1811) con la aparición del primer barco –casino en el Río
Mississippi. Estos barcos a vapor de los que en poco tiempo llegó a haber más
de 500 surcando sus aguas fueron testigos de la pérdida de grandes fortunas de
acaudalados viajeros a manos de desaprensivos tahúres que en caso de ser
descubiertos eran tirados por la borda en unos casos, o emplumados con brea para escarnio de todos
en otros.
Llegados hasta aquí habrá que resaltar que en los
tiempos actuales, como fácilmente habrá ya intuido el avezado lector, seguimos
aquí en Áncash acompañados por gran
cantidad de tahúres, desde sencillos “ganchos”, continuando con
“levantamuertos”, pasando por “diplomáticos“ y llegando a auténticos
“manipuladores”. Solo que aquellos casinos y barcos de vapor han sido
sustituidos por Gobiernos Regionales, Ayuntamientos, Juzgados, Fiscalías,
Registros de la Propiedad, Bufetes de abogados, y Grandes empresas,
principalmente constructoras, donde se “juega” con el dinero ajeno sin parar. Sin
duda, ni son todas las que están ni están todas las que son pero haberlas las
hay y son muchas, demasiadas las entidades involucradas. Los naipes marcados y
dados cargados han sido sustituidos por denuncias archivadas, cegueras pasajeras, y diezmos a diestro y siniestro.
Y la Banca ha sido sustituida por el Canon minero. Y en lo que se refiere a los
tahúres, cuyos nombres están en la
memoria reciente de todos, algunos pocos están ya en Piedras Gordas y otros
muchos, todavía impunes, haciendo larga cola para ocupar allí su puesto bien
ganado. Y pueden ir dando las gracias de ser juzgados en un estado democrático
de derecho donde a pesar de la existencia de alguna que otra ley anacrónica, ni
serán emplumados y paseados por el pueblo para su escarnio como se merecen, ni
arrojados desde el cerro más alto de Ancash como se hacía antiguamente. Así que
mucho cuidadín con las trampitas que les permitimos a nuestros hijos que
después ocurre lo que ocurre, ¿verdad Waldito, Rodolfito,y demás colegas?.
Moraleja:”A
quien te engañó una vez, jamás le has de creer”(Anónimo)
Así
sea
EL
VIGÍA.
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