Estos días se está viviendo en Cataluña
y el resto de España una auténtica fractura social. Veamos unos breves datos
sobre la Cataluña actual: Es una Comunidad Autónoma española que tiene su
propio Estatut de Autonomía, con una identidad colectiva, lingüística y
cultural diferenciada del resto de España por lo que es considerada oficialmente
como una nacionalidad histórica. Sus idiomas son el Catalán, el Español y el
Aranés. Tiene 7,500,000 habitantes en un territorio de 32,106 Km2 ( algo menor
que Ancash), repartidos en 4 provincias: Barcelona, que es la capital de la
Autonomía , Tarragona, Lérida y Gerona. Estas dos últimas tienen una importante
y desarrollada agricultura y ganadería. En total tiene 948 municipios de los
cuales más de 60 superan los 20,000 habitantes. Barcelona y sus alrededores, al
igual que Tarragona están altamente industrializadas y su economía es la más
importante de todas las comunidades autónomas, generando un 19% del PBI
español. Desde finales del siglo XIX ha sido una receptora y acogedora de mano
de obra de toda la geografía nacional e internacional, como pueden atestiguar
numerosos peruanos allí instalados. Está lindando con Andorra y Francia.
Pasemos a la situación actual. El Gobern de Cataluña
haciendo uso de sus atribuciones autonómicas convocó hace bastantes meses un
Referendum a celebrar el 1º de Octubre
en todo el territorio de la Autonomía de Cataluña para consultar a la
población catalana sobre su permanencia o no en el Reino de España. Propuesta que
fue rechazada por el Gobierno de Madrid. Los preparativos, como digo, fueron
desarrollándose durante estos últimos meses, con urnas, papeletas, listas y colegios
electorales etc, etc. hasta que unos diez días antes de su celebración, los
efectivos de la Policía Nacional irrumpieron en instalaciones del Gobern
deteniendo a diez altas autoridades catalanas y requisando las urnas, miles de
papeletas y listas electorales que se hallaban en el lugar, al considerarse ilegal
dicho Referendum. La reacción de miles de barceloneses de forma espontánea fue
cercar pacífica y masivamente las instalaciones en las que se encontraba la
policía, impidiendo materialmente con sus cuerpos la salida de los numerosos
efectivos que allí tuvieron que pernoctar hasta el día siguiente, al quedar
totalmente cercados e impedirse como digo su salida. El Gobern mediante su
propia policía autonómica, los Mossos, ofrecieron como alternativa evacuarlos
con helicópteros, a lo que se negaron aduciendo que querían salir por donde
entraron. A partir de ese momento el Gobierno de Mariano Rajoy mandó a Cataluña
miles de policías que ocuparon la Comunidad para restablecer el orden que nunca
se había desordenado. Ante tal ocupación, detenciones, posterior declaración
del Tribunal Constitucional considerando ilegal la consulta, y las continuas
advertencias a modo de amenazas de lo que ocurriría si se celebrase el
Referéndum, se llegó al día señalado 1º de Octubre en el que los colegios
electorales que habían sido ocupados la noche anterior por familias enteras que
se encerraron en el interior para impedir la entrada y requisa de la Policía,
abrieron sus puertas a los votantes. A partir de ese momento los desmanes,
atropellos, abusos, golpes, salvajismo y masacre desplegada por la Policía
Nacional para subvertir el desorden nunca producido resultó más que
escandaloso, aterrador. Miles de personas fueron vapuleadas, masacradas y
ultrajadas como si de auténticos y peligrosos delincuentes de la más baja
estofa se tratara. Más de 800 personas,
entre mujeres, hombres y ancianos, resultaron heridas y atendidas en diversos
centros hospitalarios. Los observadores internacionales fueron testigos, no
mudos por cierto, de la desproporción y brutalidad de la fuerza empleada contra
indefensos e insumisos civiles. En pocas palabras: una auténtica salvajada. Y
todo ello en nombre de la legalidad y del orden establecido. Ni una ni otro
justifican en ningún caso, y menos en este, las barbaries y atropellos sufridos
por pacíficos ciudadanos y cometidas por quienes son ante todo servidores
públicos.
El resultado del Referendum desarrollado en las circunstancias
señaladas arrojó unas cifras que ni los mismos independentistas soñaron nunca.
Un 98,2% a favor del SI a la Independencia y un 7,83% con el No a la
separación, de un total de algo más de dos millones de votantes. Dado que el
censo electoral es de cinco millones, los votos emitidos no superan el 43% del
total de posibles sufragantes. Es indudable que ante la situación planteada, el
Referendum no reúne las condiciones internacionales mínimas para su
homologación, como así lo han considerado los analistas internacionales destacados
en Cataluña, que han quedado escandalizados por la dureza de lo visto. Es
importante señalar que cuando en el 2011 Mariano Rajoy Brey del Partido Popular
(derecha conservadora) asumió el Gobierno de España el independentismo catalán
oscilaba entre un 10 y un 11% de los catalanes siendo actualmente más del 40%.
Y resulta previsible que en una próxima votación se incremente sensiblemente el
número de independentistas por los argumentos, legitimidad y credibilidad que
les proporciona ese señor, ese Gobierno y el partido que lo sustenta. En la
mayor parte de los casos se sabe cómo empieza un conflicto pero no cómo
termina. Cuando una de las partes utiliza la violencia física en nombre de la
legalidad, y la otra en inferioridad de condiciones acude a la legitimidad
moral, resulta necesario con carácter de urgencia el diálogo con voluntad de
escuchar y la posterior negociación con amplitud de miras. Todo ello con el
objeto de conseguir cuanto antes la distensión. Exactamente igual que un médico
o un maestro, el político, con más motivo tiene que saber escuchar, preguntar,
observar y dialogar para poder entender lo que está ocurriendo y a partir de
ahí negociar. O sea, hace falta voluntad política. Las dos partes del conflicto
deben moderar su actuación. A unos, los que haciendo uso de la legalidad acuden
a la fuerza en forma de violencia pretendiendo someter a
quienes amparándose en su legitimidad disienten y desobedecen, hay que
llamarles al orden, y exigirles responsabilidad, madurez, solidaridad y finalmente
el diálogo. Y a estos últimos, los insumisos, lo mismo. Tienen que entender que
las declaraciones unilaterales de independencia, sin el respaldo de un
referéndum con caracteres de reconocimiento internacional no pueden ser ni aceptadas,
ni homologadas. También cierto es, que hay demasiada sangre acumulada en el ojo
de Cataluña.
Moraleja:” Dos no se pelean si uno no quiere”.
Así sea. El VIGÍA
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