lunes, 7 de julio de 2014

ARTÍCULO: ÉTICA Y OTRAS COSAS.



Desde hace unas semanas venimos asistiendo al anuncio de la postulación a la Municipalidad Provincial del Santa sin renunciar  al Decanato del Colegio de Abogados del Santa de quién lo es actualmente, el señor Richard Villavicencio Saldaña. Para que el lector de a pie entienda mejor lo que ocurre, propongo explicar una serie  de terminología básica al alcance de cualquiera. Así vemos que en la sociedad actual se utilizan frecuentemente los términos Ética y Deontología, sobre todo al referirnos a las profesiones. Ambos conceptos tienden a confundirse pues forman parte como componentes inseparables en la actuación del profesional. Se suele oír que Fulano o Sotano tienen o carecen de Ética profesional o ejercen o no una buena Deontología profesional. Así pues es importante deslindar una de otra pues aunque repito suelen ir unidas no siempre es así y además resulta fundamental establecer que es una cosa y que es otra.
El término Ética hace referencia directamente a la conciencia personal mientras la deontología lo hace hacia la actuación circunscrita a una colectividad. La Ética profesional es la que rige el comportamiento del profesional en su actividad laboral diaria. Y los Principios que rigen las profesiones se obtienen de forma similar a los de la Ética general, cuáles son el diálogo, tanto inductivo como deductivo.
Atención a esto: al actuar, el profesional se juega no solo ser considerado como un buen o mal profesional sino también como un ser ético o no. Hablemos claro: uno puede tener éxito profesional y al mismo tiempo ser denostado por la sociedad. Es frecuente oir “Es muy bueno aunque bastante golfo”
La diferencia fundamental entre Ética y Deontología viene dada porque la primera se basa en Principios o Valores y la segunda en Normas y Deberes.
Los Principios, de los que aprovecho la ocasión para decirlo, andamos escasos, son mucho más genéricos y nos enseñan los valores del actuar y el vivir. En términos generales los Principios nos revelan un valor o una meta valiosa a conseguir y las Normas hacen referencia a situaciones más o menos concretas o más o menos genéricas. Desde el punto de vista profesional, los Principios o Valores fundamentales de la Ética son: el de Beneficencia que consiste en comprobar si se logra y de qué manera el bien y los servicios propuestos. El Principio de Autonomía consiste en tratar a las personas como tales, respetando su dignidad y sus derechos. El tercer gran Principio es el de Justicia que consiste en administrar ésta con criterios similares ante las múltiples demandas existentes. Y finalmente el Principio de no Maleficencia por el que habrá que evitar hacer daño y no perjudicar al sujeto que es motivo de la actuación profesional. Atención a este último. Cuando hacemos referencia a una profesión determinada podemos decir que tiene una Ética y una Deontología determinada. La primera, la Ética se centrará en determinar el bien profesional a conseguir y aportarlo a la sociedad, y la Deontología se ocupará de definir las obligaciones concretas de cada profesión.
Cabe hablar de otro término, que es la Conciencia Profesional que en pocas palabras consiste en el comportamiento socialmente responsable de una persona en un cargo o profesión. Así diremos que tiene conciencia profesional o no la tiene.
Y ahora volvamos al caso del Sr. Decano. Desde el punto de vista Deontológico no hay nada que le pueda impedir su postulación política, pues no hay Norma alguna que lo impida y está en su perfecto derecho. Y en lo que se refiere, según mi opinión al aspecto Ético, cabe decir que su postulación por un partido o agrupación política determinada no cabe considerarla como la de un simple abogado o profesional, que entonces si  sería aceptable, sino como la de un representante de una institución pues el puesto que ocupa es inseparable de su persona, como es el Colegio de Decanos, puesto conseguido con el refrendo de sus selectores. Por lo tanto, es al menos éticamente reprobable, en el caso de no contar con la aquiescencia de los colegiados que le auparon al Decanato, sus electores.   
Y en lo que se refiere a la Conciencia Profesional no debe ser la de un simple abogado individual, sino la de un Decano perteneciente a un colectivo, y no parece cumplir en este caso con algunos de los niveles mínimos exigibles pues si bien su aptitud (con p) profesional como abogado puede ser excelente su actitud (con c) profesional como Decano del colegio no parece ser la misma en este caso. Y digo esto por la sencilla razón de que con su actitud reiterada, la madurez y equilibrio necesario en el puesto ocupado de Decanato, aparentemente no la muestra. Más bien produce la insana sensación de aprovechamiento u oportunismo del puesto ocupado. De él depende cambiarla.
Si finalmente el señor Decano consigue deslindar y diferenciar sus afanes políticos partidarios por una parte, de los propios del Colegio Profesional  por otra, bienvenido sea. Si por el contrario no es así y persiste en tratar de compatibilizar ambas funciones sus colegas de colegio se lo demanden.

Finalmente, y al margen de todo lo anterior, cabe decir que resulta bastante triste tener a personas en cargos dirigentes a los que la presión popular o profesional tienen que hacer retroceder en sus desaforadas ansias de poder o figurar.
Las experiencias recientes tienen que hacernos reflexionar y elegir con sumo cuidado a los representantes sociales pues aquí hay mucho lobo que viste piel de cordero y puede confundirnos, penetrando en el rebaño y causando los destrozos que nadie bien nacido quiere.
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Moraleja: “Tirarse desde el trampolín requiere confirmar previamente que la piscina está llena de agua, si no el golpe puede ser tremendo”
Así sea.
EL VIGÍA.


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