Que
los políticos como actores sociales, en general están muy degradados no cabe ninguna duda.
¡Todos son iguales¡, ¡Su afán es medrar¡, ¡ Son unos corruptos!. Estos y otros
muchos epítetos son los que se cuelgan a la clase política, confirmando la
aseveración inicial de la degradación existente. Pero aquí sería conveniente
establecer la diferencia entre lo que significa cada uno de los componentes del
hecho político. Por una parte esos políticos antes aludidos, por otra lo que es
realmente la política y finalmente los electores que somos quienes valoramos
tanto a ésta como concepto como a aquéllos como candidatos a representarnos. Y
todo ello independientemente del partido político con el que uno simpatice. Empecemos
el análisis.
El
término política se aplica desde la antigüedad como una rama de la moral cuya actividad
trata del gobierno y organización de las sociedades humanas, especialmente de
los estados, promoviendo la participación ciudadana, con el fin de obtener el
bien común. Como tal, o sea desde un sentido amplio del concepto, la política, nace
con el hombre, y se hace política prácticamente en todos los actos cotidianos.
Se hace política en la asociación de Padres del Colegio, en el Sindicato, en la
Iglesia a la que uno pertenece, en la Agrupación en la que se está inscrito, en
la ONG en la que colabora, en el Club al que pertenece, etc, etc. En fin, desde
el momento en que se participa socialmente y todos, absolutamente todos, en
mayor o menor grado lo hacemos, realizamos actos políticos. Así pues, todos los
ciudadanos debemos ser políticos aunque no militemos en ninguna organización
política. Cuando mostramos nuestra solidaridad, nuestra protesta o emitimos
nuestro voto, estamos haciendo política. Se puede concluir categóricamente que
la política como tal acto moral, siempre es correcta, y que los auténticos
políticos siempre son correctos. A diferencia de los que no son auténticos
políticos, sino malos políticos. Y se es mal político cuando se antepone el
interés o beneficio personal al general o comunitario. A estos últimos se les denomina politiqueros
según la Real Academia de la Lengua y cuando éstos delinquen se les llama
politicastros. Concluido lo cual, podemos afirmar rotundamente que la política
es positiva para el hombre y que el problema está en el exceso de politiqueros
que nos acompañan y sobre todo de los numerosos politicastros delincuentes que
la frecuentan. Recapitulando: El problema no se encuentra en la política en sí,
ni en los buenos políticos, sino en los que la aplican neciamente, como son los
politiqueros y dolosamente, repito, los politicastros. Estamos siendo testigos,
un tanto enmudecidos y atónitos, ya no solo de las fechorías de unos chorizos
alcaldes, regidores, congresistas y Presidentes Regionales, en los que
equivocadamente habíamos confiado, sino de la impunidad y facilidad de evasión
judicial y policial con la que cuentan, pues mientras al choricillo del
teléfono se le aplica la flagrancia y directamente se va 12 añitos a Cambio
Puente, al otro, al chorizazo de nuestro bienes munícipes, con corbata o faldas
se le pide que vuelva más tarde para su confirmación condenatoria de seis años.
Así claro, pocos son los ingresados. Y una gran parte de ellos andan por ahí
sueltos de campo y playa como si nada. Mientras tanto el hombre de la calle, el
ciudadano votante, se descorazona, desilusiona, se convierte en escéptico, y
pasa olímpicamente de todo. Sin lugar a duda, craso error, pues somos nosotros,
los votantes haciendo política, los que tenemos que discernir para separar la
paja del trigo y elegir con prudencia de
lo bueno, lo mejor. No podemos inhibirnos con las excusas de siempre: “todos
son iguales” pues no es verdad, “todos son corruptos”, tampoco es verdad.
Porque ¿cúal es el verdadero grado de formación del votante?. ¿Tenemos una idea
aproximada del grado de formación política de los votantes?.¿ El votante
peruano conoce la diferencia entre derecha e izquierda?, ¿ qué representa para
él la izquierda?, ¿ y la derecha? Podemos realizar un acercamiento a esa
realidad viendo el contenido de una encuesta probabilística publicada en el
diario El Comercio en Noviembre pasado, titulada “Ni la Izquierda ni la
Derecha” realizada entre la población electoral urbana y rural del Perú. En
ella, Don Alfredo Torres, Presidente de Ipsos Perú, buen analista político,
refleja la ignorancia de conocimientos sobre política básica de que hacen gala
la mayor parte de los que tendrán que acudir a las urnas. ”La verdad es que
sólo el 28% de los electores afirma hoy conocer los conceptos de izquierda y
derecha, mientras el 65% los desconocen”. O dicho de otra manera: de los 21
millones de votantes peruanos poco más de las dos terceras partes, unos 14
millones, ignoran o no conocen los conceptos básicos de la política. De lo que
también puede inferirse, es que esa ignorancia, conformismo, pasotismo y falta
de valores morales de la mayoría de los electores son el origen de la situación
política del país. Ese “Roba pero hace obras” es la lamentable representación
de la situación actual del electorado. Electorado que en esos porcentajes
agobiantes pueden ser caldo de cultivo para cualquier cosa. A esos dos tercios,
en su mayoría desposeídos no les
interesa saber quién les pude representar, sino como llenar sus estómagos y
llevándolo a los extremos, en caso de dictadura les es indiferente sea de izquierdas
o derechas. Toda esta situación es el fiel reflejo del gran fracaso de la
izquierda que con sus divisiones y luchas internas no ha sabido aglutinar en
sus filas a millones de trabajadores que han patentizado sus continuas quejas y
demandas a la derecha conservadora. O cuando menos ser vistas esas izquierdas,
por los desvalidos, como alternativa social reformista y generalmente no
conservadora. Pues ni eso.
Recapitulando.
Hay que hacer política, en casa, en el cole, en el trabajo, con los amigos, en
el deporte, en la ONG, en el partido, en la agrupación y finalmente acudiendo a
las votaciones. Y el que disienta que lo piense.
Hay
que dar un rotundo si a los políticos, a los de verdad, a los que se dejan la
piel, al que nos representa fiel y dignamente, y un no al politiquero, que es
un necio y no sirve para estar al servicio de los demás y confundió su rol.
Y un no rotundo y mayúsculo en forma de
cárcel al politicastro que viene a servirse de los demás, medrar, y
aprovecharse de las prebendas del cargo.
Finalmente,
quedan los votantes, los que decidirán con su voto la contienda electoral.
Somos nosotros, los votantes o electores, los artífices de la democracia. De
nosotros depende, de cómo afrontemos los retos que se nos presenten, de cómo
hagamos valer nuestro voto y sobre todo de nuestro firme propósito de no
dejarnos vencer por el desánimo.
Moraleja:
Cometer una injusticia es peor que sufrirla (Aristóteles).
Así
sea.
EL
VIGÍA.
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