Normalmente, en la mayor parte de
los países desarrollados, los profesionales encargados de formar a las futuras
generaciones, los maestros, son tratados con una consideración y mimo especial.
Y ello por dos razones principales: por una parte por tratarse de una profesión
muy vocacional que no todos quieren o pueden desarrollar por la responsabilidad que implica: asumir la
formación de los hombres y mujeres del futuro, y por otra por tratarse de una
actividad por lo general bastante poco lucrativa, en la que nadie aspira ni
consigue hacerse rico. Esos dos factores hacen que las diferentes sociedades
reconozcan la honorabilidad de quienes la ejercen y les imprima un prestigio
del que gozan. En esas sociedades en las que existe la conciencia de futuro, se
dedican cantidades económicas en torno o sobre el 6% del PBI para dedicarlas a
infraestructura, capacitaciones, y sueldos de los maestros, mientras en otras sociedades
como la nuestra, apenas se dedica el 3;6% del PBI para todas esas necesidades.
En el caso actual se pide el 10% del PBI, pero esos peticionarios saben que eso
es prácticamente imposible por la falta de recursos dada la exigua recaudación
impositiva nacional por la informalidad existente en nuestra economía. Informalidad
reinante por la irresponsabilidad de los respectivos gobiernos que han pasado “piola”
permitiendo que existiera y no haciendo nada para eliminarla. Y piden un 10%
por la simple razón de que se trata de una negociación y en cualquier
negociación siempre se pide más de lo que aspiras a conseguir, ¿o no es así? ¿De
qué dialogo estamos hablando si cuando me piden algo me levanto de la mesa si
lo que oigo no me gusta? Eso es lo que la ministra está haciendo. En otras
sociedades sus gobiernos dignifican y potencian la imagen de sus maestros de la
escuela pública como bien público, mientras en la nuestra se desvirtúa la imagen
del profesional estatal y se enaltece la escuela privada como un negocio, sobre
todo en el ámbito universitario, donde reina la anarquía más exagerada. Aquí a
nuestros maestros estatales se les hace vivir muy “honorablemente” en la
miseria más absoluta, dando vigencia al dicho ya desterrado hace muchos años en
otros países: “Pasas más hambre que un maestro de escuela”. Son “dignamente”
aporreados, zarandeados, gaseados y reprimidos como si de unos enemigos en guerra se tratara. Se traslada a la sociedad
sin prueba alguna la imagen de que son unos violentos, próximos a terroristas, denigrando
su ya escaso prestigio, cuando la realidad es que son víctimas de una actuación
gubernamental impropia de un sistema democrático del siglo XXI. Porque impropio
de un gobierno es demonizar a un maestro propalando su imagen como próximo a
Sendero Luminoso sin aportar prueba alguna. En temas tan serios en una sociedad
muy sensibilizada como la peruana ante el terrorismo no basta decir, me parece,
creo, o me dicen. Y menos todo un Ministro del Interior y su Viceministro. De
ser así, es gravísimo.
Por otra parte en otras sociedades el gobierno es
representado por profesionales con capacidad de dialogo y tiene interlocutores
concretos y válidos reconocidos socialmente mientras en la nuestra la
representación gubernamental además de sorda y prepotente tiene en frente a interlocutores
fragmentados y regionalizados a modo de reinos de taifas en los que cada uno de
ellos reivindica sus propias peticiones. Como vemos es el gobierno de turno el responsable de todo cuanto acabo de mencionar. Pero estos problemas
estructurales que están aflorando actualmente vienen de atrás, no son flor de
un día, ni sólo de este gobierno sino que vienen desde los años 90.
Otro aspecto determinante en el tema magisterial es
la capacitación y la evaluación. Ambas van ligadas y no hay una sin otra, ni
otra sin una. La capacitación es prioritaria, continuada e imprescindible en el
proceso de formación y actualización de quien pertenece al cuerpo de
funcionarios magisteriales. Sin esa capacitación el maestro se queda atrás y su
evolución académica se paraliza y rezaga ante el dinamismo de la vida
cotidiana. Esa capacitación debe ser responsabilidad estructural y económica
del ministerio de turno. Y ligada a ella está la evaluación correspondiente. La
evaluación debe ser continuada y no un hecho aislado a modo de examen como se
hacía antiguamente. La evaluación es un hecho dinámico, no de conocimientos
memorísticos, sino de desempeño en el aula. Las mediciones evaluadoras nunca
deben ser punitivas sino estimuladoras del evaluado para orientar al funcionario evaluado hacia
un mejor desempeño de su actividad. Para un mejor desempeño del proceso
evaluador es conveniente la flexibilidad y conocimiento de las características
del evaluado y su medio. Por ejemplo: captar la atención de un niño es muy
diferente si padece de anemia o no. Si ha dormido o no. Y así sucesivamente. La
evaluación imparcial (que también puede no serlo) es un buen medio para el
ascenso o no en el escalafón y por lo tanto en el salario a percibir. El
magisterio no está de acuerdo con el carácter punitivo existente en la actual
legislación. Y no lo está por la sencilla razón, según dicen, que además de su
licenciatura para poder pertenecer al cuerpo ya tuvo que hacer su exigente y
duro examen de ingreso. En síntesis, evaluación sí para valorar la evolución
académica y sanciones y despidos también
para las faltas disciplinarias devenidas
en su actuación.
Por otra parte los medios de comunicación, como
todos sabemos, tienen no sólo la misión de informar con objetividad sino también la de no dar pábulo al miedo, y
sobre todo clarificar los hechos que están aconteciendo y que fácilmente pueden
ser tergiversados, confundidos y llevados a extremos radicalizados.
El maestro/a, llámese sensei, gurú, profesor/a o
como ustedes quieran, es una figura esencial en la vida de cualquier niño/a,
muchacho/a, joven o adulto, con el que siempre estaremos en deuda por los
muchos desvelos y cuidados que nos dispensó durante su permanencia a nuestro
lado. Su figura no sólo merece nuestro respeto sino nuestro perpetuo
reconocimiento.
Moraleja: Nunca nadie tan malo como dicen es Movadef
, (actualmente no ilegalizado), tuvo tan buena publicidad.
Así sea,
EL VIGÍA.
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