sábado, 2 de diciembre de 2017

ARTÍCULO: ENTUSIASMO, FANATISMO Y FÚTBOL

ENTUSIASMO, FANATISMO Y FUTBOL
El lunes pasado les escribía sobre el entusiasmo con el que mi hijo pequeño había recibido los goles del equipo peruano en el partido de repechaje jugado el miércoles anterior en el Estadio Nacional contra el equipo neozelandés. Entusiasmo similar al de gran parte de los seguidores del combinado nacional, por supuesto que me incluyo. Lo que no les conté es que mi pequeño se puso la camiseta de su selección, yo el gorro de la misma, y mi mujer además de colocar en el salón el poster de la selección nos sirvió la cena tempranito, ceviche incluido, para así ver sin interrupciones la esperada final. ¿Y por qué hicimos tal cosa?, pues la respuesta es muy sencilla, simplemente para identificarnos como forofos del equipo Nacional  y “empujar” simbólicamente a nuestros colores y jugadores preferidos. Y puedo asegurarles que en ningún momento perdimos nuestra conciencia ciudadana. Al igual que miles y miles de seguidores de esos colores. O sea, en síntesis nuestro entusiasmo antes del partido era expectante ante lo que se avecinaba y los resultados posibles, para más tarde convertirse con el desarrollo del juego peruano y su victoria, en entusiasmo exultante por lo que significa la clasificación para un Mundial. Y quiero recalcar lo de entusiasmo, entendiendo por tal uno de los motores del comportamiento humano, que conduce a quienes lo disfrutan hacia una actitud positiva. El bienestar y la felicidad suelen estar asociados al entusiasmo. O sea que nos sentimos bastante bien y felices sobre todo con el desenlace vivido. Y que se derramaran más de una lágrima tras la euforia originada con el resultado final me parece lógico en función de la sensibilidad de cada cual y mucho más en la afición de un pueblo que se halla huérfana de resultados de toda índole y por lo tanto necesitada de estímulos positivos. Para terminar les diré que esto del entusiasmo, como ya irán detectando, es algo muy deseable experimentarlo y que ya en la antigua Grecia se definía como “tener un Dios dentro de sí”. Quien está entusiasmado tiene la fuerza y la sabiduría de un Dios (decían los griegos) para ser capaz de hacer que ocurran las cosas. Y creo que es así. Ustedes dirán. El termino entusiasmo se aplica, como digo, al comportamiento humano en general y concretamente en el mundo del deporte y del fútbol en particular.  Aquellos seguidores entusiasmados con su equipo deportivo  reciben el nombre de forofos. Y yo soy uno de ellos.
Otra vocablo que a veces suele confundirse con el entusiasmo es el fanatismo si bien aunque puede afectar al mundo del deporte, ese término suele utilizarse con mayor profusión en el ámbito político y sobre todo religioso. Veámoslo. El fanatismo consiste en el apasionamiento del fanático, que es aquella persona que se entusiasma o preocupa “ciegamente” por algo. Esa ceguera producida por el apasionamiento conduce a que el fanático se comporte en ocasiones de forma violenta, al estar convencido de que su idea es la única válida y por lo tanto menosprecia a los demás que no opinan como él. El fanático se identifica con las siguientes cinco señales: Deseo de imponer sus ideas; despreciar a los que son diferentes; partir de unas ideas que son incuestionables; creer que todo sólo puede ser blanco o negro y finalmente carecer de todo espíritu crítico. Cuando el fanatismo llega a la política y al poder, es excluyente con los opositores castigándolos con la cárcel o incluso la muerte. Lo mismo ocurre con el fanatismo religioso donde son castigados aquellos que no profesan su religión: actual Yihadismo, o anterior Santa  Inquisición en la Edad Media. El fanático puede llegar al extremo de matar a otra persona que disienta de él. También puede aparecer en el ámbito deportivo, concretamente en el futbol aunque de forma mucho más controlada y minoritaria, como son los integrantes de  “Barras Bravas” en Sudamérica, los “Ultras”, en Europa, o los “Holigans” en Inglaterra. Para finalizar sobre este aspecto, cabe decir que la Psicología afirma que el fanatismo aflora a partir de la necesidad de seguridad  en las personas precisamente inseguras, que tratan de esa manera recibir una compensación ante sus sentimientos de inferioridad.
Y ahora volvamos a los prolegómenos de partido del pasado día 15. El director técnico del equipo neozelandés se despachó a gusto, quejándose de “las increíbles tácticas peruanas” ante la prensa, por el descortés trato recibido, tanto de las azafatas del vuelo hacia Lima cuando dice les dijeron que no iban a Perú sino a Chile, como de los fuegos artificiales y petardos nocturnos cerca del hotel, de los aviones de guerra que pasaban sobrevolando la piscina donde intentaron descansar y tampoco les dejaron dormir. Al final del partido insistió en lo de las ”increíbles tácticas peruanas” por unos rayos laser que asolaron a alguno de sus jugadores. O sea, la actitud típica de un mal perdedor. O cuando dijo: “ Si Perú no se clasifica al Mundial sería una catástrofe para ellos” a lo que habría que preguntarle cómo reaccionarían ellos en el hipotético caso de que Nueva Zelanda fuera eliminada en Rugbi por nuestra débil selección. Pues lo mismo. En contraposición a lo dicho por el tal Hudson, fueron las declaraciones al diario “Stuf”, a la vuelta a casa, de uno de sus jugadores, Jéremy Brockie, que suplió a uno de sus compañeros durante el partido, y se deshizo en elogios hacia la afición peruana. ”No puedo culpar la pasión de ese país por su fútbol. Donde quiera que fuéramos, había una camiseta de Perú. Las personas se apiñaban en las calles. El estadio estuvo lleno dos horas antes del partido. Cantaron el himno con mucha pasión. Fue honestamente la mejor audiencia ante la que he jugado en mi vida. Y de eso se trata el fútbol. Creo que esa es la gran diferencia entre los países amantes del fútbol en comparación con algunos otros”. Cuando dice “no puedo culpar” lo hace en referencia a las quejosas palabras de su entrenador. El tal Hudson quizá no sabe que el único que “ganaba los partidos sin bajar del autobús” fue el mítico Helenio Herrera, del que quizá ni ha oído hablar. Como también hay quienes dicen “que no podía haber otro resultado” de lo que se infiere que no tienen ni idea de lo que están diciendo pues en el deporte no hay nada escrito.
En fin, creo que no debemos confundir lo que sólo es entusiasmo deportivo, aquí muy presente, con el fanatismo patológico y los actos vandálicos que suelen acompañarle, aquí también bastante disminuido. Y sobre todo con los actos delictivos que no en todos los casos  hay que achacar a la salud mental del infractor, sino más bien a factores sociales y educativos.
Moraleja: Un estadio vacío de fútbol  es un esqueleto de multitud. (M. Benedetti)

Así sea. EL VIGÍA. 

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