ENTUSIASMO,
FANATISMO Y FUTBOL
El lunes pasado les escribía sobre
el entusiasmo con el que mi hijo pequeño había recibido los goles del equipo
peruano en el partido de repechaje jugado el miércoles anterior en el Estadio Nacional
contra el equipo neozelandés. Entusiasmo similar al de gran parte de los
seguidores del combinado nacional, por supuesto que me incluyo. Lo que no les
conté es que mi pequeño se puso la camiseta de su selección, yo el gorro de la
misma, y mi mujer además de colocar en el salón el poster de la selección nos
sirvió la cena tempranito, ceviche incluido, para así ver sin interrupciones la
esperada final. ¿Y por qué hicimos tal cosa?, pues la respuesta es muy
sencilla, simplemente para identificarnos como forofos del equipo Nacional y “empujar” simbólicamente a nuestros colores
y jugadores preferidos. Y puedo asegurarles que en ningún momento perdimos
nuestra conciencia ciudadana. Al igual que miles y miles de seguidores de esos
colores. O sea, en síntesis nuestro entusiasmo antes del partido era expectante
ante lo que se avecinaba y los resultados posibles, para más tarde convertirse
con el desarrollo del juego peruano y su victoria, en entusiasmo exultante por
lo que significa la clasificación para un Mundial. Y quiero recalcar lo de
entusiasmo, entendiendo por tal uno de los motores del comportamiento humano, que
conduce a quienes lo disfrutan hacia una actitud positiva. El bienestar y la
felicidad suelen estar asociados al entusiasmo. O sea que nos sentimos bastante
bien y felices sobre todo con el desenlace vivido. Y que se derramaran más de
una lágrima tras la euforia originada con el resultado final me parece lógico
en función de la sensibilidad de cada cual y mucho más en la afición de un
pueblo que se halla huérfana de resultados de toda índole y por lo tanto
necesitada de estímulos positivos. Para terminar les diré que esto del
entusiasmo, como ya irán detectando, es algo muy deseable experimentarlo y que
ya en la antigua Grecia se definía como “tener un Dios dentro de sí”. Quien
está entusiasmado tiene la fuerza y la sabiduría de un Dios (decían los
griegos) para ser capaz de hacer que ocurran las cosas. Y creo que es así.
Ustedes dirán. El termino entusiasmo se aplica, como digo, al comportamiento
humano en general y concretamente en el mundo del deporte y del fútbol en
particular. Aquellos seguidores
entusiasmados con su equipo deportivo reciben el nombre de forofos. Y yo soy uno de
ellos.
Otra vocablo que a veces suele confundirse con el
entusiasmo es el fanatismo si bien aunque puede afectar al mundo del deporte,
ese término suele utilizarse con mayor profusión en el ámbito político y sobre
todo religioso. Veámoslo. El fanatismo consiste en el apasionamiento del
fanático, que es aquella persona que se entusiasma o preocupa “ciegamente” por
algo. Esa ceguera producida por el apasionamiento conduce a que el fanático se
comporte en ocasiones de forma violenta, al estar convencido de que su idea es
la única válida y por lo tanto menosprecia a los demás que no opinan como él.
El fanático se identifica con las siguientes cinco señales: Deseo de imponer
sus ideas; despreciar a los que son diferentes; partir de unas ideas que son
incuestionables; creer que todo sólo puede ser blanco o negro y finalmente carecer
de todo espíritu crítico. Cuando el fanatismo llega a la política y al poder,
es excluyente con los opositores castigándolos con la cárcel o incluso la
muerte. Lo mismo ocurre con el fanatismo religioso donde son castigados aquellos
que no profesan su religión: actual Yihadismo, o anterior Santa Inquisición en la Edad Media. El fanático
puede llegar al extremo de matar a otra persona que disienta de él. También puede
aparecer en el ámbito deportivo, concretamente en el futbol aunque de forma
mucho más controlada y minoritaria, como son los integrantes de “Barras Bravas” en Sudamérica, los “Ultras”,
en Europa, o los “Holigans” en Inglaterra. Para finalizar sobre este aspecto,
cabe decir que la Psicología afirma que el fanatismo aflora a partir de la
necesidad de seguridad en las personas
precisamente inseguras, que tratan de esa manera recibir una compensación ante
sus sentimientos de inferioridad.
Y ahora volvamos a los prolegómenos de partido del pasado
día 15. El director técnico del equipo neozelandés se despachó a gusto,
quejándose de “las increíbles tácticas peruanas” ante la prensa, por el
descortés trato recibido, tanto de las azafatas del vuelo hacia Lima cuando
dice les dijeron que no iban a Perú sino a Chile, como de los fuegos
artificiales y petardos nocturnos cerca del hotel, de los aviones de guerra que
pasaban sobrevolando la piscina donde intentaron descansar y tampoco les
dejaron dormir. Al final del partido insistió en lo de las ”increíbles tácticas
peruanas” por unos rayos laser que asolaron a alguno de sus jugadores. O sea,
la actitud típica de un mal perdedor. O cuando dijo: “ Si Perú no se clasifica
al Mundial sería una catástrofe para ellos” a lo que habría que preguntarle cómo
reaccionarían ellos en el hipotético caso de que Nueva Zelanda fuera eliminada
en Rugbi por nuestra débil selección. Pues lo mismo. En contraposición a lo
dicho por el tal Hudson, fueron las declaraciones al diario “Stuf”, a la
vuelta a casa, de uno de sus jugadores, Jéremy Brockie, que suplió a uno de sus
compañeros durante el partido, y se deshizo en elogios hacia la afición
peruana. ”No puedo culpar la pasión de ese país por su fútbol. Donde quiera que
fuéramos, había una camiseta de Perú. Las personas se apiñaban en las calles.
El estadio estuvo lleno dos horas antes del partido. Cantaron el himno con
mucha pasión. Fue honestamente la mejor audiencia ante la que he jugado en mi
vida. Y de eso se trata el fútbol. Creo que esa es la gran diferencia entre los
países amantes del fútbol en comparación con algunos otros”. Cuando dice “no
puedo culpar” lo hace en referencia a las quejosas palabras de su entrenador.
El tal Hudson quizá no sabe que el único que “ganaba los partidos sin bajar del
autobús” fue el mítico Helenio Herrera, del que quizá ni ha oído hablar. Como
también hay quienes dicen “que no podía haber otro resultado” de lo que se
infiere que no tienen ni idea de lo que están diciendo pues en el deporte no
hay nada escrito.
En fin, creo que no debemos confundir lo que sólo es
entusiasmo deportivo, aquí muy presente, con el fanatismo patológico y los
actos vandálicos que suelen acompañarle, aquí también bastante disminuido. Y
sobre todo con los actos delictivos que no en todos los casos hay que achacar a la salud mental del
infractor, sino más bien a factores sociales y educativos.
Moraleja: Un estadio vacío de fútbol es un esqueleto de multitud. (M. Benedetti)
Así sea. EL VIGÍA.
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