Había una vez, hace muchos años, en un país
muy lejano una familia en la que la madre se ocupaba de la crianza de sus
numerosos hijos al mismo tiempo que el padre acudía todos los días a su trabajo
fijo y estable, pues era hombre de carrera, que realizaba con vocación,
devoción y sacrificio.
Aunque parezca el inicio de
un cuento, les estoy narrando una realidad como tantas otras que acontecen a
nuestro alrededor cotidianamente.
Continúo. Como el sueldo
puntual que percibía aquel señor en su trabajo era más bien escaso para
mantener a tan larga familia, tuvo que pluriemplearse y lo hacía como
administrador de fincas, también de una fábrica de aceites, de una mina de
carbón, como secretario de la sociedad de Agricultores y Ganaderos, como
Delegado de la Sociedad General de Autores y posiblemente en alguna cosa más.
Todo ello a la vez. El caso es que aquel hombre, o mejor dicho superhombre
trabajaba diez, doce, y hasta catorce horas diarias, para sacar adelante su casa. Así, salía a las
siete de la mañana y volvía a su casa en el mejor de los casos a las siete de
la tarde cuando lo normal eran las nueve de la noche.
Les estoy hablando de alguien
al que conocí durante mis primeros años de vida pues fue mi primer MAESTRO. Desde
entonces su imagen quedó grabada en mi mente como la de un hombre, perdón, superhombre
que a pesar del maltrato económico y social que le proporcionaba quien le
pagaba, con su puntualidad, asiduidad y
dedicación a su profesión fue un ejemplo para mí no sólo en los aspectos
formativos sino también en otros como la entereza, fuerza y hombría con la que tuvo que luchar
para sacar adelante por dignidad propia, a su familia. Admirable, esa es la
palabra que se merece aquel MAESTRO. Admirable.
Han pasado bastantes años y
ahora en aquel país tan lejano las cosas han cambiado; las familias ya no
tienen tantos hijos y entre otras muchas cosas los MAESTROS/AS ya no tienen que
pluriemplearse pues aunque a nadie le sobra, tampoco le falta y su rol social ha cambiado hasta el extremo
de que aquello de “pasas más hambre que un maestro de escuela” pasó a la
historia. Allí ya no tienen que ser superhombres sino simplemente hombres o
mujeres, que ya es suficiente.
Aquí, en mi querido Perú,
actualmente las cosas no pintan así. Parece un calco de lo anteriormente
narrado.
No voy a referirme a la labor
pedagógica y formativa de los Docentes peruanos pues no soy quien, sino a su
rol social, a su implementación en la sociedad actual como partícipes de ella,
a la consideración y respeto que merecen y al endeudamiento que todos tenemos
con ellos. Sí, somos deudores del cariño, afecto y consideración que en muchos
casos no hemos sido capaces de transmitirles ante su abnegada labor; deberíamos
ser conscientes del daño irreparable que
produce en su fama y por lo tanto en su imagen, nuestra actitud ante su figura cuando
hacemos esa crítica fácil y sin conocimiento suficiente sobre su actuación.
Repito que nosotros, los padres de familia, hombres de la calle, somos
responsables, aunque no los únicos, ni principales de que esa figura del
MAESTRO/A esté deteriorada, maltrecha y
desgastada como ocurre en este país.
Los máximos responsables son aquellos
organismos públicos en cuyas manos han estado y siguen estando los medios tanto
cuantitativos como cualitativos para no haber originado ese desgaste. Ellos son
los máximos responsables con su ceguera, de la situación social y económica en
la que malviven esos superhombres y esas supermujeres .
¿Pero todavía no se han
enterado, responsables políticos, que el futuro del Perú, depende en gran
medida de esos MAESTROS/AS, con mayúsculas a los que hay que tratar con
atención, mimo y cariño por parte de los poderes del Estado?
¿A que están esperando? Su oportunismo
con el “parche” que ahora presentan utilizando las sutilezas semánticas de
escalas por niveles, lo convierten en una auténtica carrera de obstáculos y hace
que parte de la gente de la calle, los menos que son los más brutos, piensen
que no se lo merecen (¡para lo que trabajan!) o por el contrario, la mayoría,
los normales e inteligentes, que ustedes están ahí para medrar y llevarse a
final de mes unos honorarios que multiplican por 2, 3, 4 o no sé cuanto los
5,390 quiméricos o inalcanzables propuestos.
¿O es que piensan que ellos y sus familias
pasan del aire? No, tienen su corazoncito, su higadito y hasta su estomaguito,
y también algún hijito.
¿Acaso creen que con tanto ”nivel”
en la escala arreglan algo? Han puesto hasta ocho, y digo yo, ¿por qué no ponen
diez que es número más redondo o doce que así será la docenita? Parecen inspirados
en el programa infantil de TV “Veloz Mente” de
Discóvery Kids por cierto, excelente. No se lo pierdan.
No se trata de implantar “niveles” o “escalas”,
señores se trata de dignificar y formar a los profesionales. Ustedes dan la
sensación de que han confundido los roles. Siguen utilizando el palo y la zanahoria.
Recuerden que los docentes, ya no son niños ni jovencitos, que son adultos y
son profesionales. Que la formación continua es otra cosa. Que de ésta manera
que ustedes proponen van a incrementar el escarnio del docente: “Mi maestra es
del nivel VI y la tuya sólo del II”, “Maestro, dice mi papá que usted tiene que
estudiar más para pasar de nivel pues ya ha repetido dos veces y a la tercera
se va a ir a la calle”. Bochornoso.
¿Cómo es posible que la Directora
Regional de Educación de Piura
se permita hacer unas
declaraciones en los medios de comunicación tachando de “incapaces” a los
Directores de los Centros de Educación de su zona en vez de defenderlos o al
menos callarse prudentemente que hubiera quedado más guapa?
¿Cómo es posible que las
fuerzas del orden incumplan su sagrado deber de proteger a los ciudadanos y por
el contrario carguen militarmente con el uso de gases lacrimógenos contra unos
pacíficos e indefensos MAESTROS/AS manifestantes, como ocurrió y fui testigo
casual en la Avda. José Pardo de Chimbote?
¿Cómo es posible que los
Entes Locales y Regionales no actúen en el ensalzamiento, cuidado y mejora de
la imagen de sus docentes y por el contrario se dediquen al culto a la persona
o dirigente de turno? No basta con entregar guitarras, material didáctico y
mucha publicidad de sus quehaceres diarios con fotos y vídeos, hace falta
bastante más.
¿En qué cabeza normal cabe
proponer el cese oportunista y sin planificar de un plumazo, y mandar se vayan
a su casa con la excusa de “jubilar” de la noche a la mañana a 8.000 maestros? ¿Cuál
es la indemnización por ese cese improcedente? ¿Será pensión de jubilación o
será una mísera limosna como compensación a su dedicación durante años
“tapando” un problema de Estado?
Y la última pregunta, sin acritud
ninguna. ¿Ha olvidado Dña. Emma Patricia Sala que su gente de base además de decente,
paciente, competente e inteligente, es docente y que no tienen que
reconciliarse con la sociedad sino más bien al contrario? Lo parece. Lo que no
parece es que sea socióloga. Es la sociedad, respetada señora, y esto tiene que
quedar muy claro, con su ministerio el primero, quienes tienen que
reconciliarse con ellos, con los docentes.
Como verán queridos lectores,
no he mencionado ni una sola vez, por dignidad, la palabra mágica: DINERO. Si
quieren, los que pueden, deben arreglarlo, pero de otra manera. Sólo hace falta voluntad.
Me siento francamente mal
ante tanta incomprensión y falta de sensibilidad de quienes hacen lo mismo que se
hizo hace cincuenta años con mi primer MAESTRO, el del principio de la
narración. ¿Quieren que les confiese por qué me siento tan mal? Pues
sencillamente: porque aquel hombre era mi padre.
Moraleja: Dignificar la
docencia es de conciencia.
Así sea.
EL VIGÍA
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