viernes, 24 de mayo de 2013

ARTÍCULO: DIGNIDAD

                          

Hace unos días, andando apresuradamente por Elías Aguirre muy cerca de Pardo, de pronto noté que algo me impactaba en mi pierna junto al pie. Al mismo tiempo que me detenía y giraba el torso para ver que había sido, vi que se arrodillaba un muchacho y recogía mi llavero que acababa de caerse. Nos miramos. Extendí mi mano y él encogió su brazo retirando la suya.” Dame el llavero”. Contestó: “ ¡Es mío , me lo he encontrado”! Lo cogí del hombro pues era un niño y lo metí en un bar que había al lado. Nos sentamos junto a una mesa. “¿Por qué dices que es tuyo y que te lo has encontrado si sabes que se me acaba de caer del bolsillo y es mío?” Bajó la mirada y se hizo el silencio. Insistí: “¿Por qué me has dicho eso?” Siguió sin mirarme y permaneció el silencio. Pasaron unos largos segundos. “¿Cómo te llamas?” Levanto su mirada y dijo: David”.”¿Cuántos años tienes?” Contesto: “siete”, y ¿Dónde vives? Se quedó mirándome fijamente: “En 2 de junio”. “Oye David, quieres beber algo? rápidamente dijo:” Un jugo de durazno”.
Con el jugo, se inició el milagro. Me preguntó: ¿Y tu cómo te llamas? Se lo dije. Y también le explique el significado.
Mientras él se tomaba su jugo y yo mi café iniciamos una charla que trató de un montón de cosas; desde el colegio al que iba, sus amigos, su mamá ( no tenía papá), sus aficiones, el fútbol ( es del Barcelona, como yo) y otras muchas cosas más. Entonces fue cuando volví a insistir: “David, ¿qué te parece si me devuelves el llavero?” Me miró y rápidamente lo sacó de su bolsillo y lo puso sobre la mesa a mi alcance. “Gracias David” Me miró y sonrió. Extendí mi brazo con la palma abierta hacia él y rápidamente chocó la suya con la mía. “Amigos” dijo uno y el otro contestó “Amigos”. Así fue como entre el jugo de durazno y el café por una parte y el Barça por otra, (parece mentira las puertas que abren), continuamos una conversación muy amena y distraída. De pronto me dice: ¿Quieres que te diga por qué te dije que me lo encontré?, pues para que me dieras un sol”. “¿Y para que quieres un sol?” Bajó su cabeza al mismo tiempo que en silencio le caían dos lagrimones y bajándose de su silla se acercó a mi oído y susurró:” Vigía, ya deben ser las tres o las cuatro de la tarde y todavía no he comido nada”. Me conmovió.   “¿Qué es lo que más te gusta?” Le brillaron sus ojos negros: “El pollo con patatas fritas y mayonesa”  Saqué de mi bolsillo un billete de 10 soles y se los puse sobre la mesa, acercándoselo. Y ahora viene lo mejor pues nunca pude imaginarlo. Lo rechazó diciéndome: “Quiero comer contigo”. Por supuesto que ese día comí dos veces.
 No continúo pues dejo al lector que ponga el final que le parezca y saque sus propias conclusiones.
 Lo que sí puedo asegurar es que David dispone de una autoestima excelente y sabe  discernir con más claridad lo que está bien de lo que no.  Su dignidad continúa intacta y bastante mejor que la de muchísimos adultos.
El caso real de David y sus circunstancias me hicieron reflexionar largamente.
Me vinieron a mi mente un montón de casos si no similares próximos, aunque David puede darles a todos ellos autenticas lecciones de dignidad personal.
Tales como:
El caso del taxista que se “encontró” en su maletero el cochecito de bebé de mi hijo:
El caso de otro taxista que “recuperó” los pasaportes de toda la familia.
El caso del policía que “necesitaba“ dinero para poder investigar.
El caso de aquel otro policía judicial al que también había que “ayudar” para detener a un violador localizado y requisitoriado.
El caso del fiscal al que hubo que ”recordarle” que debía cumplir con su obligación.
El caso del “abaratamiento instantáneo” de la papeleta de tránsito.
El caso de la “fácil, rápida y segura” obtención del brevete. 
Y me quedan varios casos más vividos.

Ahora, por un momento cambien mentalmente a David por un joven de 18,20 o más años, pero sin escrúpulos y dignidad y, a mi llavero por su niño/a de 3,4 ó 5 años que de pronto desaparece de su vista en el supermercado o en el parque de recreo. Y no lo encuentran. En su desesperación por su desaparición reciben una nota o llamada en la que le dicen:”He “encontrado” a su hijo/a que estaba “perdido”. Agradeceré una “propina” de  ……………”(pongan ustedes la cantidad).  
Atentos, pues del principio de la narración e esto último hay un paso.
 ¿Cuántos  David, que en este caso es un ángel, de más años, pero maleados y sin dignidad puede haber? Por desgracia bastantes.

Es tarea de todos, padres, maestros y sociedad en general los que tenemos que asumir ese rol docente y decente de que nuestros hijos, alumnos y ciudadanos crezcan con los valores necesarios para que sean hombres de bien.
No hará falta recordar que la miseria, tanto económica como cultural es mala compañera y consejera. Sobre todo la primera, pues es obvio que con el estómago vacío las ideas y el aprendizaje no pueden ser muy elevados. Y la segunda, la cultural, puede ser consecuencia aunque no siempre ni mucho menos de la primera.  Ni tampoco debemos olvidar que una cosa es estar por desgracia en la miseria y otra muy diferente ser un desgraciado miserable. El caso de David, como habrán visto consiste en que siendo un niño pobre da auténticas lecciones de dignidad a los despreciables miserables. ¡Adelante DAVID¡    
 Así sea.

EL VIGÍA.              

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