Ayer domingo como todos los
días, a primera hora de la mañana me
acerqué a recoger los tres periódicos, dos locales y uno nacional que leo cada
día. Titulares: “Llegó la Meritocracia”, otro:”La Meritocracia ya está aquí” y
el tercero:”Viva la Meritocracia”. De verdad que quedé muy sorprendido de la
unanimidad de los titulares.
Llegue a casa y me preparé
para desayunar.”¿Oli, que desayunamos hoy?”. “Huevos meritocráticos con
chorizo” dijo mi mujer. En verdad eran unos huevos grandotes y hermosos. Los de
mis hijos en cambio eran pequeños y mi mujer me aclaró que esos no eran
meritocráticos.
Como todos los domingos
salimos a dar un paseo por el centro de la ciudad y al pasar por la Plaza de
Armas vimos una gran pancarta que decía:”CARRERA MERITOCRÁTICA”. Junto a ella
había un centenar de ciclistas integrado por niños, jóvenes, mayores y ancianos
dispuestos a pedalear sin desmayo hasta la consecución del “mérito”
correspondiente.
Por supuesto se lo llevó uno
de los jovenes.
Más tarde continuamos nuestro
periplo hasta el malecón donde está ubicado el restaurante de mi buen amigo
Juán. Tras los saludos de rigor pregunté qué teníamos para comer.“Hoy tengo una
Meritocracia muy fresquita que os la puedo hacer al vapor, frita con o sin
tomate, sancochada con o sin papas, o empanada, y si queréis también licuada”.
En verdad desconocía que pudiera hacerse de tantas maneras. Decidimos comer de
entrante un cebichito (es igual con b que con v), después unos chicharrones de
calamar con langostinos, seguidos de una paella de pato y de postre unos duraznos
en almíbar. Para beber, agua, vino negro y al final café. Somos así de
tradicionales.
Ya de vuelta para casa vi
como mi mujer que andaba unos metros por delante se paraba, abrazaba y
besuqueaba a una oronda y colorada señora. Me dijo:”¿Querido, no te acuerdas de
la tía Meritocracia que saludamos en el pueblo? La saludé.
Una vez en casa, por fin pude
abrir la prensa y enterarme de la bienvenida que se estaba dando a la tan
nombrada MERITOCRACIA con artículos de fondo, de opinión, cartas al director
etc etc. exaltándola hasta el no va más. Todos coincidían en la bondad y
calidad que representaba y los múltiples problemas que venía a solucionar. Por
fin la meritocracia había llegado, no se sabe dónde había estado, y
prácticamente habíamos sido redimidos y salvados de nuestras carencias y
miserias.
Ya a media tarde, para tratar
de digerir el empacho sufrido durante el día con tanta meritocracia decidí,
para relajarme, escribir estas líneas en las que reflexiono sobre el tema.
Recordé que Platón en su
república ideal pone como ejemplo la ARISTOCRACIA o “gobierno de los mejores”
en contraposición de la DEMOCRACIA o “gobierno de la multitud” y de forma
similar para Aristóteles la primera era el “gobierno de los menos” y la segunda
el “gobierno de los más”. Tanto para uno como para otro la ARISTOCRACIA
políticamente equivalía, salvando las distancias, a lo que ahora contemplamos
como MERITOCRACIA. Ésta está basada en el “merito”
de la persona que no es lo mismo que el “merecimiento”
de la persona. El “mérito” hace referencia a la habilidad, la inteligencia y el
esfuerzo, cosas difícilmente valorables objetivamente y medibles y, el
“merecer” es un valor de tipo socio-moral. Pondré un ejemplo: En un barco que
está a punto de naufragar viajan un científico muy reputado y un niño de 7años
y sólo tienen un salvavidas. ¿Quién tiene más “merecimiento” para utilizarlo?
Sin duda el pequeño a pesar de los muchísimos “méritos” del científico. O sea,
no en todos los casos el “mérito” puede ni debe priorizarse sobre el “merecer”.
El ejemplo anterior nos puede servir para poner en tela de juicio el “mérito”
como sistema para premiar con justicia. Pondré otro ejemplo: Hay 100 niños
nacidos en la ciudad, en el seno de familias pudientes y adineradas que reciben
toda clase de parabienes educativos y formativos y hay otros 100 que han nacido en la sierra, en el seno de unas
familias humildes de agricultores que les proporcionan una educación y formación a su alcance que como
sabemos es limitada. Cuando son adultos llevamos a los 200 a competir(la
meritocracia es eso) en un certamen de “méritos”. Con toda seguridad los
noventa primeros puestos los ocuparán aquellos niños de la ciudad y de familias
pudientes que han obtenido más “méritos” y a lo sumo diez de los “serranitos”
se colarán entre esos cien primeros. Ésto no quiere decir que los noventa
primeros tengan más “merecimientos” que los restantes, pues muy posiblemente
éstos últimos se han esforzado y trabajado muchísimo más que los primeros. Podemos
concluir que una cosa es la meritocracia, basada en el “mérito” y otra muy
diferente es la “justicia social” basada en la “igualdad” de derechos. En
sociedades con desequilibrios económicos, culturales y formales tan grandes como la nuestra, la meritocracia
lo que hace con toda seguridad, pues la experiencia así nos lo dice, es que la
clase dominante o con más “méritos” se perpetúe, dado que dispone de muchos más
medios, transmitiéndose de forma hereditaria o sea de padres a hijos.
En cambio, en sociedades más
igualitarias, caso de Finlandia, la meritocracia está al alcance real de casi
toda la población y no existe esa “casta” de privilegiados sino como digo, de
todo aquel que está verdaderamente dispuesto a recibir formación y esforzarse.
Algo bastante diferente a lo que aquí ocurre. Decir que tenemos una “igualdad
de oportunidades” es una auténtica falacia cuando todavía hay multitud de niños
en inicial y primaria que sólo han conocido la leche de su mamá y ni han tenido
ni tienen acceso a otra diferente. No quiero explayarme más.
La MERITOCRACIA puede ponerse
en práctica en sociedades desarrolladas e igualitarias, tanto públicas como
privadas, con los controles correspondientes ya que lo primero a definir es en
qué consiste realmente el “merito” pues por una parte tiene aspectos
cuantitativos que son medibles y por lo tanto objetivos, y por otra
cualitativos y por lo tanto subjetivos. Realmente es muy compleja su aplicación.
Y esto se les dice alguien que ha trabajado durante más de treinta años en una
multinacional, en la que se aplicaba la meritocracia, con la que aunque no lo
parezca estoy de acuerdo. Pero no a cualquier precio.
En síntesis: Váyase poquito a
poco, sin correr pues el batacazo puede ser muy fuerte. Primero proporciónese
la formación necesaria y definición del
“mérito” y seguidamente procédase a la “evaluación” lo más objetivamente
posible dejando las puertas abiertas para futuras mejoras.
Ya por la noche a la hora de
cenar, llegó mi hija Tefi y nos saludó con un beso y un:”Os traigo unos
bocadillos de la fiesta, ¿a que no sabéis de que son?” Adivínenlo.
En fin, meritocracia si,
pero…………….
Moraleja: Obtener el premio
por los méritos está bien pero mejor aún por los merecimientos.
Así sea.
EL VIGÍA.