El
día había amanecido frío pero conforme fue avanzando la mañana el sol que lució
toda la jornada elevó la temperatura ambiental
llegando a su punto álgido al mediodía. El mar estaba en calma pues
apenas soplaba una ligerísima brisa. La embarcación Bamar VIII, propiedad de
Hayduk Corpotatión en la que San Pedrito navegaba presidiendo el castillo,
surcaba las aguas de la hermosa bahía de Chimbote acompañada por numerosas
naves que seguían festivamente al Santo patrón de la ciudad. Cientos de
ciudadanos se habían dado cita. Unos habían acudido a la iglesia de San Pedro a
recoger al Santo Patrón, y tras oir la Santa Misa oficiada por el Obispo de
Chimbote D. Ángel Simón Piorno,
trasladarlo sobre andas a hombros en solemne procesión por las calles de la
Caleta, hasta el muelle artesanal donde le esperaban otros enfervorizados
chimbotanos, en su mayoría pescadores y familiares deseosos de vitorearle,
aplaudirle y elevarle sus plegarias. El santo Patrón presidía como digo tan
solemne procesión, ahora marítima en la
nave ya mencionada y por fin cedida para tan extraordinaria y tradicional celebración.
Encabezaba la marcha, y yo me encontraba como vigía, oteando el horizonte encaramado
al palo mayor siendo testigo privilegiado del festivo, ruidoso y majestuoso
recibimiento dispensado al Patrón. Por mi cercanía pude percibir como San
Pedrito, muy pequeñito él, sonreía a la multitud e incluso ladeaba a un lado y
otro su cara en señal inequívoca de salutación y en un momento dado creí
percibir un guiño algo pícaro de su ojo izquierdo dirigido al Obispo Piorno que
estaba a su lado. De pronto elevó su mirada hacia donde me encontraba y me
mandó con su dedo índice replegado en sí mismo repetidas veces una señal, que
paso desapercibida para la multitud, invitándome a acercarme. No salía de mi
asombro. Así que con serias dudas de lo que estaba viendo y viviendo, bajé del
palo y me acerqué sigilosamente a él. De cerca vi a un Santo esplendoroso,
radiante y feliz. Me acerqué un poquito más y de pronto giró ligeramente su
cabeza y dijo:”Vigía, ven a verme a mi casa”. Fue algo inesperado,
inimaginable, asombroso, realmente asombroso.
La
música, el ruido ensordecedor e incluso el baile en la cubierta de los barcos
hacía difícil la comunicación. Estuvo durante horas surcando y bendiciendo las
aguas de la bahía entre vítores, aplausos, sollozos, y algunas lágrimas que de
todo hubo en una mañana tan entrañable.
Por
fin llegó a tierra y otra vez en andas y a hombros de los miembros de la
hermandad lo llevaron de nuevo a su iglesia.
Yo
no hacía más que pensar una vez, y otra, y muchas más en sus palabras: “Vigía, ven a verme a mi
casa”
A
media tarde cumplí con su petición. Entré en la iglesia, no había fieles y me
postré ante él.
Levanté
mi mirada y le dije: “San Pedro, ya est..” Me cortó inmediatamente. “Me llamo
Simón, así que déjate de ceremonias y llámame por mi nombre, Simón a secas.
Esta mañana quería dirigirles la palabra a mis fieles pescadores, sus familias
y amigos pero eran tantos y con tal algarabía y ruido que me ha resultado imposible”. Le contesté: ¿Y
qué querías decirles, Simón?” Dijo:” Que me siento muy feliz cada vez que me
sacan a navegar, pues me rejuvenecen al recordar que en mi juventud fui
pescador de peces y ahora me han reconvertido en pescador de hombres. Añoro
aquellos años. Y sobre todo quiero decirles, y tú toma nota Vigía, que no pierdan la Fe y la Esperanza, pues todo se arreglará y sobre
todo que actúen con Caridad ante aquellos que les responden con su mal hacer”.
Así fue como se inició una larga conversación muy larga, más bien monólogo suyo
sobre temas actuales. Pude comprobar que estaba muy bien informado y puesto al
día de todo aquello que viene aconteciendo en nuestra sociedad. Habló sobre
educación, trabajo, justicia, seguridad,
sociedad y muchas cosas más.
En
líneas generales se mostró muy comprensivo aunque bastante crítico con muchas
de las cosas que estaban ocurriendo en su ciudad. Vino a decir que el mar y sus
zonas de pesca están para eso, para pescar; que el reparto de la riqueza no
puede continuar así de mal; que el trabajador y el empresario deben trabajar y
pagar más y mejor; que la educación está como está por que los educadores y sus
alumnos, lamentablemente están como están: abandonados; que los representantes
del orden no pueden convertirse en los del desorden; que la justicia debe ser
más justa, si bien la buena, la auténtica está allá arriba; que la usura ya se
practicaba en sus tiempos y finalmente me reconoció que somos bastante brutos y
debemos hilar más fino a la hora de elegir a nuestros representantes. En
síntesis: que los pastores deben cuidar mejor a sus rebaños, en clara alusión a
la jerarquía, no precisamente religiosa, sino social. Sus palabras siempre
fueron de comprensión incluso para las autoridades que no se dignaron acudir a su
celebración.” Es comprensible, dijo, ya que no están acostumbrados a madrugar
tanto y ya le dije a Piorno que esto debía programarse para la hora del
aperitivo, más acorde con sus costumbres”. Pude comprobar que su comprensión no
tiene límites. Al fin y al cabo es un Santo.
Al
despedirse me dijo que había hablado con mucha gente, entre ellos su fiel
cuidador el padre Herrera, y sus obispos Piorno y Bambarén. ¿Qué les diría?
Sus
últimas palabras fueron: “Recuerda siempre aquello de, a Dios rogando y con el
mazo dando”
De
pronto, oí como mi hijo pequeño que me zarandeaba decía: “Despierta papá,
despierta. Ya es hora. Tenemos que ir a la procesión de San Pedrito y se está
haciendo tarde. Date prisa papá que no llegamos”.
Si
llegamos.
El
día había amanecido frío pero conforme fue avanzando la mañana el sol que lució
toda la jornada elevó la temperatura ambiental llegando a su punto álgido al
mediodía. El mar estaba en calma…………………….
Moraleja:
A veces los sueños se hacen realidad.
Así
sea.
EL
VIGÍA.SIMÓN-PEDRO
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