Recuerdo que a principios de
los años sesenta, siendo yo muy jovencito, quedé impactado, al igual que mis
compañeros de colegio, por el real contenido de una noticia que en principio
apareció como una pequeña nota de prensa en la que se daba cuenta de que un
empresario de la zona había sido atacado por una joven peluquera, produciéndole
lesiones. La noticia no profundizaba más en el hecho. Más tarde nos enteramos
con gran sorpresa y estupor del contenido real de los hechos acaecidos.
Él era un empresario cuarentón que residía en una
ciudad capital de provincia y ella una jovencita de muy buen ver, pueblerina y
peluquera que había sido seducida por el empresario y a la que con engaños y
promesas amancebó. Cual fue la sorpresa de la joven cuando la informaron de que
su “Romeo” era casado y con hijos. Decidió con gran dolor y sufrimiento poner
fin a su relación con el empresario, sin mencionarle su descubrimiento. Él, que
no entendía el rechazo de su “Julieta” no hacía más que asediarla y molestarla
un día sí y otro también hasta que ella con el objeto de terminar definitivamente
la relación y exigirle una explicación a sus mentiras, accedió a montar en su
coche. La condujo a las afueras de la ciudad donde intentó ultrajarla una vez
más. En el fragor de la batalla y cuando él estaba próximo a “disparar” ella
hábilmente hizo uso de la navaja de peluquera que portaba en su bolso y “zas” de
un solo tajo rebanó enterito lo que le sobraba a “Romeo”. Al parecer le dejó un
par de centímetros inútiles, tirando el resto por la ventanilla, que debió ser
pasto de las alimañas pues jamás se encontró. Allí lo dejó, dando alaridos y
taponándose la herida con una toalla al tiempo que ella andando se dirigía a la
comisaría para dar cuenta de lo ocurrido. Todo esto se supo durante el
desarrollo del posterior juicio en el que ella fue condenada levemente por la
“lesión” producida al empresario. Las malas lenguas decían que los dos
centímetros dejados no habían sido del todo inútiles pues sirvieron para
colocarle una prótesis metálica, de oro, pues era un hombre acaudalado. Y pasó
a conocérsele como reconocimiento a su nuevo atributo, como el “Picha de oro”.
De la nota inicial de prensa
al contenido veraz de lo sucedido había un auténtico abismo y es que en
aquellos años, han pasado cincuenta, dominaba la censura y otras cosas y no
siempre en las noticias te enterabas de la veracidad de los hechos.
Actualmente podemos dar
gracias de que impera la libertad de expresión y comunicación y podemos acceder
a los hechos de una forma rápida, veraz y contrastada. Así nos enteramos, con gran
alarma social, del suceso acaecido hace una semana en la Plaza Mayor de Nuevo
Chimbote, a las puertas de la Catedral, en la que una joven señora fue
ultrajada, vapuleada y vejada tanto física como sexual y psicológicamente por
un energúmeno que además de tener la suerte de que su ex no es peluquera y por
lo tanto continúa “enterito” se despachó a las pocas horas de originar
semejante salvajada caníbal con una justificación del calibre siguiente: “cuando uno está molesto hace tonterías”. Es de esperar que el Ministerio
Fiscal haya tomado buena nota del concepto que este auténtico majadero tiene de
lo que es “molesto” y de las “tonterías“ que hace, y actúe en consecuencia,
solicitando para él la máxima pena. Y no se olvide del amiguito César.
Usted agraciada señora, sabe
mejor que nadie lo que ha venido aguantando, soportando y ocultando, día tras
día y que por variados motivos, normalmente prejuicios no ha hecho públicos,
pero también sabe por su profesión que lo que acaba de ocurrir es la “segunda
fase o estallido de la violencia” habiendo debido pasar usted por la
“primera fase o acumulación de tensión” en
la que muy posiblemente habrá sufrido
violencia psicológica, insultos, descalificaciones e incluso agresiones físicas,
¿verdad que no me equivoco? y que vendrá
la “tercera fase de afecto o luna de miel” en la que le mostrará amabilidad,
afecto e incluso arrepentimiento y solicitud de perdón, como muy posiblemente
haya hecho en ocasiones anteriores. Pero usted mejor que yo sabe cuál es la
cruda y dura realidad: el ciclo volverá
a repetirse. Ante unos hechos del calibre sufridos por usted tiene que
reaccionar positivamente y afrontarlos con fuerza y entereza, la misma que
mostró al negarse a lo que le exigían, pues sabe que no está sola, que su
familia, la justicia y la gente de bien están
a su lado y la apoyarán en todo cuanto necesite. Reciba usted mis condolencias
por su dolor y mi felicitación más sincera, por una parte por su valentía y por
otra por el ejemplo que da a otras mujeres.
En nuestra sociedad ha
existido el mito de que lo que ocurra en una familia es cuestión privada.
Auténtico y grave error cuando se trata de hechos como los reseñados. Para los
estudiosos de la violencia doméstica es un hecho cierto que las propias
víctimas del maltrato son las primeras en ocultar lo que vienen sufriendo, bien
por vergüenza o bien por prejuicios de tipo social. Va siendo hora de evitar
esos silencios, esos tapujos, que lo único que hacen es poner un tupido velo
sobre una cruel y cruda realidad social en la que niños, mujeres y ancianos
suelen ser por este orden las víctimas más frecuentes del maltrato. En la
antigüedad los niños eran considerados como algo “sagrado e intocable” por
representar el futuro y, los ancianos como “sabios” por sus vivencias pasadas.
Siempre ha sido la mujer, mal llamada “sexo débil”, la que ha sufrido los malos
tratos. Pues ahora hemos incorporado a ese grupo de “los más débiles” a niños y ancianos.
Antes he mencionado que el
ocultamiento de estos hechos reprobables es o bien por vergüenza del sujeto
paciente, cosa hasta cierto punto entendible psicológicamente, o bien por
prejuicios de tipo social, cosa inaceptable desde el punto de vista ético y
moral. Nosotros, la sociedad en general somos muy responsables de esos
silencios al señalar con el dedo, al marcar con risotadas o chistes de mal
gusto los apuros, desprecios y abusos que sufren esos “débiles” seres que son entre
otras cosas quienes nos han traído a la vida.
Moraleja: ¡Cuida “machito” que te lo pueden dejar
“chiquito”!
Así sea.
EL VIGÍA
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