lunes, 12 de agosto de 2013

ARTÍCULO: VIOLENCIA DOMÉSTICA

                          
Recuerdo que a principios de los años sesenta, siendo yo muy jovencito, quedé impactado, al igual que mis compañeros de colegio, por el real contenido de una noticia que en principio apareció como una pequeña nota de prensa en la que se daba cuenta de que un empresario de la zona había sido atacado por una joven peluquera, produciéndole lesiones. La noticia no profundizaba más en el hecho. Más tarde nos enteramos con gran sorpresa y estupor del contenido real de los hechos acaecidos.

 Él era un empresario cuarentón que residía en una ciudad capital de provincia y ella una jovencita de muy buen ver, pueblerina y peluquera que había sido seducida por el empresario y a la que con engaños y promesas amancebó. Cual fue la sorpresa de la joven cuando la informaron de que su “Romeo” era casado y con hijos. Decidió con gran dolor y sufrimiento poner fin a su relación con el empresario, sin mencionarle su descubrimiento. Él, que no entendía el rechazo de su “Julieta” no hacía más que asediarla y molestarla un día sí y otro también hasta que ella con el objeto de terminar definitivamente la relación y exigirle una explicación a sus mentiras, accedió a montar en su coche. La condujo a las afueras de la ciudad donde intentó ultrajarla una vez más. En el fragor de la batalla y cuando él estaba próximo a “disparar” ella hábilmente hizo uso de la navaja de peluquera que portaba en su bolso y “zas” de un solo tajo rebanó enterito lo que le sobraba a “Romeo”. Al parecer le dejó un par de centímetros inútiles, tirando el resto por la ventanilla, que debió ser pasto de las alimañas pues jamás se encontró. Allí lo dejó, dando alaridos y taponándose la herida con una toalla al tiempo que ella andando se dirigía a la comisaría para dar cuenta de lo ocurrido. Todo esto se supo durante el desarrollo del posterior juicio en el que ella fue condenada levemente por la “lesión” producida al empresario. Las malas lenguas decían que los dos centímetros dejados no habían sido del todo inútiles pues sirvieron para colocarle una prótesis metálica, de oro, pues era un hombre acaudalado. Y pasó a conocérsele como reconocimiento a su nuevo atributo, como el “Picha de oro”.
De la nota inicial de prensa al contenido veraz de lo sucedido había un auténtico abismo y es que en aquellos años, han pasado cincuenta, dominaba la censura y otras cosas y no siempre en las noticias te enterabas de la veracidad de los hechos.

Actualmente podemos dar gracias de que impera la libertad de expresión y comunicación y podemos acceder a los hechos de una forma rápida, veraz  y contrastada. Así nos enteramos, con gran alarma social, del suceso acaecido hace una semana en la Plaza Mayor de Nuevo Chimbote, a las puertas de la Catedral, en la que una joven señora fue ultrajada, vapuleada y vejada tanto física como sexual y psicológicamente por un energúmeno que además de tener la suerte de que su ex no es peluquera y por lo tanto continúa “enterito” se despachó a las pocas horas de originar semejante salvajada caníbal con una justificación del calibre siguiente: “cuando uno está molesto hace tonterías”. Es de esperar que el Ministerio Fiscal haya tomado buena nota del concepto que este auténtico majadero tiene de lo que es “molesto” y de las “tonterías“ que hace, y actúe en consecuencia, solicitando para él la máxima pena. Y no se olvide del amiguito César.
Usted agraciada señora, sabe mejor que nadie lo que ha venido aguantando, soportando y ocultando, día tras día y que por variados motivos, normalmente prejuicios no ha hecho públicos, pero también sabe por su profesión que lo que acaba de ocurrir es la “segunda fase o estallido de la violencia” habiendo debido pasar usted por la “primera  fase o acumulación de tensión” en la que muy posiblemente habrá  sufrido violencia psicológica, insultos, descalificaciones e incluso agresiones físicas, ¿verdad que no me equivoco? y que vendrá  la “tercera fase de afecto o luna de miel” en la que le mostrará amabilidad, afecto e incluso arrepentimiento y solicitud de perdón, como muy posiblemente haya hecho en ocasiones anteriores. Pero usted mejor que yo sabe cuál es la cruda y dura realidad: el ciclo volverá a repetirse. Ante unos hechos del calibre sufridos por usted tiene que reaccionar positivamente y afrontarlos con fuerza y entereza, la misma que mostró al negarse a lo que le exigían, pues sabe que no está sola, que su familia, la justicia y la gente de bien  están a su lado y la apoyarán en todo cuanto necesite. Reciba usted mis condolencias por su dolor y mi felicitación más sincera, por una parte por su valentía y por otra por el ejemplo que da a otras mujeres.

En nuestra sociedad ha existido el mito de que lo que ocurra en una familia es cuestión privada. Auténtico y grave error cuando se trata de hechos como los reseñados. Para los estudiosos de la violencia doméstica es un hecho cierto que las propias víctimas del maltrato son las primeras en ocultar lo que vienen sufriendo, bien por vergüenza o bien por prejuicios de tipo social. Va siendo hora de evitar esos silencios, esos tapujos, que lo único que hacen es poner un tupido velo sobre una cruel y cruda realidad social en la que niños, mujeres y ancianos suelen ser por este orden las víctimas más frecuentes del maltrato. En la antigüedad los niños eran considerados como algo “sagrado e intocable” por representar el futuro y, los ancianos como “sabios” por sus vivencias pasadas. Siempre ha sido la mujer, mal llamada “sexo débil”, la que ha sufrido los malos tratos. Pues ahora hemos incorporado a ese grupo  de “los más débiles” a niños y ancianos.

Antes he mencionado que el ocultamiento de estos hechos reprobables es o bien por vergüenza del sujeto paciente, cosa hasta cierto punto entendible psicológicamente, o bien por prejuicios de tipo social, cosa inaceptable desde el punto de vista ético y moral. Nosotros, la sociedad en general somos muy responsables de esos silencios al señalar con el dedo, al marcar con risotadas o chistes de mal gusto los apuros, desprecios y abusos que sufren esos “débiles” seres que son entre otras cosas quienes nos han traído a la vida.
Moraleja: ¡Cuida “machito” que te lo pueden dejar “chiquito”!   
Así sea.

EL VIGÍA

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