Es un día del mes de marzo y
la muchedumbre ruge al paso de su líder: ¡CÉSAR!, ¡CÉSAR!, ¡CÉSAR!, repiten al
unísono incansablemente una y otra vez. Se han dado cita en la avenida
principal que conduce a la Plaza Mayor pues ésta se halla repleta de un gentío
impresionante que ha acudido desde las primeras horas de la mañana a la convocatoria realizada por sus más
fieles seguidores. Montado en su carro avanza lentamente, adornado con sus
símbolos de máximo mandatario, entre la multitud que le vitorea y aplaude sin
parar. Le dedican frases de todo tipo: ¡CÉSAR, eres el mejor!, ¡Gracias por
todo CÉSAR!, ¡Te queremos Divino CÉSAR! y éste, pletórico de satisfacción les
dirige con su sonriente semblante y leves movimientos de sus brazos en alto,
haciendo la señal de la victoria, su reconocimiento ante tantos vítores y
muestras de agradecimiento. Por fin consigue llegar a la plaza, donde tras
apearse recorre a pie, por un estrecho pero seguro pasillo que le han hecho sus
guardianes, los escasos metros que le separan del estrado preparado para la escenificación del
multitudinario acto, en el que más tarde será otra vez aclamado por las masas y
éstas tendrán más que la oportunidad, el privilegio de oir las palabras que les
dirigirá su CESAR. Se le nota que los baños le sientan de maravilla, me refiero
a los de multitudes, que se los potencian al máximo, para que el pueblo pueda
dar rienda suelta y mostrar sus sentimientos de agradecimiento por todo cuanto
el Divino CESAR hace por ellos. Que es mucho.
Con su peculiar agilidad,
asciende rápidamente unos escalones y llega a lo alto del escenario en el que
es recibido y saludado con el brazo en alto por los organizadores del acto que
en su mayor parte son aduladores, sobones, estómagos agradecidos y bolsillos
rebosantes, sin olvidar a una cohorte de “plumillas” que todos unidos forman la
corte habitual del CESAR. Se sienta y pacientemente escucha las continúas
aclamaciones que enaltecen su figura. De pronto se incorpora y alzando otra vez
sus brazos y manos victoriosas, reclama con su gestualidad el silencio para poder dirigirse a sus
conciudadanos que insistentemente continúan aclamándole. Haciendo gala de su
infinita paciencia, pues en él todo es infinito y por eso se considera divino,
consigue apaciguar y casi silenciar aunque no del todo a la multitud. Siempre
ha sido hombre de acción y de fuerza como ha demostrado en numerosos
enfrentamientos de los que siempre ha salido vencedor; también practica la
oratoria pues gusta de hacerse oír. Por fin puede dirigirse a las masas que hasta
esos momentos gritaban: ¡AVE CÉSAR!,
¡AVE CÉSAR!, ¡AVE CÉSAR!
Hasta aquí, amigo lector,
estoy narrándote lo que aconteció un 4 de marzo de hace 2.053 años (año 44
a.C). en la ciudad de Roma capital del Imperio Romano. Poco más tarde, al
atardecer, el llamado CÉSAR, Cayo Julio César, era vilmente traicionado por más
de 60 senadores que hasta momentos antes le aclamaban, incluidos en la
conspiración sus hombres de máxima confianza como eran Bruto y Casio.
Cualquier comparación de lo
narrado anteriormente con la realidad de lo que acontece en nuestra política
actual, a pesar de las múltiples similitudes, vosotros lectores diréis si es
una simple casualidad o no. La verdad es que a pesar de haber transcurrido
tantísimos años, las masas continúan siendo manipulables y los sobones,
estómagos agradecidos y bolsillos rebosantes se han incrementado. Mención
aparte merecen los “juntaletras” que con sus cánticos de sirena y adulación vergonzosa
por una parte y los insultos por otra, desprestigian un oficio tan lindo y hermoso
como el que practicamos todos los días, miles de personas limpias y honestas. Allá
ellos con su maltrecha dignidad.
En cuanto a nuestros
respetadísimos CÉSARES Regionales, y por orden alfabético, empezando por el del
departamento de Amazonas, siguiendo por el CÉSAR nunca mejor dicho de Ancash y
terminando por los de Tumbes y Ucayali deben tomar buena nota de la historia y
tener siempre presente sus enseñanzas. Así pues, verán que a pesar que las
masas continúan siendo manipulables es gravísimo hacerlo con ellas por lo que
de corrupto tiene. Que comprar voluntades, al igual que venderlas también lo es.
Que el amiguismo y el reparto de prebendas no tiene otro nombre que el de
corrupción. Que no cumplir lo prometido en campaña es falsear y engañar las
esperanzas depositadas por los votantes y por lo tanto repudiable. Que cobrar y
pagar, tanto una cosa como otra, el mal llamado “diezmo”, en vez del real
“veintezmo” es grave delito por lo que de corrupción y descomposición entraña.
Que el “culto a la personalidad” sólo se practica en regímenes dictatoriales,
totalitarios o fascistas como ocurrió con el CÉSAR romano (que condujo a una
guerra civil) de la narración y otros personajes tristemente famosos por
todos/as conocidos como los Dictadores Hitler, Mussolini, Franco, Tito, Sadam
Juseín y Gadafi por citar sólo a los más recientes. Ese culto basado en la
adulación desmedida de los corruptos sobones de turno, y el narcisismo
recalcitrante del no menos corrupto líder, conducen al incremento paulatino de
la descomposición en todos los estamentos oficiales, la incultura, la pérdida de credibilidad y la miseria, como
también la caída de quienes lo practican en el abismo del deshonor del que es
difícil salir. La política bajo ningún concepto, al igual que la Justicia, puede
entenderse como la compra de voluntades, cosa mafiosa y reprobable sino de
conquistarlas día a día con el trabajo y ejemplo. Lo contrario a esa vanidad
que muestra el mafioso es la magnanimidad que desprende el honorable. Hacer
gala de esa magnanimidad es propio del líder desprendido, comprensivo y
conciliador. Él también tiene derecho a poder retractarse de lo dicho o hecho
destempladamente con anterioridad. Cierto es que el Poder entraña riesgos como
los aludidos y bastantes más, y hay unas excelentes medicinas profilácticas que
son ni más ni menos la transparencia y la
alternancia en el poder. A mi modesto entender su presencia no debería ser
en ningún caso superior a dos legislaturas seguidas, y si esto no fuera
posible, la retirada a tiempo siempre es una victoria y además una excelente
alternativa, normalmente muy bien recibida tanto por los descontentos votantes
como por los familiares directos: padres, esposa, hijos, nietos y demás, que
suelen estar tan sacrificados o más que el mismo líder, que no debe bajo ningún
concepto ser egoísta y autoritario con sus seres más próximos y queridos, privándoles
de su felicidad. La dedicación continuada del servidor público honrado y
honesto consigo mismo y con sus conciudadanos, que tanto se echa a faltar y es
añorado por muchos, entraña un fuerte desgaste por lo que de elevada, dura y
exigente actividad social tiene, consistente en el desarrollo y práctica de una
serie de valores cívicos tale como el trabajo, la ya nombrada honradez, la
lealtad, la responsabilidad, la dignidad y el respeto, y como fin primero y
principal el bienestar de los ciudadanos, tanto de los que le han votado como
los que no lo han hecho. Se gobierna para todos.
Moraleja: “DAR AL CÉSAR LO QUE
ES DEL CÉSAR Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS” ( JESÚS DE NAZARET)
Así sea.
EL VIGÍA.
Nota aclaratoria: ¡AVE CESAR!
Era una forma de saludo que equivalía a ¡SALUD CÉSAR! No significaba que el
CÉSAR fuera un pájaro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario