martes, 10 de septiembre de 2013

ARTÍCULO: EL CÉSAR


                                 

Es un día del mes de marzo y la muchedumbre ruge al paso de su líder: ¡CÉSAR!, ¡CÉSAR!, ¡CÉSAR!, repiten al unísono incansablemente una y otra vez. Se han dado cita en la avenida principal que conduce a la Plaza Mayor pues ésta se halla repleta de un gentío impresionante que ha acudido desde las primeras horas de la mañana  a la convocatoria realizada por sus más fieles seguidores. Montado en su carro avanza lentamente, adornado con sus símbolos de máximo mandatario, entre la multitud que le vitorea y aplaude sin parar. Le dedican frases de todo tipo: ¡CÉSAR, eres el mejor!, ¡Gracias por todo CÉSAR!, ¡Te queremos Divino CÉSAR! y éste, pletórico de satisfacción les dirige con su sonriente semblante y leves movimientos de sus brazos en alto, haciendo la señal de la victoria, su reconocimiento ante tantos vítores y muestras de agradecimiento. Por fin consigue llegar a la plaza, donde tras apearse recorre a pie, por un estrecho pero seguro pasillo que le han hecho sus guardianes, los escasos metros que le separan del estrado  preparado para la escenificación del multitudinario acto, en el que más tarde será otra vez aclamado por las masas y éstas tendrán más que la oportunidad, el privilegio de oir las palabras que les dirigirá su CESAR. Se le nota que los baños le sientan de maravilla, me refiero a los de multitudes, que se los potencian al máximo, para que el pueblo pueda dar rienda suelta y mostrar sus sentimientos de agradecimiento por todo cuanto el Divino CESAR hace por ellos. Que es mucho.
Con su peculiar agilidad, asciende rápidamente unos escalones y llega a lo alto del escenario en el que es recibido y saludado con el brazo en alto por los organizadores del acto que en su mayor parte son aduladores, sobones, estómagos agradecidos y bolsillos rebosantes, sin olvidar a una cohorte de “plumillas” que todos unidos forman la corte habitual del CESAR. Se sienta y pacientemente escucha las continúas aclamaciones que enaltecen su figura. De pronto se incorpora y alzando otra vez sus brazos y manos victoriosas, reclama con su gestualidad el  silencio para poder dirigirse a sus conciudadanos que insistentemente continúan aclamándole. Haciendo gala de su infinita paciencia, pues en él todo es infinito y por eso se considera divino, consigue apaciguar y casi silenciar aunque no del todo a la multitud. Siempre ha sido hombre de acción y de fuerza como ha demostrado en numerosos enfrentamientos de los que siempre ha salido vencedor; también practica la oratoria pues gusta de hacerse oír. Por fin puede dirigirse a las masas que hasta esos momentos  gritaban: ¡AVE CÉSAR!, ¡AVE CÉSAR!, ¡AVE CÉSAR!

Hasta aquí, amigo lector, estoy narrándote lo que aconteció un 4 de marzo de hace 2.053 años (año 44 a.C). en la ciudad de Roma capital del Imperio Romano. Poco más tarde, al atardecer, el llamado CÉSAR, Cayo Julio César, era vilmente traicionado por más de 60 senadores que hasta momentos antes le aclamaban, incluidos en la conspiración sus hombres de máxima confianza como eran Bruto y Casio.
Cualquier comparación de lo narrado anteriormente con la realidad de lo que acontece en nuestra política actual, a pesar de las múltiples similitudes, vosotros lectores diréis si es una simple casualidad o no. La verdad es que a pesar de haber transcurrido tantísimos años, las masas continúan siendo manipulables y los sobones, estómagos agradecidos y bolsillos rebosantes se han incrementado. Mención aparte merecen los “juntaletras” que con sus cánticos de sirena y adulación vergonzosa por una parte y los insultos por otra, desprestigian un oficio tan lindo y hermoso como el que practicamos todos los días, miles de personas limpias y honestas. Allá ellos con su maltrecha dignidad.
En cuanto a nuestros respetadísimos CÉSARES Regionales, y por orden alfabético, empezando por el del departamento de Amazonas, siguiendo por el CÉSAR nunca mejor dicho de Ancash y terminando por los de Tumbes y Ucayali deben tomar buena nota de la historia y tener siempre presente sus enseñanzas. Así pues, verán que a pesar que las masas continúan siendo manipulables es gravísimo hacerlo con ellas por lo que de corrupto tiene. Que comprar voluntades, al igual que venderlas también lo es. Que el amiguismo y el reparto de prebendas no tiene otro nombre que el de corrupción. Que no cumplir lo prometido en campaña es falsear y engañar las esperanzas depositadas por los votantes y por lo tanto repudiable. Que cobrar y pagar, tanto una cosa como otra, el mal llamado “diezmo”, en vez del real “veintezmo” es grave delito por lo que de corrupción y descomposición entraña. Que el “culto a la personalidad” sólo se practica en regímenes dictatoriales, totalitarios o fascistas como ocurrió con el CÉSAR romano (que condujo a una guerra civil) de la narración y otros personajes tristemente famosos por todos/as conocidos como los Dictadores Hitler, Mussolini, Franco, Tito, Sadam Juseín y Gadafi por citar sólo a los más recientes. Ese culto basado en la adulación desmedida de los corruptos sobones de turno, y el narcisismo recalcitrante del no menos corrupto líder, conducen al incremento paulatino de la descomposición en todos los estamentos oficiales, la incultura,  la pérdida de credibilidad y la miseria, como también la caída de quienes lo practican en el abismo del deshonor del que es difícil salir. La política bajo ningún concepto, al igual que la Justicia, puede entenderse como la compra de voluntades, cosa mafiosa y reprobable sino de conquistarlas día a día con el trabajo y ejemplo. Lo contrario a esa vanidad que muestra el mafioso es la magnanimidad que desprende el honorable. Hacer gala de esa magnanimidad es propio del líder desprendido, comprensivo y conciliador. Él también tiene derecho a poder retractarse de lo dicho o hecho destempladamente con anterioridad. Cierto es que el Poder entraña riesgos como los aludidos y bastantes más, y hay unas excelentes medicinas profilácticas que son ni más ni menos  la transparencia y la alternancia en el poder. A mi modesto entender su presencia no debería ser en ningún caso superior a dos legislaturas seguidas, y si esto no fuera posible, la retirada a tiempo siempre es una victoria y además una excelente alternativa, normalmente muy bien recibida tanto por los descontentos votantes como por los familiares directos: padres, esposa, hijos, nietos y demás, que suelen estar tan sacrificados o más que el mismo líder, que no debe bajo ningún concepto ser egoísta y autoritario con sus seres más próximos y queridos, privándoles de su felicidad. La dedicación continuada del servidor público honrado y honesto consigo mismo y con sus conciudadanos, que tanto se echa a faltar y es añorado por muchos, entraña un fuerte desgaste por lo que de elevada, dura y exigente actividad social tiene, consistente en el desarrollo y práctica de una serie de valores cívicos tale como el trabajo, la ya nombrada honradez, la lealtad, la responsabilidad, la dignidad y el respeto, y como fin primero y principal el bienestar de los ciudadanos, tanto de los que le han votado como los que no lo han hecho. Se gobierna para todos.
Moraleja: “DAR AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS” ( JESÚS DE NAZARET)

Así sea.
EL VIGÍA.


Nota aclaratoria: ¡AVE CESAR! Era una forma de saludo que equivalía a ¡SALUD CÉSAR! No significaba que el CÉSAR fuera un pájaro. 

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