Cada día estamos siendo
testigos de continuos asaltos, agresiones, chantajes, violaciones y asesinatos.
Hoy día, por desgracia es una de las características de las sociedades modernas,
dado que estamos viviendo en un mundo de violencia que ha desembocado en un
clima bastante extendido de criminalidad. Decimos que existe una gran
inseguridad ciudadana. Veamos que se entiende por tal.
La inseguridad del ciudadano
consiste en la sensación real de temor que él tiene a ser objeto de ataque y
convertirse en víctima. Esa sensación real de temor de incrementa con el riesgo
existente. Así vemos que en los centros urbanos el riesgo de inseguridad es
sensiblemente superior al existente en los núcleos rurales y no es precisamente
porque en las ciudades haya más riqueza, que sí la hay, sino porque esa riqueza
existente no se reparte equitativamente. En las zonas pobres de la sierra
andina, los índices de inseguridad son bajísimos y lo son porque allí no hay
riqueza alguna que repartir. Allí todos disponen de lo mismo: Pobreza, que ya
está suficientemente repartida.
Cuando digo que no se reparte
equitativamente me estoy refiriendo al reparto del bienestar con el trabajo,
con la educación, con la salud y por lo tanto con los valores a desarrollar en
el seno familiar. Esa ausencia de valores, de educación y de trabajo originan
agresividad y ésta, violencia, que termina en hechos delincuenciales.
Por lo dicho hasta ahora
podemos ir sacando un par de conclusiones: 1º) la inseguridad producida por la
delincuencia podría disminuir si el Estado creara un mejor sistema educativo
donde los jóvenes no desertaran de la escolaridad y los alejara de la
criminalidad. 2º También se disminuiría la delincuencia si se ofrecieran
oportunidades laborales equitativas a
todos los sectores de la sociedad, con sueldos dignos, siendo responsabilidad
del Estado, municipios, gobiernos regionales e iniciativa privada.
Esa violencia y la
delincuencia desencadenada son producto de sociedades injustas, y en vez de
atacar a las causas que la producen, el paro, la incultura, los vergonzantes
salarios, las drogas etc. lo que se hace es tratar de combatirlas con la
fuerza.
Y aquí, al referirme a la
fuerza, estoy hablando de la Policía, de la Fiscalía, de la Judicatura y de
Prisiones. Vayamos por partes.
Hay que dejar muy claro que
aquí el problema es la delincuencia y sus diversificaciones: asaltos, robos,
chantajes, violaciones y asesinatos con o
sin sicarios. Éstos son el
auténtico, real y veraz problema. Insisto, el problema es la delincuencia, no
la Policía, ni la Fiscalía, ni la Judicatura, ni las Cárceles. No, ellos no son
los delincuentes, no, aunque deberán mejorar sensiblemente sus actuaciones
profesionales. Parece ser que se están confundiendo los términos y da la
sensación que se hace aprovechando la coyuntura preelectoral que se avecina. Me
consta el insomnio y quebraderos de cabeza de esas autoridades y agentes
policiales que están trabajando día y noche con unos servicios de información
prácticamente inexistentes, con una escasez de medios impresionante, y con
alguna incomprensión ciudadana rayana en la esquizofrenia. Ellos podrán y
deberán mejorar su actuación, pero ellos no son los delincuentes. Lo son aquellos
a los que se les monta servicio de vigilancia para controlarlos, y hace falta
ser muy majadero para decir que se les protege al montar esos operativos. Así
pues, la policía deberá ser dotada de más medios y posiblemente efectivos mejor
preparados para poder enfrentarse eficazmente al que delinque.
La Fiscalía actualmente es
ese órgano independiente que tiene la misión de combatir el delito codo con
codo, no a codazos, con los agentes y tener claras sus atribuciones,
responsabilidades, colaboraciones y servicios que puede y debe realizar. Al
parecer hay bastantes fiscales que “cojean” ampliamente del conocimiento de las
atribuciones antes mencionadas. Desde sus tardanzas injustificadas al lugar de
los hechos, cuales médicos impuntuales, que por cierto cada día son más,
pasando por los archivamientos
inesperados de numerosos casos y terminando por las incongruentes
actuaciones de falta de investigación y seguimiento del caso. Sin duda es uno
de los eslabones más flojito, con honrosísimas excepciones de la cadena.
De la Judicatura, con algunas
sentencias clamorosamente escandalosas, lo único que puede decirse es que su
lentitud y la falta de rigor en la aplicación de la Ley, hacen de ella, pilar
que debería ser fundamental del Estado como tercer Poder que es, un sistema que
carece ante la población de la credibilidad que se le supone. Las actuaciones
profesionales del Presidente de la Corte, sin duda en su perfecto derecho de
hacerlas al remover a ciertos Jueces, que lejos de ser premiados parecen ser castigados,
hacen que al no querer ser razonadas para conocimiento del ciudadano que le
paga y al que siempre se le debería dar una explicación, crean suspicacias y
desconfianzas además de antipatías nada buenas para el Sistema Judicial. Las
explicaciones nunca están de más, y menos en los servidores públicos que no
deben contemplarlas como una sumisión a nadie sino como una expresión de la grandeza
de su autoridad.
Finalmente el Sistema
Penitenciario está total y completamente obsoleto, fuera de contexto, con
Centros desde donde se “marcan objetivos”, se planifican y se ordenan hechos
delictivos de la mayor entidad, y que lejos de ser centros de rehabilitación se
han convertidos en Universidades del delito con múltiples especialidades a
poder seguir.
Si a todo eso unimos la falta
de participación ciudadana en acciones de seguridad, escasa confianza en las
autoridades civiles, inoperancia del COPROSEC, ausencia de solidaridad
ciudadana, bajo nivel de instrucción, salarios bajos, inestabilidad laboral,
deterioro de los valores sociales y finalmente la corrupción imperante con los
diezmos y los 20%, tenemos un cuadro donde se refleja la situación actual: Una
sociedad fracturada, rota, sin ilusión, donde hay que ser “vivo” para poder
supervivir, y denostar y mal ver al que es honesto y trabajador. Esta es la
pura realidad y con esta realidad es
difícil evitar la aparición de delincuentes, pues cada día irán surgiendo
nuevas remesas de jóvenes dispuestos a incorporarse a la vida disipada y fuera
de la Ley. Cuanto digo, es compartido por sociólogos, pedagogos, abogados,
periodistas, jueces, policías, en fin profesionales serios y competentes que
saben que, no es tan fácil como parece eliminar la delincuencia. El problema
hay que abordarlo seriamente en su origen y de otras muchas maneras en las que
se evite la marginación juvenil, la droga, la “viveza”, el paro, la violación,
la promiscuidad, y en fin todas las bajezas que acechan y que han sido producto
de la corrupción. Si, de la corrupción, que no me cansaré de decirlo, una vez
más y otra y otra y cuantas hagan falta, es la lacra y origen de gran parte de
lo que está ocurriendo.
Así que por favor, menos
manifestaciones de disensión, negación y desilusión y más trabajo de creación,
unión y satisfacción. Y ustedes, pacíficos y asiduos lectores no se dejen
engañar, pues la caperucita y su abuelita no existen y lo que hay en abundancia
por desgracia son bastantes lobos feroces, muy feroces y además muy corruptos.
Largo, arduo, difícil y
cansado trabajo el que tenemos por delante pero nuestros hijos lo necesitan y además
se lo merecen. ¿Están ustedes de acuerdo? Pues a trabajar, que vamos con
retraso y estamos perdiendo el tren.
Moraleja:” Dime con quién
andas y te diré quién eres y cuánto haces por tus hijos y cuánto te admirarán”.
Así sea.
EL VIGÍA.
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