VACACIONES Y EMOCIONES
“Por fin llegaron, ya están
aquí, ya era hora, hacía días que estaba esperándolas ”. Con estas palabras
recibía jubilosamente mi hija que cursa estudios de secundaria la llegada de
las vacaciones. En cambio su hermano, bastante más pequeño, pues sólo tiene
cinco años, y ya lleva tres en el colegio, al segundo día de vacaciones me
decía: “Oye papá, si no hay cole, como voy a ver a mis amiguitos y jugar con
Carlitos, Matías, André, Franchesca, Mei, Pátric, Nagib, Sergio y Elio?, yo
quiero volver al cole”.
Ahí tenemos una clara y
diferenciada forma de entender el trabajo o estudio y las vacaciones o el ocio.
Deberíamos analizar detenidamente el por qué de esa actitud tan antagónica en
dos seres que no son más que la representación de miles y miles de niños,
jóvenes, y no tan jóvenes, adultos e incluso maduritos que manifiestan
sentimientos encontrados.
Y es que hacer algo, sea
estudio, trabajo o actividad, a la edad que sea, sin motivación o emoción se convierte
en algo monótono y pesado que es costoso de sobrellevar. La rutina diaria sin
una elevada motivación es difícil de mantener por lo que es importantísimo que
nuestras actividades se vean acompañadas de emociones que motiven y sin las que
es dificilísimo trabajar, estudiar o aprender.
Una capacidad que tiene
nuestro cerebro es la de recordar o aprender aquello que nos emociona y lo que
no nos emociona lo olvidamos. Veamos un ejemplo: Todos recordamos perfectamente
que estábamos haciendo cuando nos enteramos de la catástrofe de las Torres
Gemelas, pero no de lo que comimos ese día. O sea, recordamos perfectamente
aquello que nos ha emocionado pero no lo accesorio o lo que no nos emociona. Si
damos emoción a lo que aprendemos seremos capaces de recordarlo con más
facilidad. Así pues, si queremos que nuestros pequeños, y los no tan pequeños
aprendan de verdad hemos de intentar dar emoción a aquello que queremos que
aprendan.
Para mi pequeño de cinco años
acudir al cole todos los días, uno tras otro, sin perderse uno, es una
auténtica delicia de la que hay que dar las gracias al plantel docente que tan
sabiamente le están conduciendo. Y me consta que no es sólo mi hijo sino que
son prácticamente todos. Todos. Y tengan en cuenta que trabajan, si, trabajan y
mucho, ya lo creo. Este mocoso, nos saca a todos de la cama a las seis de la
mañana y nos urge a prepararnos para llevarlo al colegio pues vamos a llegar
tarde. Su entrada al cole, es diariamente triunfal, con ganas de estar con sus
compañeros, ilusión por aprender cosas nuevas, y todo esto provocado por las
emociones gratificantes que le hacen sentir y vivir quienes le están formando.
Ustedes, papá y mamá, tienen un rol importantísimo en el desarrollo de sus
hijos. Proporcionarles cariño y afecto es lo más normal del mundo, pero debemos
enseñar a nuestros hijos que aprendan a imaginarse cosas o situaciones nuevas y
sentir emoción, lo que les hará aprender a tomar decisiones. La gente que no
tiene capacidad imaginativa suele ser gente que tiene dificultad en la toma de
decisiones pues le cuesta mucho y tiende a equivocarse muy frecuentemente.
Por otra parte también es
importante resaltar que las emociones influyen poderosamente en nuestra escala
de valores. Las emociones controlan a veces nuestros valores morales y éticos
en contra de la razón. Veamos el siguiente ejemplo: En un campo de
concentración se organiza una fuga de presos en un camión. Han de hacerlo en
silencio para no ser descubiertos pero les acompaña un bebé que de pronto
empieza a llorar; la razón dice que si le tapan la boca al pequeño lo ahogarán
y no los descubrirán; la emoción por el contrario dice que no podemos matar al
niño ya que sacrificaríamos un niño por x personas adultas para que finalmente
pudiéramos morir todos.
En síntesis, el sistema de
valores es inducido por la educación recibida de nuestros educadores que somos
prioritariamente nosotros, los papás. Así pues, la educación es el medio por el
que se modifica el sistema de valores ya que es la única forma o manera de
cambiar el cerebro. Es a través de las emociones como se hace la escala de
valores. Gracias a ellas, a las
emociones, construimos los valores que tenemos en nuestro comportamiento.
También hay que saber que las emociones son difíciles de cambiar y que no
pueden cambiarse con la utilización de la razón sino con otra emoción.
Este amplio y en este caso
resumido campo de las emociones juega un papel importante lo que se denomina
Inteligencia Emocional que es simplemente la combinación de nuestros
sentimientos, pensamientos y comportamientos. Quien tiene Inteligencia
Emocional también tiene Inteligencia Social que consiste en relacionarse
fácilmente con sus semejantes y que sin Inteligencia Emocional no hay
Inteligencia Social.
La Inteligencia Emocional
ayuda a vivir mejor y quienes la tienen disfrutan de mayor bienestar. Y ese
bienestar no es otra cosa que el equilibrio entre lo que te pides a ti mismo y
lo que realmente puedes hacer.
La Inteligencia Emocional se
aprende con la práctica y para ello hay que empezar conociendo las emociones
propias y más tarde las de los demás.
A pesar de su corta edad, mi pequeño
hace amigos y amigas por todos lados, lo que indica que tiene una Inteligencia
Social muy desarrollada y nos da lecciones a todos, a mi el primero. Que si he
aprendido algo de todo esto es gracias a él y a las conferencias magistrales
del español Dr. Ignacio Morgado que certifica cuanto digo en este artículo.
Aprovechando Pedro sus vacaciones,
se ha reunido con sus amigos y compañeros de colegio a practicar futbol y
natación. Tenían que haberles visto lo felices y contentos que estaban al
volver a verse después de un par de semanas de alejamiento. Los abrazos y la
felicidad brotaban por doquier.
Así que tomemos buena nota,
del ejemplo de nuestros pequeños hijos, nosotros los adultos que tantos y
tantos problemas nos buscamos nosotros solitos por falta de introspección de
nuestras capacidades y análisis de lo
que realmente podemos hacer.
A nadie se le debe pedir más
de lo que humanamente puede hacer y mucho menos a los niños. Por lo tanto,
mucho cuidadín con los deberes extraescolares, que a juicio de los expertos no
deberían existir. Y ahora, todos, niños, jóvenes y adultos cultivemos nuestras
emociones con unas buenas vacaciones y un descanso relajante, consistente
simplemente en cambiar por unos días la actividad diaria. Recarguemos nuestras
baterías con numerosas y motivadoras emociones.
Moraleja: “Planta tus
emociones motivadoras, riégalas diariamente con valores, cultívalas con esmero
y recogerás una excelente cosecha de amigos”
Así sea.
EL VIGÍA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario