En nuestra vida de relación social existen una serie
de normas o códigos de conducta que la hacen más llevadera y a las cuales hay
que atenerse si somos consecuentes con nuestros deberes ciudadanos. Así tenemos
el código de familia y dentro de este, el del padre, madre o hijos que nos
afectan según el rol que nos toque realizar para un buen desempeño familiar. El
código laboral, que marca las pautas a seguir por empresario y trabajadores
para una mejor relación en el trabajo. El código deportivo, para saber las
normas a cumplimentar para un mejor desarrollo de la competencia deportiva. El
código del honor, que afecta al buen nombre de las personas. Y así
sucesivamente en cada una de las facetas de nuestras vidas. Pero hay un aspecto
de nuestra vida de relación moderna que por supuesto también tiene su código de
actuación, aunque parece que su letra es ilegible, o lo que es lo mismo apenas
se cumple o respeta. Me estoy refiriendo al código de circulación viaria, con
la consiguiente problemática que afecta a sus actores principales que son
conductores, vehículos, vías, peatones y autoridades competentes.
En la vida moderna el vehículo sea de dos, tres, cuatro o más ruedas
se ha impuesto como vehículo de transporte bien sea como forma lúdica o
laboral. Y para su correcto desarrollo existen unas normas que no son
otras que las de la circulación. El
Código de la Circulación. Por lo que se ve es uno de los códigos más
incumplidos o ignorados por quienes están obligados a su cumplimentación o seguimiento.
Reitero que incumplido porque así se observa en el día a día, y también digo
ignorado por la falta de conocimiento o ignorancia de que hacen gala tanto
conductores como peatones. Estos últimos no tienen conocimiento alguno del rol
que desempeñan en la circulación, pues no han recibido formación alguna en la
etapa más propicia para ello, la escolar. Y en lo que se refiere a los
conductores, a los que habría que exigir bastante más que a los peatones, su
desconocimiento es grande y alarmante. La anarquía reinante en las acciones de
los profesionales o no del volante es elevadísima tanto en su número como en
sus infracciones. Su actuación en la conducción del vehículo es francamente
deplorable a cambio de una gran habilidad con el volante. Algo tan elemental
como mantener el carril propio es prácticamente desconocido e invadir el de la
derecha o izquierda sin previo aviso de señalización es harto normal. El que
primero mete el morro de su coche pasa. Y ya no digamos adelantamientos,
frenazos, aceleraciones, paros, giros y señalización. Todas y cada una de las
maniobras antes mencionadas tienen sus propios códigos que son olímpicamente
incumplidos por la mayoría de conductores. Y ese incumplimiento es debido a la
falta de formación. ¿Cuántos conductores saben que las luces de niebla solo se
deben encendedor, siempre acompañadas de las de cruce en caso de condiciones
atmosféricas adversas y por lo tanto de escasa visibilidad? En los otros casos
está terminantemente prohibida su utilización. Siempre hay que ceder el
paso a quién aparezca por tu derecha. No
se puede invadir una vía principal sin antes verificar que no se va a
entorpecer la circulación de otros vehículos que ya lo hacen por ella. Que para
economizar carburante hay que utilizar las marchas largas, que los peatones
tienen absoluta preferencia en un paso de peatones sea cual sea la luz
encendida del semáforo y así podría ponerse un montón más de ejemplos. El
problema no son las normas o códigos sino como decía antes, su incumplimiento.
Incumplimiento en la mayoría de los casos originado por desconocimiento del
usuario.
Y es que los brevetes son eso, brevísimos
documentos, por no decir regalos, que
habilitan legalmente para conducir. Brevetes que deberían sonrojar y abochornar
en muchos casos a quienes los expiden. No es aceptable bajo ningún concepto que
se “facilite” la adquisición de un Brevete a quién no demuestre tener un mínimo
conocimiento de las normas del Código de la Circulación y además acredite
fehacientemente que puede conducir sin riesgo para él y los demás un vehículo
por la vía pública. Los brevetes se continúan expidiendo como churros, con
todos mis respetos a los que cocinan las churreras de la Av. Pardo, que esos si
son buenos de verdad. Estamos hablando de una responsabilidad cívica, ciudadana y social elevadísima por las
consecuencias que acarrea su indebida adjudicación.
Otro aspecto de la circulación viaria hace
referencia a las vías o lugares de tránsito. Su estado y señalización
corresponde a la responsabilidad del Concejo de turno. El estado de pavimento,
la señalización, rompe muelles normalizados y debidamente señalizados, objetos
depositados indebidamente en la vía, cadenas de cierre de calles,
estacionamientos indebidos o inadecuados que impiden o al menos dificultan el
paso a terceros, todo ello es responsabilidad del Municipio. Cualquier
accidente o incidente originado por cualquiera de los hechos referenciados es
responsable civil subsidiario el Ayuntamiento correspondiente, contra el cual
deben tomarse las medidas legales pertinentes.
En cuanto a la autoridad competente, actualmente
corresponde a la Policía Nacional del Perú de Tránsito cuya trayectoria no es
precisamente “vitoreada” sino más bien censurada o al menos bastante dudosa.
Empiezan a levantarse voces, bastante autorizadas, que reclaman se imponga lo
que hace ya años viene haciéndose en muchas ciudades del mundo, que no es otra
cosa que mientras en los Municipios la circulación o tránsito es
responsabilidad de los Ayuntamientos mediante los controles de sus inspectores
o policías propios, en las carreteras corresponde a la Policía Nacional de
Tránsito. Estos Ayuntamientos responsables del correcto estado de las vías
urbanas lo son también de su aprovechamiento y para ello utilizan a sus propios
hombres que controlan y supervisan la correcta circulación, aplicando los
correctivos disuasorios correspondientes, tales como: Grúa Municipal, cepos
inmovilizadores, denuncias y sanciones.
Y así evitaríamos por ejemplo que la hermosa Avenida
Industrial de nuestra ciudad, que es la vía rápida por excelencia y de tres
carriles en cada sentido de la marcha, se haya convertido en la más
infrautilizada pues además de lugar de prácticas de aprendices de conductor y
hacinamiento de taxis en plena vía a
hora punta ante la entrada de SIDER Perú, se ha convertido en el “meódromo” de
la ciudad. Y no crean ustedes que es un problema de próstata de los
conductores, no, es algo mucho más sencillo, es un problema de civismo y
educación.
Moraleja: Los pasos de cebra hay que respetar para
que los peatones puedan pasar.
Así sea.
EL VIGÍA.
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