SIN PAGA EXTRA
En el principio nuestros primeros padres
disfrutaron de una situación privilegiada en la que podían disponer de todos
los bienes del Paraíso. Esa situación que en la actualidad se denominaría
subvención absoluta o renta universal, incluía entre otras cosas no tener que
trabajar para sobrevivir. Más tarde cayó sobre ellos el castigo de tener que
trabajar para poder vivir. Aquel castigo divino, miren si hemos evolucionado,
se convirtió con el paso del tiempo en lo que por su escasez es actualmente:
una bendición, o sea que aquel castigo divino del trabajo se convirtió en una
bendición humana.
A comienzos de los años 70 del siglo pasado,
cuando ya habían pasado más de 20 años del final de la Segunda Guerra Mundial,
los países occidentales habían desarrollado unos sistemas sociales integrados
por unos servicios públicos que resultaban bastante onerosos a los Estados. La
pregunta que muchos se hacían era: “¿Resulta rentable la inversión realizada
por las Administraciones?”. Algunos respondieron, y no eran precisamente de
izquierdas, que la solución era la creación de una “renta básica universal”. Y
eso lo dijeron economistas liberales como Milton Friedman, pues era una forma
de recortar el Estado de Bienestar, o lo que es lo mismo era preferible que
fuera el ciudadano quién gestionara sus propios recursos en lugar de las
administraciones públicas.
Con el objetivo de averiguar si un pago mínimo
mensual mejoraría la vida de los ciudadanos, o como auguraban los detractores,
impulsaría a la gente a la ociosidad, se implementó el “Experimento Mincome” en
un pueblecito canadiense de poco más de 8 mil habitantes llamado Dauphin en la
provincia de Manitoba. Se trataba de una comunidad agrícola que entre los años
1974 y 1979 vivió el sueño de la “RENTA BÁSICA UNIVERSAL”. En este experimento
financiado por la provincia de Manitoba y el Gobierno de Canadá, cada familia
recibía una renta mínima mensual, excepto aquellas que ingresaban más de 13 mil
dólares y tenían dos hijos o menos; las personas que trabajaban veían reducido
ese dinero en 50 centavos por cada dólar ganado en su trabajo. Las cantidades que se entregaban iban, de los
testimoniales cien dólares mensuales a unos cinco mil ochocientos dólares
anuales, o sea unos 500 dólares mensuales para los que carecían de otros
ingresos. A finales de los años 70, transcurridos cinco, la economía mundial
entró en crisis y el proyecto empezó a resultar demasiado caro para la economía
canadiense, lo que llevó al Gobierno a tener que cancelarlo. 30 Años más tarde,
en el 2009, la socióloga e investigadora Evelyn Forget llevó a cabo un análisis
del programa, procediendo a su publicación en el 2011. Las conclusiones de
Forget fueron altamente positivas. En primer lugar desmintió la principal
preocupación de los detractores de la medida ya que la motivación para buscar,
trabajar y rendir del principal trabajador de la familia no declinaba. Sí hubo
un pequeño descenso en la ocupación de adolescentes y madres de niños pequeños,
seguramente porque los primeros se vieron liberados de tener que apoyar
económicamente a las familias y los segundos podían dedicarse a sus hijos.
También se pusieron de manifiesto otros efectos positivos: las visitas al
médico se redujeron en un 8,5%, la salud mental de los ciudadanos mejoró y un
mayor número de adolescentes terminó sus estudios. También descendió la
violencia doméstica y el número de accidentes de coches, así como las
hospitalizaciones psiquiátricas. Los efectos no solo no perjudicaron al mercado
laboral, sino que permitieron a sus habitantes vivir más felices tanto a
aquellos que recibían la renta como el
resto. Un efecto indirecto y sorprendente de dicha renta.
Forget en su estudio nos dice que aquellos
habitantes de Dauphin, como hemos dicho antes, dedicados en su mayoría a la
agricultura estaban auto empleados y por lo tanto en el pasado habían convivido
con una acuciante incertidumbre que aquellas renta hizo desaparecer. “Aquello
les ofrecía estabilidad y sabían que iban a contar con algún apoyo, con
independencia de las variaciones de precios de la agricultura y de la
climatología”. “Sabían que una enfermedad repentina, una incapacidad o un
evento económico imprevisto no sería económicamente devastador”. El efecto más
llamativo fue la desaparición de esa incertidumbre inmovilizadora que produce
miedo a perderlo todo y que hace estragos en las clases más necesitadas. Pero
fundamentalmente como algunos habían previsto, los costes del Estado del
bienestar podían reducirse ya que la educación y la salud como hemos visto se
encontraban en manos del ciudadano. En países conservadores como Estados Unidos
han apoyado estas medidas. Por ejemplo, Richard Nixon, poco sospechoso de
izquierdista intentó sacar adelante en 1969 el Plan de Asistencia Familiar por
el cual las familias americanas se repartirían dos mil quinientos millones de
dólares en forma de renta. En el Senado, dado su elevado coste, no fue aprobado
por la oposición demócrata.
Hasta aquí el Experimento Mincome.
Han pasado 40 años y revivir aquellas
experiencias son harto difíciles, como fue entonces su continuidad dado el alto
coste económico inasumible a todas luces para la economía local, regional o
nacional. Si entonces resultó inasumible para una población de 8 mil habitantes
que será ahora para una población como la nuestra de cientos de miles de
habitantes. La idea de la donación de los 500 soles es tan sumamente
maravillosa como impropia de un gobernante cuerdo y que desea el bien real de
su pueblo.
Si bien la experiencia en su día resultó
positiva, extrapolarla a la realidad actual resulta de todo punto utópica,
tanto por su contenido dinerario como las fuentes de aprovisionamiento
económico. Lo que se ha expuesto en el principio de la campaña electoral, de hacer
la donación a cada familia, más tarde solamente a las necesitadas, y
últimamente mediante una contraprestación, ha terminado por ahora en un intento
frustrado de aumentarse el sueldo y dietas los directamente responsables de la
imposible implementación de la propuesta electoral. Sin dejar de recordar el
intento de que sea el pueblo el que sufrague mediante Waldotones las deudas impagadas
por importe de un millón de soles. Y mientras tanto miles de agricultores
votantes continúan a la espera de una explicación ante sus defraudadas
expectativas de los 500 soles. Finalmente volvamos al principio. Aquel castigo,
actualmente bendición, el trabajo, sería conveniente potenciarlo, que buena
falta hace para alegría y bienestar de tantas y tantas familias que tanto lo
necesitan. Y para empezar no estaría nada mas subir el Sueldo Mínimo Vital de esos 750 soles, que es todo menos Vital.
Moraleja:” De ilusión también se vive, y a
veces con hambruna” .
Así sea.
EL VIGÍA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario