Se dice que
uno es un espía cuando se dedica a observar o escuchar selectiva y
sigilosamente lo que acontece para obtener información o conocimiento en
provecho propio o de otros. Y se conoce como espionaje al conjunto de técnicas
e instrumentos encaminados a obtener datos de forma encubierta. Hay diversos
tipos de espionaje, desde el telefónico, pasando por el industrial y terminando
por el cibernético.
Las
técnicas más usuales utilizadas por los espías normalmente han sido la
infiltración o la penetración. La infiltración consiste en la incorporación de
un agente a lo que se pretende espiar, haciéndolo de manera oculta. A este tipo
de espía se le conoce como topo o agente encubierto. La penetración consiste en
conseguir la colaboración consciente o no de quien se pretende obtener
información para que la proporcione de forma confidencial. De ambas técnicas
tanto las agencias de inteligencia como los diferentes servicios de espionaje prefieren
la penetración, pues es mucho más segura y origina menor esfuerzo logístico que
la infiltración. En bastantes ocasiones
la/s persona/s que proporcionan los datos han sido persuadidas de hacerlo en
contra de su misma organización. Y para ello se utilizan como instrumentos el
soborno que consiste en la compra con dinero u otros medios, de la información
deseada, y/o el chantaje que consiste en la utilización de la coacción sobre el
colaborador acerca de su vida personal, sentimental o amorosa.
Han
existido a través de la historia numerosos espías que obtuvieron gran
relevancia y prestigio por los servicios prestados a sus respectivos países. Y
los ha habido de los dos sexos. Entre los masculinos sin duda alguna destacó
sobremanera el británico Kim Philby que durante casi 30 años actuó como espía
tanto a favor de la URSS como del Reino Unido. Y entre las féminas, sin duda
alguna Mata Hari ha sido la espía más conocida de la historia. Se trataba de
una bailarina y actriz de gran belleza que utilizó su hermosura y relación con
altos cargos militares y políticos para espiar a unos y otros en su propio
provecho. Su actuación como espía doble, tanto a favor de Francia como de
Alemania, hizo que tras ser descubierta fuera condenada a morir fusilada. Y
según cuenta la leyenda era de tal magnitud su belleza que al ser colocada ante
el pelotón y darse la orden de fuego, abriéndose su abrigo de pieles sin portar
debajo ropa alguna, hizo desmayar a sus integrantes teniendo que repetirse
dicho fusilamiento. Independientemente de estos métodos y técnicas que han
venido siendo utilizados tradicionalmente en la actualidad se ha dado paso a las
nuevas tecnologías tanto para obtener información como para contrarrestarla.
Así para lo primero se utilizan desde satélites hasta micro cámaras, pasando
por laptops y modernos celulares y para lo segundo el apantallamiento de
ordenadores o las salas Tempest construidas con materiales especiales que
atenúan o eliminan los campos magnéticos emitidos por los operadores y las
zonas de almacenamiento de información. Hasta aquí una breve descripción de ese
sórdido mundillo que en realidad mueve grandes cantidades de dinero. Sobre todo
el espionaje industrial.
Hace
un par de semanas se destapó en nuestro país un caso de espionaje tradicional
de carácter internacional que al parecer involucra a nuestro vecino del sur, Chile,
con nuestra marina, que mediante la técnica de penetración y el soborno al
parecer ha venido obteniendo información posiblemente reservada. La verdad es
que el acto realizado es de mala vecindad pues según el Derecho Internacional
ningún Estado tiene derecho a apropiarse de información que afecte a la seguridad
y defensa de otro. No descubro nada si digo que todos los países tienen su
propia red de espionaje y que si Chile lo tiene, Perú también. Y también digo
que nuestros espías parecen ser bastante mejor que los de ellos pues hasta
ahora no han sido detectados, sin duda por su habilidad, profesionalidad y
eficiencia. En cambio el espionaje chileno ha sido detectado y desenmascarado
con pelos y señales de sus miembros. Miembros pertenecientes a la marina de
guerra y con desempeño en relevantes cargos jerárquicos que lo que han hecho no
es más que un espionaje chapucero y tercermundista. Lo mismo que un par de
suboficiales peruanos. Y dada la jerarquía de estos últimos ya me dirán ustedes
la relevancia de los “secretos” transmitidos, sin perjuicio de su vergonzosa y
deshonesta actuación. En estos casos, los países suelen intercambiar aquello de
“y tú más” y sacarse los trapos sucios existentes, solo que los mapuches paren
no tener muestra alguna de nuestras supuestas acciones, que insisto, han debido
de existir. También es cierto que ningún Gobierno del mundo admitirá
públicamente sus actos de espionaje, de uno u otro tipo. Así, dudo mucho que la
Presidenta chilena, haya reconocido en el intercambio de notas diplomáticas, la
participación de sus Servicios de Inteligencia en el caso aludido y creo más
bien que manifestará su deseo de que la herida cicatrice prontamente aplicando
el bálsamo de la diplomacia.
Por
otra parte también hay que dejar constancia de que los Gobiernos suelen
aprovechar estos casos como cortinas de humo que suelen servir como distracción ante hechos de política interna. Y
el nuestro no ha sido la excepción ante los múltiples problemas surgidos
recientemente, y hallarse aderezado con unos índices de popularidad muy bajos.
Finalmente
les confesaré que esto del espionaje siempre me apasionó, y puedo afirmarles
que de acuerdo a la definición del principio, yo también fui espía. Si, como lo
leen. Yo también fui espía. Les cuento. En mi juventud, más bien adolescencia,
aprovechaba las noches del caluroso verano, cuando balcones y ventanas se
abrían de par en par para poder respirar, apoyando mis codos en el alfeizar de
la ventana de mi dormitorio, amparado por la oscuridad, espiaba con unos binoculares regalados por mi
padre, a la vecina de enfrente, una encantadora y curvilínea señorita que todas
las noches a la misma hora mostraba involuntariamente? sus encantos. La técnica
utilizada fue la de la infiltración en la distancia en su dormitorio, si bien
hubiera preferido la penetración. Puedo asegurarles que nunca necesité
incentivo alguno, al igual que mis amigos, que noche tras noche visitaban puntualmente
mi habitación. Y a diferencia de otros, jamás fuimos descubiertos.
Moraleja:”Siempre
el traidor es el vencido y el leal es el que vence” (Calderón de la Barca)
Así
sea.
EL
VIGÍA.
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