lunes, 27 de julio de 2015

ARTÍCULO: VIOLENCIA INTRAFAMILIAR


El lunes de la semana pasada estando circunstancialmente en la sala de espera del Instituto De Medicina Legal, coincidí con una joven señora que llevaba a su pequeño hijo de tres años en brazos ,y de su hija mayor de casi quince años que la acompañaba. Como la espera se prolongaba se hizo inevitable el diálogo. La joven señora, que había que calificarla más bien como  una hermosa joven, que por su apariencia de vestimenta y arreglo personal debía pertenecer a un estrato social bajo, como podría ser el Asentamiento Humano de San Pedro, me confesó que estaban allí para entrevistarse con la psicóloga forense ante las reiteradas violaciones sufridas por su hija mayor, allí presente y cuyo autor era la actual pareja de la señora, y las continuas amenazas de muerte a punta de pistola a que era sometida ella misma en caso de intentar abandonarle. Me contó aquella buena mujer, sin preguntarle nada, desde cómo se llamaba, Gladiolo en femenino, pasando por su edad, treinta años, hasta las barbaridades incluidos abortos y abusos reiterados sufridos por su adolescente hija. Mientras la joven madre no paraba de hablar, ante su imperiosa necesidad de desahogarse, de que la escucharan y atendieran, su hija que permanecía a su lado estaba con la mirada perdida y ausente del lugar. Me dijo que necesitaba urgentemente un abogado, costara lo que costara, para que aquel hombre no saliera más de la cárcel, me habló de los somníferos que le daba para mientras ella dormía vejar a su hija, de sendos abortos sufridos por la niña, de los lloros continuados de esta al entrar en la casa, de no querer entrar en ella y finalmente del gran temor que tenían no sólo de que aquel monstruo acabara con ellas si salía libre  sino de la familia de él, que ya las había amenazado de muerte. Y como colofón de todo aquello me confesó que su hija no se atrevía a corroborar la denuncia por temor a represalias, y me preguntaba qué pasaría si retiraban la denuncia, si saldría libre o no. En fin, llevaba ya varios días desde la detención del degenerado y continuaba en un estado de intenso shock emocional. Y es que al dolor de lo acontecido se unía el temor a las posibles represalias y la búsqueda  de cómo evitarlas. Este era un caso de los más desgarradores  de violencia dentro de una familia, aunque como posteriormente veremos hay otros tipos de violencia familiar que a pesar de pasar desapercibidos no son menos traumáticos. Es importante establecer la distinción entre el conflicto familiar y la violencia familiar. Hechos como discusiones, enfrentamientos verbales, y controversias en la familia no conducen necesariamente a la violencia pues para que una conducta se considere como tal es necesaria la intencionalidad de originar un daño. La violencia implica la utilización de la fuerza, bien física, psicológica o económica para producir un daño. Llegados hasta aquí será conveniente establecer las claves del contenido de lo que significa cada uno de los términos que la integran como son violencia, abuso, familia y tipos diferenciados. Como decíamos antes se considera violencia a cualquier acto que se realiza con fuerza o contra la voluntad de una persona  originándole daños físicos o emocionales. En pocas palabras, puede decirse que una acción violenta trata de imponer algo por la fuerza. Por otra parte, la familia es el ente más elemental y primario de la organización social humana y la integran el matrimonio o pareja y la prole. La violencia intrafamiliar o doméstica es en todos de los casos un abuso que acontece cuando uno o varios de los integrantes de la familia de forma deliberada maltrata física o emocionalmente a otro de sus integrantes. Generalmente suele darse en el entorno doméstico, el domicilio, aunque puede darse en otros lugares, siempre entre dos o más personas emparentadas por lazos de sangre o proximidad.  Los roles o funciones que se desarrollan son siempre dos: el del maltratador que actúa de forma activa y el maltratado de forma pasiva y recibe el maltrato. El primero trata de imponer su fuerza física o poder para abusar de otro familiar. Estos abusos suelen estar constituidos por agresiones físicas, malos tratos o imposiciones que originarán daños físicos como arañazos, heridas, fracturas o hematomas o daños psíquicos o emocionales como ansiedad, depresión, autoestima baja e incluso aislamiento social. De todo lo anterior se desprenden los diferentes tipos de violencia familiar existentes: Violencia física, sexual y psíquica o emocional.
La violencia física acontece cuando uno se impone a otro con el uso de la fuerza originando daños corporales de diferente intensidad, en unos casos leves y en otros graves como pueden ser fracturas, hemorragias o quemaduras pudiendo conducir hasta la muerte..
La violencia sexual se presenta cuando una persona es forzada a mantener contra su voluntad una relación sexual, incluso dentro del matrimonio. Es el caso del acoso, el abuso, la violación o el incesto. Esta violencia es de una gravedad extrema pues perjudica intensamente tanto la integridad física como la estabilidad emocional de quien la sufre.
He dejado para el final la Violencia Psíquica o Emocional por ser la que más desapercibida pasa y a la que menos importancia parece darse. Craso error. La integran el maltrato verbal, el rechazo,  el aislamiento, el ignorar, el chantaje, la manipulación, la intimidación, el terror y el abandono. En estos casos la víctima es insultada y/o humillada viéndose resentidas su autoestima originándole estados depresivos y trastornos de personalidad, sobre todo en los niños. Pensemos en un niño al que su madre lo ignora, le dice que lo va a abandonar, que su papá es malo, además le infringe amenazas y castigos con una correa y encima toma alcohol en su presencia.  Aquí ya no hay afectación física sino emocional o afectiva. En esos niños y adolescentes aparecerán problemas de aprendizaje, trastornos de la conducta, como irascibilidad, insomnio, enuresis (pipí nocturno) y procesos depresivos. Esta violencia al igual que las dos anteriores es un delito penado por la Ley, a pesar de ser muy poco denunciada pues la víctima siente vergüenza, miedo, y hasta culpa de denunciar, pues se trata de un miembro de su propia familia.
Un maltratador se caracteriza por su baja autoestima, no saber controlar sus impulsos, su falta de afectividad y también suele haber recibido malos tratos en su infancia. Las víctimas de  la violencia se caracterizan por ser sumisos, muy conformistas, no mostrar sus afectos y tener baja autoestima.
Aunque tradicionalmente ha sido la mujer la violentada empiezan a haber numerosos casos de hombres agredidos sobre todo psicológicamente que permanecen en silencio por convencionalismos sociales (temor al ridículo).
Moraleja: “Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego” (Mahatma  Gandhi)
Así sea.
EL VIGÍA.


ARTÍCULO: CONDUCTORES CÍVICOS E INCÍVICOS


Hacía una hora que iba conduciendo. El muchacho había salido de su ciudad de residencia, tras cambiar las cuatro ruedas de su vehículo Morris 1100 de los años setenta al comprobar su fuerte desgaste, y se trasladaba a otra localidad situada a ciento cincuenta kilómetros de distancia, por lo que le faltaba una media hora para llegar a su destino. Eran las tres y media de la tarde de un tórrido verano, con un calor auténticamente sofocante que invitaba a llevar, como era el caso, las ventanillas delanteras y traseras completamente abiertas para mitigar sólo aparentemente la elevada temperatura. El pensamiento de aquel conductor iba centrado en la fiesta de cumpleaños de un buen amigo, a la que acudía, con el fin de celebrarla y darle un fuerte abrazo de felicitación. Iba circulando sobre los cien kilómetros a la hora, por una recta impresionantemente larga que la hacía de gran visibilidad. A lo lejos divisó a un hombre que apareciendo por el margen derecho del sentido de la marcha, entraba en la carretera portando en su mano derecha un cubo o pozal, en el que más tarde se sabría llevaba guisantes, llegando a situarse en la mediana de la vía. En sentido contrario venía un vehículo pesado que captó la atención del que resultó ser un agricultor que no hacía otra cosa que estar muy atento a la aproximación del camión. El conductor del Morris, conforme se iba acercando comprobó que aquel agricultor, lejos de atender a los insistentes pitidos de aviso que este le efectuaba, continuaba  con la cabeza girada atendiendo la proximidad del camión, hasta que ante su llegada dio dos o tres pasos hacia atrás colocándose en el centro de la vía por la que circulaba el Morris. Los pitidos fueron insistentes, y en el último momento girando su cabeza vio aterrado como se le acercaba el coche, e intentó lo que no debe hacerse y todos hacemos, torear al coche, en vez de estarse quietecito, sin moverse. El conductor del Morris que venía frenando y dejando marcadas las huellas de sus nuevas ruedas, atropelló frontalmente al agricultor que primero cayó sobre el capó, rebotó sobre el techo y finalmente salió despedido por la parte trasera del vehículo quedando tendido en el centro de la calzada. Mientras todo esto ocurría el conductor, horrorizado y con el pedal del freno pisado a fondo había sobrepasado unos metros el lugar y conseguido parar su coche fuera de la carretera, en un ribazo de la huerta de donde había salido el agricultor. El estado de aquel conductor, al mismo tiempo que apagaba el encendido del coche y miraba por el espejo retrovisor como el hombre había quedado tendido en la carretera, era de auténtico shock. En fracciones de segundo, al mismo tiempo que no quitaba la vista del retrovisor, pasó por su mente: ¿Que hago aquí?, ¿Por qué me pasa esto a mí, precisamente a mí?. ¡Tierra trágame, yo me voy! La sensación de miedo y de que había que huir para no enfrentarse a la dura realidad se adueñó de él al tiempo que veía inundado el coche de los guisantes que momentos antes estaban en el pozal del agricultor. Hasta aquí  les he narrado lo que pasa en fracciones de segundo por la mente de un conductor cuando atropella a alguien. Le entra miedo, pavor y un auténtico pánico. Lo que ocurra después es lo que le convertirá en cívico ciudadano o incívico y fugitivo conductor, dependiendo fundamentalmente de su formación moral y de valores. Permítanme que continúe con la narración. Pero a pesar del pánico sufrido, la visión por el espejo del retrovisor, por el que veía retorcerse de dolor al accidentado, pudo más, fue más fuerte que el pánico que le embargaba. Salió del coche tembloroso al tiempo que corría hacia el agricultor.  Lo cogió en brazos y lo depositó en unas hierbas que había junto a la carretera. Siempre recordará aquel conductor las primeras palabras del viejo agricultor entre sollozos y gemidos de dolor: “Te has fijao, me ha pegao el empentón y se ha largao”, cuando la realidad era que estaba siendo transportado en sus brazos. El joven  conductor del Morris, volvió a levantar al herido bañado en sangre e introducirlo en el asiento trasero de su coche, trasladándolo hasta el médico más cercano, dos pueblos más allá. El diagnóstico fue de cuatro costillas rotas, brecha abierta en todo el muslo izquierdo, y múltiples contusiones y escoriaciones, y el pronóstico reservado, a la espera del transcurso de las 24 horas siguientes para ver evolución del paciente. Aquel campesino ya mayor y jubilado, se recuperó de todas sus heridas en el transcurso de dos meses, recibiendo reiteradas visitas del ya completamente tranquilizado conductor, llegando a convertirse en grandes amigos. En el atestado levantado por la policía de tráfico, pudieron comprobarse dos cosas fundamentales para el esclarecimiento del caso: una, la larga y continuada frenada del vehículo, y otra, que el atropellado era sordo como una tapia. Huelga decir que el joven conductor fue exonerado de toda responsabilidad.
Lo anteriormente narrado sirve para explicar la diferencia existente en un caso extremo entre lo que es un conductor cívico del que no lo es. Lo que pasó por la mente de aquel joven en los instantes posteriores al accidente es explicable y bastante normal desde el punto de vista psicológico pero no justificaría nunca no prestar auxilio al herido y menos el huir convirtiéndose en un fugitivo. Sin mencionar aquello de volver sobre sus ruedas para rematarlo y acabar con él, para evitar problemas de testigos y juicios, como ha habido más de un caso.
Una vez expuesto el caso extremo anterior, conviene hacer referencia a otras actuaciones de conductores incívicos. Un porcentaje elevado de conductores insultan al conducir y otro mayor abusa del claxon. Ambas acciones, nos dicen los expertos, implican una actitud agresiva y suponen un peligro para la seguridad vial, porque este tipo de conducción suele llevar aparejada otras como el exceso de velocidad o apurar los semáforos en ámbar. Según los psicólogos el vehículo es una prolongación de la vida del usuario. Y también es cierto que muchas personas se transforman cuando se suben a un coche. Según estudios del área de Seguridad Vial de la Fundación Mafre, un 46% de conductores encuestados indican que se comportan peor al volante que en su vida normal. En el Barómetro Europeo de Conducción Responsable del 2015, se indica que un porcentaje elevado de conductores rompen deliberadamente la distancia de seguridad y se pega al turismo de delante cuando les irrita otro conductor.” En todas estas actitudes influyen las prisas, el estrés y los atascos, entre otros factores. Por ello, se producen principalmente en capitales o grandes ciudades”. Como prueba, basta circular por la Avd.Meig tanto en uno como otro sentido de la marcha a primera hora de la mañana. Los técnicos del Real Automóvil  Club de Catalunya (RACE) también dicen: “Los jóvenes tienden a una conducta más exhibicionista. Buscan el posicionamiento dentro del grupo a través de una mayor agresividad en la carretera”. Hace ya unos años, concretamente en el 2011, un estudio estadístico de la Universidad de Valladolid (España) ya indicaba que los hombres eran más propensos a esa actitud que las mujeres. También resulta llamativo que la percepción de los actos incívicos propios como la agresividad o el nerviosismo apenas son reconocidos por el propio conductor, según nos indica el Baremo aludido, para contrariamente, un porcentaje muy elevado considerar que el resto de conductores sí son agresivos. Perfectamente aplicable aquello de: “No mires la paja en el ojo ajeno, si no la viga en el tuyo propio”.
Finalmente y como fácil acertijo les dejo que adivinen la identidad de aquel joven conductor del Morris 1100.
Moraleja:”Hay tres venenos primordiales: La pasión, la agresión y la ignorancia”(Pema Chôdron)
Así sea

EL VIGÍA.

ARTÍCULO: VÁNDALOS Y KAMIKAZES AL VOLANTE

                       
El pasado 6, Día del Maestro, aprovechando el descanso escolar de mi pequeño hijo, dediqué la tarde para en compañía de un amigo y su hijo también compañero del mío, salir hasta el Bulevar de la Av. Pardo  donde los niños jugaron y se distrajeron  mientras los papás charlábamos sin perderles de vista. Previamente nos habíamos acercado en mi coche hasta la cuadra de la Comisaría, frente al Bulevar y allí, pensando en su seguridad lo estacioné. Al volver, aproximadamente una hora después, me tranquilicé al ver a distancia que el vehículo continuaba allí, de que no se lo habían llevado, ni sustraída pertenencia alguna. Introduje a los niños en el interior y al cerrar la puerta trasera izquierda observé atónito los desperfectos que sufría mi coche, que consistían en un profundo corte y raspadura de la carrocería en su faldón trasero sobre la rueda. Corte de unos ocho cm. de largo por dos de ancho y dos de profundidad. Como digo, quedé sobrecogido ante lo que veía. Mi gozo en un pozo. El coche estaba allí pero en un estado lamentable. Y todo esto ante la Comisaría, a escasos veinte metros de la puerta principal. Alguien, un auténtico animal por su brutalidad, mal conductor, pues demostró que no sabía conducir y además incívico ciudadano por no dejar su identidad o teléfono de contacto, había desaparecido sin dejar rastro alguno para su identificación. ¿Cómo voy a pretender, al menos una explicación de lo ocurrido si su civismo  del que carece le impide muy probablemente,  ofrecer auxilio y socorro  a la víctima atropellada e incluso darse a la fuga para evitar responsabilidades?. Esta es una de las realidades del día a día en las vías de circulación tanto urbanas como interurbanas de nuestra geografía local. Y es que una sociedad tradicionalmente, tranquila, pacífica y hospitalaria se ha convertido de un tiempo a esta parte, en lo que a la circulación viaria se refiere, y ya no digamos en otros aspectos, en un lugar intransitable, peligroso e inhóspito. Y todo ello por la presencia de unos desaprensivos e impresentables conductores que infringen todas y cada una de las normas de circulación, desde las más elementales hasta, ya no digamos, las más complejas. Todo ello, de lo que más adelante haremos una breve descripción, sirve para afirmar que nos hallamos ante un auténtico vandalismo circulatorio protagonizado por unos verdaderos energúmenos. Ese adjetivo calificativo de vándalos proviene del nombre de una tribu bárbara de procedencia germánica (Europa), que en el siglo V invadió Hispania y posteriormente el norte de África, caracterizada por la suma violencia, brutalidad y espíritu destructor que iban dejando al paso de sus conquistas. De ahí que así se denomine actualmente a quien así actúa, como es el caso que estoy refiriendo. Vándalos.
Así vemos que semáforos y pasos de peatones no se respetan, al igual que la preferencia que tiene el peatón sea donde sea y esté donde esté sobre cualquier vehículo; agentes de tráfico, incluso femeninos, insultados y agredidos en el mejor de los casos, si no son atropellados y abandonados, como también se hace con los peatones; peleas entre conductores, bastantes de ellos embriagados superando ampliamente la dosis permitida; conductores sin brevete ni seguro obligatorio, y en fin, con desconocimiento absoluto del Código de la Circulación y su Normativa, como es circular manteniendo la derecha en el sentido de la marcha; utilizar el carril izquierdo del sentido de la marcha sólo para adelantar; circular manteniendo el carril propio; señalar con antelación y el intermitente correspondiente la maniobra de cambio de carril, giro o pare para avisar a otros conductores; circular marcha atrás lo imprescindible únicamente en los estacionamientos; iniciar la marcha, previa señalización sin interferir en la circulación de otros vehículos; en las intersecciones ceder el paso a los vehículos que aparecen por la derecha; acceder a las vías principales con precaución una vez comprobada la posibilidad de hacerlo sin molestar a los que por ella transitan; no sobrepasar los límites de velocidad establecidos;  no adelantar cuando el vehículo que nos precede está señalando que va a hacerlo , incluso aunque no haya iniciado la maniobra. Y en fin que el color rojo significa detención o peligro, el ámbar precaución y el verde vía libre. Y aunque el código no lo indique, lo digo yo, el morado dolor, y el negro luto.
Al igual que de vándalos, a muchos de ellos, sobre todo colectivos, de los que hoy no hablaremos de su desfachatez y sinvergüencería al continuar sin ajustar sus tarifas a pesar de la bajada de los precios de los carburantes  y no cumplir la ley vigente con universitarios y escolares, sino que por su actuación al volante cabe calificarlos como kamikazes. Calificativo dado a aquellos pilotos de aviones japoneses en la segunda guerra mundial que no dudaban en estrellar sus aparatos contra los barcos enemigos provocándoles graves daño e incluso el hundimiento, con un desprecio absoluto de sus propias vidas, si bien con el honor? de hacerlo por su patria. Pues bien, estos kamikazes de coches de aquí no dudan en meter el morro de su coche, invadiendo el carril contiguo a pesar de estar ocupado, para vanagloriarse vergonzosamente de lo listos, atrevidos y rápidos que son. De esta manera estos seudo conductores reflejan su total desprecio por la vida, sólo que en este caso, no desprecian la suya sino la del prójimo que les importa un pimiento.
Además el civismo de estos conductores es desalentador. La Avda Industrial, vía de circulación rápida, la han convertido en el meódromo de la ciudad, donde van a desaguar estos impresentables sin importarles lo más mínimo el paso de otros vehículos con mujeres y niños entre otros. O sea, no es solo falta de educación viaria y cívica sino también en valores. La primera debería adquirirse con la obtención del Brevete que parece ser se expende en tómbolas o ferias. Y a lo peor resulta que es así, que los brevetes se pueden obtener en bastantes casos con la corruptela consiguiente. En lo que se refiere al civismo ¡con lo poco que cuesta salir de casa con la boca lavada, meadito y bien aseadito¡. Y  en lo que se refiere a los valores, también están ausentes, tales como el respeto al prójimo, la cortesía y ya no digamos la solidaridad. Situación francamente deplorable. Y mientras tanto nuestras autoridades nos hablan de foto papeletas en el centro de la ciudad, cuento chino como en su día lo fue el de los semáforos superdotados, o también ahora el impuesto por pisar la terminal del Chimbador antes de embarcar, como si se tratara de un museo imperial con Maharajá incluido. ¡Habrase visto majaderías tan grandes!
Petición: San Cristóbal, patrón de los conductores, échanos una manita, que buena falta nos hace.
Moraleja: “Condúcete, cómo quieres que contigo se conduzcan”.
Así sea.

EL VIGÍA

ARTÍCULO: CRÓNICA DE HUIDAS ANUNCIADAS


Hace pocas fechas, desayunando con mi buen amigo y mejor abogado  Teo Dioses, comentábamos la actualidad local y coincidíamos en la gran cantidad de gente que evadía la acción de la Justicia huyendo de su cumplimiento. Y coincidíamos en el siguiente diagnóstico: “Esto se ha convertido en una crónica de huidas anunciadas”. Y esa expresión una vez analizada tiene un significado bastante ajustado a la realidad actual, en la que quienes son sujetos de la huida han anunciado previamente su estado de no disposición para afrontar lo que se les ordena, convirtiéndose en anunciados prófugos o fugitivos de la Justicia. Y es que huir precipitadamente de un lugar por temor a un daño o peligro que acecha no siempre es honesto pues tiene sus matices. Matices que unas veces justifican la acción y otras no. Así vemos históricamente como el éxodo de José, María y Jesús a Egipto ante la persecución decretada por el Rey Herodes que pretende matar al Niño (matanza de los Santos Inocentes), se trata de una huida justificada moral y éticamente, como también lo había sido anteriormente la salida de Egipto de los oprimidos y esclavizados israelitas dirigidos por Moisés camino de la tierra prometida, o más tarde en el año 622 de nuestra era cuando Mahoma, que ha sufrido varios atentados, se traslada de La Meca  a Medina, arrastrando una gran migración de musulmanes seguidores de su prédica, dando lugar a lo que más tarde se conocerá como Hégira, que es el principio de la era musulmana. Así es como por extensión, se aplica este término de Hégira a cualquier fuga o huida acontecida. Hasta aquí una brevísima reseña de fugas o huidas justificadas y ejemplarizantes que sirven de contraste con esa otra Hégira que estamos viviendo con la continuada evasión de responsabilidades de fugitivos de la acción de la Justicia. Y además de forma masiva. Es continua la evasión de la acción privativa de libertad dictada judicialmente. Sabido es que después del derecho a la preservación de la propia vida está el de la libertad individual, amparados por la Ley, y como tales, bienes que el individuo, el legislador y la justicia deben proteger y cuidar con esmero. Esa libertad individual, es irrenunciable mientras sea bien y correctamente utilizada, y puede perderse cuando se convierte en libertinaje o lo que es lo mismo, un uso inadecuado o delictivo de ella, siempre en detrimento de la sociedad. O sea, cuando se aplica aquello de “Lo ancho para mí y lo estrecho para los demás” es el momento en el que se está haciendo un uso torticero de ese bien tan preciado que es la libertad. El caso es que, como decía al principio, cada día son más los casos de personajes huidos de la acción de la Justicia. Pero lo grave es que esos que evaden la acción de la justicia no son sólo aquellos de los que se intuye su indiciaria participación delictiva y que ni siquiera son presentados ante el juez como presuntos delincuentes, sino esos otros con dictámenes de prisión preventiva que se declaran a los cuatro vientos inocentes y “libres”, aduciendo generalmente aquello tan manido de “perseguido político” pasando a engrosar la larga lista de prófugos o fugitivos de la justicia en vez de presentarse ante el juez. Teniendo siempre en cuenta que esa actitud constituye un nuevo delito al desobedecer el mandato judicial. Actualmente la lista de prófugos es larguísima y además en algunos casos anunciada previamente por ellos mismos. Fugitivos que no dudan en pasar fronteras, huyendo del país como el caso en su día de los extraditados y hoy condenados ex presidente Alberto Fujimori  y su hombre de confianza Vladimiro Montesinos. Al igual que  Rosa Fujimori y Victor Aritomi que siguen en paradero desconocido y por lo tanto continúan siendo fugitivos de la Justicia. Otros distinguidos prófugos fueron en su día José Enrique Crousillat y Rómulo León, así como el futbolista Roberto Martínez. Recientemente han dejado de pertenecer al grupo de prófugos internacionales tanto Rodolfo Orellana como Martín Belaunde Lossio, al ser el primero expulsado y el segundo extraditado de Colombia y Bolivia respectivamente. También a Ludith Orellana y Benedicto Jiménez se les ha puesto fin a su huida. Finalmente,  en nuestra Región permanecen como fugitivos personalidades que recientemente ostentaban cargos de elección o relevancia social y a los que se les ha dictado orden de búsqueda y captura como es el caso de los ex alcaldes Francisco Gascó, Rommel Meza y José Luis Lomparte. Sin olvidar a los numerosos implicados en el caso Centralita que han evadido la acción de la justicia y con su huida dificultado las investigaciones del caso. Hasta aquí una sencilla y mínima relación de personas que han ostentado el calificativo de prófugos sin pretender hacer hincapié en sus nombres sino en la relevancia y alarma social que provocan en el hombre de la calle. Éste ve con perplejidad como delincuentes con relevancia social evaden la acción de la Justicia con aparente facilidad, concretamente en lo que se refiere a la entrada en prisión una vez ordenada por el Juez, mientras otros que carecen de ese renombre o importancia sí son localizados, apresados e ingresados rápida e inmediatamente. ¿Por qué será?. El tema es de suma gravedad.
 Pero quizá sea de mucha, muchísima más gravedad lo que puede producirse en cualquier momento y es en el caso de que unos condenados, no a dos, ni cuatro, ni seis, sino a más años de cárcel, por enriquecimiento ilícito en agravio del estado, que siguen gozando de libertad por gracia concedida por el Sr. Juez por su “buen comportamiento”, a la espera del resultado de su apelación y con unas medidas restrictivas leves, puedan convertirse en nuevos prófugos de la Justicia, a pesar de sus promesas de sometimiento a la Ley. Promesas que puede llevarse el viento a poco que sople la brisa en nuestro puerto. “Así se las ponían a Fernando VII”, dicho sobre el rey español al que le gustaba a pesar de su torpeza jugar al villar, y sus ayudantes colocaban distraída y adecuadamente las bolas para sus carambolas, de forma que siempre ganaba las partidas. Lo mismo parece se está haciendo en este caso. Desde luego que el riesgo que se corre es elevadísimo y más con la situación procesal actual de alguno de los condenados, concretamente Dña. Victoria Espinoza y la alarma social que sus sucesivos enjuiciamientos han originado. En mi opinión la diferencia la marca el caso reciente del muchacho de dieciocho años que por robar un teléfono purga con inmediatez trece años de cárcel y que sin interrupción y todo seguidito va del juzgado a Cambio Puente, como normalmente viene haciéndose. Y es que siempre ha habido clases: desde las de inglés, francés, alemán, etc, etc, en las que el que se inicia no entiende gran cosa, hasta de política parda como parece ser el caso y en la que tampoco se entiende nada.
Moraleja: “A buen entendedor pocas palabras bastan”
Así sea.

EL VIGÍA