Hace
pocas fechas, desayunando con mi buen amigo y mejor abogado Teo Dioses, comentábamos la actualidad local
y coincidíamos en la gran cantidad de gente que evadía la acción de la Justicia
huyendo de su cumplimiento. Y coincidíamos en el siguiente diagnóstico: “Esto
se ha convertido en una crónica de huidas anunciadas”. Y esa expresión una vez
analizada tiene un significado bastante ajustado a la realidad actual, en la
que quienes son sujetos de la huida han anunciado previamente su estado de no disposición
para afrontar lo que se les ordena, convirtiéndose en anunciados prófugos o
fugitivos de la Justicia. Y es que huir precipitadamente de un lugar por temor
a un daño o peligro que acecha no siempre es honesto pues tiene sus matices. Matices
que unas veces justifican la acción y otras no. Así vemos históricamente como el
éxodo de José, María y Jesús a Egipto ante la persecución decretada por el Rey
Herodes que pretende matar al Niño (matanza de los Santos Inocentes), se trata
de una huida justificada moral y éticamente, como también lo había sido
anteriormente la salida de Egipto de los oprimidos y esclavizados israelitas dirigidos
por Moisés camino de la tierra prometida, o más tarde en el año 622 de nuestra
era cuando Mahoma, que ha sufrido varios atentados, se traslada de La Meca a Medina, arrastrando una gran migración de
musulmanes seguidores de su prédica, dando lugar a lo que más tarde se conocerá
como Hégira, que es el principio de la era musulmana. Así es como por
extensión, se aplica este término de Hégira a cualquier fuga o huida acontecida.
Hasta aquí una brevísima reseña de fugas o huidas justificadas y ejemplarizantes
que sirven de contraste con esa otra Hégira que estamos viviendo con la continuada
evasión de responsabilidades de fugitivos de la acción de la Justicia. Y además
de forma masiva. Es continua la evasión de la acción privativa de libertad
dictada judicialmente. Sabido es que después del derecho a la preservación de
la propia vida está el de la libertad individual, amparados por la Ley, y como
tales, bienes que el individuo, el legislador y la justicia deben proteger y
cuidar con esmero. Esa libertad individual, es irrenunciable mientras sea bien
y correctamente utilizada, y puede perderse cuando se convierte en libertinaje
o lo que es lo mismo, un uso inadecuado o delictivo de ella, siempre en
detrimento de la sociedad. O sea, cuando se aplica aquello de “Lo ancho para mí
y lo estrecho para los demás” es el momento en el que se está haciendo un uso
torticero de ese bien tan preciado que es la libertad. El caso es que, como
decía al principio, cada día son más los casos de personajes huidos de la
acción de la Justicia. Pero lo grave es que esos que evaden la acción de la
justicia no son sólo aquellos de los que se intuye su indiciaria participación
delictiva y que ni siquiera son presentados ante el juez como presuntos
delincuentes, sino esos otros con dictámenes de prisión preventiva que se
declaran a los cuatro vientos inocentes y “libres”, aduciendo generalmente
aquello tan manido de “perseguido político” pasando a engrosar la larga lista
de prófugos o fugitivos de la justicia en vez de presentarse ante el juez.
Teniendo siempre en cuenta que esa actitud constituye un nuevo delito al desobedecer
el mandato judicial. Actualmente la lista de prófugos es larguísima y además en
algunos casos anunciada previamente por ellos mismos. Fugitivos que no dudan en
pasar fronteras, huyendo del país como el caso en su día de los extraditados y
hoy condenados ex presidente Alberto Fujimori
y su hombre de confianza Vladimiro Montesinos. Al igual que Rosa Fujimori y Victor Aritomi que siguen en
paradero desconocido y por lo tanto continúan siendo fugitivos de la Justicia. Otros
distinguidos prófugos fueron en su día José Enrique Crousillat y Rómulo León,
así como el futbolista Roberto Martínez. Recientemente han dejado de pertenecer
al grupo de prófugos internacionales tanto Rodolfo Orellana como Martín
Belaunde Lossio, al ser el primero expulsado y el segundo extraditado de
Colombia y Bolivia respectivamente. También a Ludith Orellana y Benedicto
Jiménez se les ha puesto fin a su huida. Finalmente, en nuestra Región permanecen como fugitivos
personalidades que recientemente ostentaban cargos de elección o relevancia
social y a los que se les ha dictado orden de búsqueda y captura como es el
caso de los ex alcaldes Francisco Gascó, Rommel Meza y José Luis Lomparte. Sin
olvidar a los numerosos implicados en el caso Centralita que han evadido la
acción de la justicia y con su huida dificultado las investigaciones del caso. Hasta
aquí una sencilla y mínima relación de personas que han ostentado el
calificativo de prófugos sin pretender hacer hincapié en sus nombres sino en la
relevancia y alarma social que provocan en el hombre de la calle. Éste ve con
perplejidad como delincuentes con relevancia social evaden la acción de la
Justicia con aparente facilidad, concretamente en lo que se refiere a la
entrada en prisión una vez ordenada por el Juez, mientras otros que carecen de
ese renombre o importancia sí son localizados, apresados e ingresados rápida e
inmediatamente. ¿Por qué será?. El tema es de suma gravedad.
Pero quizá sea de mucha, muchísima más
gravedad lo que puede producirse en cualquier momento y es en el caso de que unos
condenados, no a dos, ni cuatro, ni seis, sino a más años de cárcel, por
enriquecimiento ilícito en agravio del estado, que siguen gozando de libertad
por gracia concedida por el Sr. Juez por su “buen comportamiento”, a la espera
del resultado de su apelación y con unas medidas restrictivas leves, puedan
convertirse en nuevos prófugos de la Justicia, a pesar de sus promesas de
sometimiento a la Ley. Promesas que puede llevarse el viento a poco que sople
la brisa en nuestro puerto. “Así se las ponían a Fernando VII”, dicho sobre el
rey español al que le gustaba a pesar de su torpeza jugar al villar, y sus
ayudantes colocaban distraída y adecuadamente las bolas para sus carambolas, de
forma que siempre ganaba las partidas. Lo mismo parece se está haciendo en este
caso. Desde luego que el riesgo que se corre es elevadísimo y más con la
situación procesal actual de alguno de los condenados, concretamente Dña.
Victoria Espinoza y la alarma social que sus sucesivos enjuiciamientos han
originado. En mi opinión la diferencia la marca el caso reciente del muchacho
de dieciocho años que por robar un teléfono purga con inmediatez trece años de
cárcel y que sin interrupción y todo seguidito va del juzgado a Cambio Puente,
como normalmente viene haciéndose. Y es que siempre ha habido clases: desde las
de inglés, francés, alemán, etc, etc, en las que el que se inicia no entiende
gran cosa, hasta de política parda como parece ser el caso y en la que tampoco
se entiende nada.
Moraleja:
“A buen entendedor pocas palabras bastan”
Así
sea.
EL
VIGÍA
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