El
pasado 6, Día del Maestro, aprovechando el descanso escolar de mi pequeño hijo,
dediqué la tarde para en compañía de un amigo y su hijo también compañero del
mío, salir hasta el Bulevar de la Av. Pardo donde los niños jugaron y se distrajeron mientras los papás charlábamos sin perderles
de vista. Previamente nos habíamos acercado en mi coche hasta la cuadra de la
Comisaría, frente al Bulevar y allí, pensando en su seguridad lo estacioné. Al
volver, aproximadamente una hora después, me tranquilicé al ver a distancia que
el vehículo continuaba allí, de que no se lo habían llevado, ni sustraída
pertenencia alguna. Introduje a los niños en el interior y al cerrar la puerta
trasera izquierda observé atónito los desperfectos que sufría mi coche, que
consistían en un profundo corte y raspadura de la carrocería en su faldón
trasero sobre la rueda. Corte de unos ocho cm. de largo por dos de ancho y dos
de profundidad. Como digo, quedé sobrecogido ante lo que veía. Mi gozo en un
pozo. El coche estaba allí pero en un estado lamentable. Y todo esto ante la
Comisaría, a escasos veinte metros de la puerta principal. Alguien, un
auténtico animal por su brutalidad, mal conductor, pues demostró que no sabía
conducir y además incívico ciudadano por no dejar su identidad o teléfono de
contacto, había desaparecido sin dejar rastro alguno para su identificación. ¿Cómo
voy a pretender, al menos una explicación de lo ocurrido si su civismo del que carece le impide muy
probablemente, ofrecer auxilio y
socorro a la víctima atropellada e
incluso darse a la fuga para evitar responsabilidades?. Esta es una de las
realidades del día a día en las vías de circulación tanto urbanas como
interurbanas de nuestra geografía local. Y es que una sociedad tradicionalmente,
tranquila, pacífica y hospitalaria se ha convertido de un tiempo a esta parte,
en lo que a la circulación viaria se refiere, y ya no digamos en otros
aspectos, en un lugar intransitable, peligroso e inhóspito. Y todo ello por la
presencia de unos desaprensivos e impresentables conductores que infringen
todas y cada una de las normas de circulación, desde las más elementales hasta,
ya no digamos, las más complejas. Todo ello, de lo que más adelante haremos una
breve descripción, sirve para afirmar que nos hallamos ante un auténtico
vandalismo circulatorio protagonizado por unos verdaderos energúmenos. Ese
adjetivo calificativo de vándalos proviene del nombre de una tribu bárbara de
procedencia germánica (Europa), que en el siglo V invadió Hispania y
posteriormente el norte de África, caracterizada por la suma violencia,
brutalidad y espíritu destructor que iban dejando al paso de sus conquistas. De
ahí que así se denomine actualmente a quien así actúa, como es el caso que
estoy refiriendo. Vándalos.
Así
vemos que semáforos y pasos de peatones no se respetan, al igual que la
preferencia que tiene el peatón sea donde sea y esté donde esté sobre cualquier
vehículo; agentes de tráfico, incluso femeninos, insultados y agredidos en el
mejor de los casos, si no son atropellados y abandonados, como también se hace
con los peatones; peleas entre conductores, bastantes de ellos embriagados
superando ampliamente la dosis permitida; conductores sin brevete ni seguro obligatorio,
y en fin, con desconocimiento absoluto del Código de la Circulación y su
Normativa, como es circular manteniendo la derecha en el sentido de la marcha;
utilizar el carril izquierdo del sentido de la marcha sólo para adelantar;
circular manteniendo el carril propio; señalar con antelación y el intermitente
correspondiente la maniobra de cambio de carril, giro o pare para avisar a
otros conductores; circular marcha atrás lo imprescindible únicamente en los
estacionamientos; iniciar la marcha, previa señalización sin interferir en la
circulación de otros vehículos; en las intersecciones ceder el paso a los
vehículos que aparecen por la derecha; acceder a las vías principales con
precaución una vez comprobada la posibilidad de hacerlo sin molestar a los que
por ella transitan; no sobrepasar los límites de velocidad establecidos; no adelantar cuando el vehículo que nos
precede está señalando que va a hacerlo , incluso aunque no haya iniciado la
maniobra. Y en fin que el color rojo significa detención o peligro, el ámbar
precaución y el verde vía libre. Y aunque el código no lo indique, lo digo yo,
el morado dolor, y el negro luto.
Al
igual que de vándalos, a muchos de ellos, sobre todo colectivos, de los que hoy
no hablaremos de su desfachatez y sinvergüencería al continuar sin ajustar sus
tarifas a pesar de la bajada de los precios de los carburantes y no cumplir la ley vigente con
universitarios y escolares, sino que por su actuación al volante cabe
calificarlos como kamikazes. Calificativo dado a aquellos pilotos de aviones
japoneses en la segunda guerra mundial que no dudaban en estrellar sus aparatos
contra los barcos enemigos provocándoles graves daño e incluso el hundimiento, con
un desprecio absoluto de sus propias vidas, si bien con el honor? de hacerlo
por su patria. Pues bien, estos kamikazes de coches de aquí no dudan en meter
el morro de su coche, invadiendo el carril contiguo a pesar de estar ocupado,
para vanagloriarse vergonzosamente de lo listos, atrevidos y rápidos que son.
De esta manera estos seudo conductores reflejan su total desprecio por la vida,
sólo que en este caso, no desprecian la suya sino la del prójimo que les
importa un pimiento.
Además
el civismo de estos conductores es desalentador. La Avda Industrial, vía de
circulación rápida, la han convertido en el meódromo de la ciudad, donde van a
desaguar estos impresentables sin importarles lo más mínimo el paso de otros
vehículos con mujeres y niños entre otros. O sea, no es solo falta de educación
viaria y cívica sino también en valores. La primera debería adquirirse con la
obtención del Brevete que parece ser se expende en tómbolas o ferias. Y a lo
peor resulta que es así, que los brevetes se pueden obtener en bastantes casos con
la corruptela consiguiente. En lo que se refiere al civismo ¡con lo poco que
cuesta salir de casa con la boca lavada, meadito y bien aseadito¡. Y en lo que se refiere a los valores, también
están ausentes, tales como el respeto al prójimo, la cortesía y ya no digamos
la solidaridad. Situación francamente deplorable. Y mientras tanto nuestras
autoridades nos hablan de foto papeletas en el centro de la ciudad, cuento
chino como en su día lo fue el de los semáforos superdotados, o también ahora
el impuesto por pisar la terminal del Chimbador antes de embarcar, como si se
tratara de un museo imperial con Maharajá incluido. ¡Habrase visto majaderías
tan grandes!
Petición:
San Cristóbal, patrón de los conductores, échanos una manita, que buena falta
nos hace.
Moraleja:
“Condúcete, cómo quieres que contigo se conduzcan”.
Así
sea.
EL
VIGÍA
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