Son
muchos, muchísimos, demasiados ruidos los que nos acompañan. Mañana, tarde y
noche los tenemos ahí, siempre presentes, como lo más natural del mundo. Son
ruidos no solo acústicos como los del tráfico de la ciudad y las músicas estridentes
del vecindario, sino también los que se desprenden de los numerosos accidentes
de circulación, o de las histriónicas
actuaciones de algunos jueces, o también de algún que otro fiscal, sin olvidar
las agresiones sufridas por agentes de tráfico. Todo ello cabe calificarlo de
ruido, ruido ensordecedor, que se amontona a nuestro alrededor y llega a
producir en el desprotegido ciudadano un estrés agotador. Así pues no sólo nos
acompaña el ruido ambiental sino también suelen hacerlo esos otros como los
llamados ruidos judiciales, políticos, sociales, etc. etc. Como si no
tuviéramos suficiente con los primeros, que atacan al sistema auditivo, aparece
cotidianamente ese otro tipo de ruido que agrede nuestra mente.
Entrando
en materia, cabe calificar de aborrecibles los cláxones de los automóviles,
principalmente colectivos que circulan por la ciudad. Ya no sólo es el aviso de
su presencia y que tiene plazas libres disponibles sino que incluso se utiliza
en plena circulación para indicar su presencia en las intersecciones, como
aquel que dice: el que avisa no es traidor. O también en los adelantamientos
indebidos, justificados con un pitido o incluso en los cambios de carril en
diagonal sin respetar al que circule por su derecha o izquierda. Y ya no digamos
los pitazos que sufrimos los pobres peatones que osamos cruzar una calzada, por
el señalizado paso de peatones. Pitazo con susto, insulto y a veces roce
incluido. Hay mucho, demasiado energúmeno suelto, unos con brevete y otros sin.
Parece ser que en breve la prueba de circulación para la obtención del brevete
se hará en las vías abiertas al tráfico y sería deseable que los nuevos
conductores, con esa nueva prueba y superadas las Psicofísicas circulen mejor. Pero eso parece ser como
pedir peras al olmo. Imposible. No cabe duda que las pruebas físicas son
fácilmente superables pero las psíquicas deberían ser muchísimo más exigentes. Sentarse
al volante, unido a la velocidad produce una sensación de poderío,
independencia y autonomía que no todo el mundo sabe digerir y utilizar
correctamente, y no digamos si hay por medio unas gotas, simples gotas de
alcohol. Esas pruebas psicotécnicas deberían ser bastante más rigurosas y
excluyentes con los aspirantes, que no son otra cosa que aprendices de
automovilista. Porque el que obtiene un carné de conducir debería saber
conducirse por la vida, y no siempre es así. Además el que empieza a conducir
es un simple novato que tras años de experiencia y miles de Km quizá llegue a
ser un buen conductor. Y recalco lo de quizá. Nadie parece saber que en las
proximidades o alrededores de hospitales y colegios está prohibida la
utilización del claxon. Como también parece desconocerse que su utilización
origina ofuscamiento y desconcentración en otros conductores, sobre todo en el
que está delante o a los lados. Sigamos con otro tipo de ruido.
También
produce un ruido ensordecedor en los medios de comunicación, los numerosos y
aparatosos accidentes de circulación en nuestras vías. Vías inadecuadas en su
asfaltado, falta de señalización, vehículos sin mantenimiento, falta de pericia
al volante, velocidad inadecuada, alcoholismo, atropellos y decesos son causa
de alarma social. Muchas vías son auténticas ratoneras en las que circular
significa afrontar serios riesgos. La noche es otro factor que incrementa
sensiblemente la accidentabilidad, por la disminución de la visibilidad y los
deslumbramientos provocados por el uso indiscriminado de las luces antiniebla.
Pero
no sólo la circulación, el tráfico o los accidentes son los causantes del
intenso ruido que sufrimos. Existe otro tipo de ruido, aparentemente más
placentero, pero que no deja de ser causante de agotamiento, estrés, e insomnio.
Vivir y ya no digo dormir, en las proximidades de una discoteca o centro de
esparcimiento puede convertirse en toda un infierno. Lo mismo que si tus
vecinos son unos fiesteros profesionales, como los míos, incapaces de entender
que la noche está hecha entre otras cosas para descansar del ajetreo del día.
Los que vivimos en las proximidades del vivero forestal, sabemos que nuestras
horas de descanso nocturno y también diurno, los festivos y vísperas y ya no
digamos en éstas del santo patrón, la vigilia será nuestro sino, tanto si queremos
como si no. Vivo cuatro cuadras por encima del Vivero y en el interior de mi
casa se “disfruta” de merengues, salsa, cumbias, boleros, mambos, huainos,
rancheras, sorteos, rifas, pasatiempos y locutores, como si estuviéramos dentro del recinto ferial. Igualito. Y con lo
que me gustan los pasodobles, apenas se oyen. Da la sensación que “Los Pinos” no
pertenece a la ciudad pues anda huérfana de control municipal. Y como muestra,
el ruido al que estamos sometidos. Sería bueno una inspección municipal
sonómetro y reloj en mano para controlar no solo el volumen sino también los
horarios continuados en que los suplicios son aplicados. El martirologio al que
estamos sometidos debe acabarse.
También
han levantado mucho ruido las reiteradas agresiones, tanto físicas como
psíquicas a que se han visto sometidos agentes de la Policía Nacional, sobre
todo féminas. Al destemple de las contestaciones se está uniendo las malas
formas, groseras, y hasta delictivas con que son tratados algunos/as agentes,
incluso por el mal llamado sexo débil. Actuaciones que deben ser y no siempre
lo son, reprimidas por la autoridad competente: el Sr. Juez. Cuando el
principio de autoridad ha sido mancillado, y la agresión de cualquier tipo,
como puede ser escupiendo, que lo es, el infractor/a no puede irse de rositas
porque se haya acogido a no sé qué beneficio judicial. En esos tristes casos,
no valen golpes de pecho ni atenuante alguno, sino la aplicación rigurosa y
ejemplarizante de la ley.
Otro
ruido, continuo y diario es el político. Ruido con el que nos desayunamos,
comemos y cenamos, todos los días. Es a esas horas cuando todos los noticieros
de los medios penetran en nuestras casas para informarnos de lo mismo: que si
el Sr. Gobernador, el de la promesa de los quinientos soles/mes, está a punto
de ser vacado, que otro alto funcionario ha sido destituido y sustituido por
otro que también lo será próximamente,
que si el Excelentísimo Sr. Alcalde continúa o no despotricando contra
el fiscal de turno, que si los regidores no conocen sus atribuciones
funcionales, que si la Vía de Evitamiento nos la han evitado, que el período de
pago de impuestos es de tal a tal sin que se vea gran mejora en los servicios,
que …………………….. y así sucesivamente. Un día y otro y otro y otro más, con la
misma cantinela hace que el agotamiento sea profundo y el pobre ciudadano acabe
“tocado” por tanto ruido repetido.
Pero
además y ya se me pasaba, está ese otro ruido, sordo y normalmente de baja frecuencia
e intensidad que es el proporcionado por algunos jueces y fiscales en su quehacer profesional.
Siempre han estado en boca de los ciudadanos por sus a veces incomprendidas
actuaciones, pero eso son gajes del oficio profesional y de la falta de
formación jurídica del contribuyente. Aunque en esporádicas ocasiones su
actuación, por mucho que quiera justificarse es inaceptable. Que un Sr.Juez en su
función jurisdiccional, por muy admirador que pudiera ser del mítico Casius
Cley, con aparentes ardores boxísticos juveniles y por lo tanto supuesto aficionado
al boxeo, cosa que desconozco, pero cuya actitud así me lo hace pensar, rete a
un fiscal en plena sala, tras ordenar apagar audio y vídeo, haciendo ademán de
quitarse la chaqueta para dirimir el enfrentamiento, por lo que parece un
“quítame allá esas pajas”( motivo de escasa importancia),no es admisible y
además pone en evidencia el concepto que su señoría pudiera tener de lo que
representan o no el audio o el vídeo como testigos de un hecho. O sea, al
parecer si no hay audio ni vídeo no ha habido hechos, ni testigos. No me atrevo
a calificarlo, pero el ruido originado ha sido atronador. Como también resulta
difícil de valorar la actitud de la
fiscal superior del caso “Desratización”, que teniendo programado el nuevo
juicio oral a las 14,30 h y estando a esa hora la sala Penal Liquidadora completa, con
jueces, procurador anticorrupción y abogados de los procesados presentes, tras
concedérsele un tiempo prudencial de diez minutos por ella solicitado para su
incorporación y sustentación de la acusación, a la vista de su retraso, con muy
buen criterio se levantó la sesión,
reprogramándola para una posterior fecha, con el correspondiente apercibimiento.
La fiscal hizo acto de presencia pasadas las tres de la tarde. Que se frustre
la administración de justicia por la ausencia injustificada de la acusación es más
que ruidoso, alarmante. Tanto el Presidente de la Corte como la Fiscal Jefe Anticorrupción
deben estar que trinan y no es para menos. Y mientras tanto el oído y la
receptibilidad del ciudadano continúa desgastándose y sufriendo un deterioro
que en numerosos casos es irreversible.
Moraleja:
Por mucho ruido que se origine, el ceviche de las 14,30h es insustituible.
Así
sea.
EL
VIGÍA.