A modo de recuerdo me referiré a la infancia y
pubertad en la que todos hemos sido testigos de aquellos juegos competidos en
los que la rivalidad reinante entre los muchachos hacía que se desarrollaran de
forma enconada a la búsqueda del éxito partidario. A veces ese encono llegaba a
su máxima expresión cuando el dueño de la pelota o el líder de uno de los
grupos abandonaba la competición, bien llevándose la pelota amparándose en ser
su dueño o arrastrando a los miembros de su grupo a no participar. Y la
sinrazón de aquellas actuaciones estaban basadas en que el sentido de la
propiedad del balón primaba sobre la socialización del grupo, o bien la fuerza
del mal liderazgo exigía por una parte la fidelidad más férrea o por otra la
creencia de los amigos que perderían la amistad o relación con el líder si no
le seguían. Y siempre, siempre, coincidía con ir perdiendo el partido o se
avecinaba la derrota. En pocas palabras, “aquí no se juega porque lo digo yo”. Unas
veces porque “soy el dueño de la pelota” y otras porque “no me da la gana”. La clásica
pataleta. Pataleta provocada por la mal crianza del personaje, que siempre se
destapaba cuando la cosa no pintaba bien para él, abandonando el juego con
excusas vanas y malhumoradas. Sin olvidar el carácter gregario de los que le
secundaban y seguían, que en ocasiones originaba la desafección de algunos de
ellos, que cansados de tanta impertinencia llegaban a abandonarlo. Mientras
tanto los que se habían quedado sin pelota, o sin juego, rápidamente, y nadie
sabe cómo, conseguían otro balón o
empezaban nuevo pasatiempo, rompiendo de esta manera el afán destructor del hipócrita
de turno. En fin cosas de chicos, de chicos mal criados, ventajistas y egoístas
y a los que perder les perdía. Y todavía sigue habiendo casos entre nuestros
jóvenes masculinos y femeninos. Bueno, entre los jóvenes y los menos jóvenes,
cuarentones y de más edad, que de todo hay en la viña del Señor.
Todos
estos recuerdos me han venido a la mente, viendo los acontecimientos recientes
y aún vigentes de nuestra vida política actual. Resulta que en plena contienda
electoral, ambos contendientes y algún que otro altavoz secundario de uno de
ellos, se han dicho (no hecho) de todo: desde repetidamente “Pelona”, hasta” y
tú más”, pasando por el altavoz de: “No se sabe quién es el Presidente pero sí
de quién es el Parlamento”, o “Alberto debe salir por la puerta grande”, o “van
a salir leyes por un tubo” o “¡¡Cuidado con el Narcoestado!!. Lindezas como
estas las que quieran.
Una
campaña electoral capitaneada por una alternativa que rápidamente encabezó el
proceso y que llego a la primera línea de meta con franco distanciamiento,
venciendo con holgura. Dado que no consiguió la mayoría absoluta, hubo que
preparar, para dos meses después, largo camino a recorrer, otra carrera hasta
la segunda meta. Al final de este período hubo dos debates, televisados a todo
el país, y una serie de acontecimientos que fueron definitorios del resultado
final. En el primer debate, a dos semanas del escrutinio, la agresividad y
maneras de la vencedora de la primera vuelta, Keiko, pudieron y confirmaron su
ventaja sobre su contrincante, Pedro Pablo, al que derrotó a los puntos
ampliamente. Hasta el extremo de que a una semana de las elecciones del día 5
de junio, justo el 29 de Mayo, las encuestadoras que habían venido trabajando
con gran diligencia y acierto, publicaron su último trabajo en el que se
confirmaba por 5 puntos de diferencia la victoria de la mujer. O sea que a
siete días del final había ya una más que posible vencedora: Keiko Fujimori. Entonces
se realiza el segundo debate, en el que “el jarabe de palo” aplicado por
Kuczynski hace mella en su contrincante, que pierde la confrontación. Pero he aquí que en esa semana se trastoca
todo, cuando ocurren una serie de acontecimientos que hacen variar aquella
ventaja inicial, y la convierten en un empate técnico, del que ambos
contendientes previsiblemente tienen conocimiento cuando muy sonrientes acuden,
con su procesión que va por dentro, a las urnas a depositar su voto.
Acontecimientos tales como el conocimiento público de la investigación de la
DEA, Departamento Antidroga de EEUU,a la que estaba siendo sometido el
Secretario General de Fuerza Popular Sr. Ramírez, allegado y mecenas de Keiko,
y varios familiares suyos, por un presunto lavado de activos. Esto hace que
tenga que apartarse “voluntariamente” de la Secretaría del partido FP, al
conocerse también que viene siendo desde hace tiempo investigado por la
Fiscalía Nacional. Otro acontecimiento es la publicación por una cadena de TV,
de un USB con información trucada, tratando de exonerar de responsabilidad
alguna al Sr. Ramírez. Y más tarde se conoce que el que ha entregado el USB a
la emisora es nada menos que el
Vicepresidente de FP Sr. Chlimper, mano derecha de Keiko. Y para cerrar el
círculo de acontecimientos, Verónica Mendoza, portavoz del Frente Amplio (FA)
se dirige a las bases solicitando el voto, ahora de forma clara y concreta, a
favor de Kuczynski. Pasan un par de días y se llega al 5 de junio, con el resultado
de un empate técnico en el que por 12
centésimas vence quién teóricamente debería haber perdido: Pedro Pablo
Kuczynski de PPK.
Es
a partir de esos momentos cuando, los segundos en la contienda, desasosegados
por lo apretado del resultado e incómodos por la derrota muestran su pataleta
en forma de un comprensible
distanciamiento con la realidad, que les lleva a prácticamente desconocer la
victoria del vencedor. Hasta cierto punto comprensible. Y digo comprensible,
pues el shock sufrido ante los inesperados y sorprendentes resultados del plebiscito hizo que su
asimilación fuera harto difícil. Hasta aquí todo admisible. Pero han pasado 15
días y la pataleta continúa. El mayúsculo berrinche se mantiene. Dicen sí, pero
no, o lo que es lo mismo: “aquí no se juega porque no me da la gana”, sin
querer enterarse que se lo están diciendo, no sólo al que será Jefe del Gobierno
sino al futuro Presidente de la República, y por lo tanto Jefe de Estado, figura
de la que está revestido Kuczynski y por cierto muy por encima de los otros
poderes del Estado. Unos dicen esperar disculpas “profundas” y “sinceras” y
otros que lo ocurrido en campaña no admite disculpa alguna, cuando el vencedor
de la contienda ha puesto de por medio puente de plata para abrir el dialogo con
todas las formaciones políticas. O sea, una
reacción similar a la de los niños malcriados más arriba señalados. Esta
actitud ha llamado poderosamente la atención en muchos países que no llegan a
entender semejante reacción.
Fuerza
Popular con sus 73 parlamentarios elegidos representa una mayoría absoluta que
si bien le otorga una excelente posición para legislar, no debe utilizarla como
omnímodo poder, pues el sistema político en el que habita es la democracia que
si de algo puede presumir es de siempre hacer oír las voces de todos, incluidas
las minorías, a diferencia del totalitarismo en el que domina el “aquí se juega
a lo que yo diga”. La fuerza política de la Fujimori, debería saber que
prácticamente todas las fuerzas democráticas del país más algunos medios de
comunicación antes afines como el grupo Comercio y el Canal 4, en la segunda
vuelta terminaron dándole la espalda a su candidatura. Por la sencilla razón
del poder obtenido en la primera y las dudas razonables de su utilización
democrática, confirmadas la última semana electoral. Por lo tanto Fuerza
Popular debe entender que si bien la mitad de los votos emitidos le favorecen,
hay otros tantos y alguno más que lejos de ser totalmente de PPK son en su gran
mayoría anti FP. Y lo son por las serias dudas transmitidas y protagonizadas
por la actuación de sus dirigentes. Sería bueno que por el bien común
depusieran esa actitud cerril e infantil que no ayuda en nada al desarrollo tranquilo
del proceso. Y para ello una cura de humildad es la mejor receta. Aplicable a
unos pocos miembros de esa bancada, que son los que llevan siempre la voz
cantante, fundamentalmente los que tienen antigüedad, a diferencia de los
nuevos integrantes en su mayoría invitados que no dicen ni pío y ven como se
diluye su triunfo inicial. Triunfo que no debe ser tanto cuantitativo y de “ la
pelota es mía” sino cualitativo y de “buen juego”.
Moraleja:
“Si me siguen diciendo inmaduro, no les invito a mi piñata”
Así
sea.
EL
VIGIA.
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