domingo, 19 de junio de 2016

ARTÍCULO: LA GRAN PATALETA


A  modo de recuerdo me referiré a la infancia y pubertad en la que todos hemos sido testigos de aquellos juegos competidos en los que la rivalidad reinante entre los muchachos hacía que se desarrollaran de forma enconada a la búsqueda del éxito partidario. A veces ese encono llegaba a su máxima expresión cuando el dueño de la pelota o el líder de uno de los grupos abandonaba la competición, bien llevándose la pelota amparándose en ser su dueño o arrastrando a los miembros de su grupo a no participar. Y la sinrazón de aquellas actuaciones estaban basadas en que el sentido de la propiedad del balón primaba sobre la socialización del grupo, o bien la fuerza del mal liderazgo exigía por una parte la fidelidad más férrea o por otra la creencia de los amigos que perderían la amistad o relación con el líder si no le seguían. Y siempre, siempre, coincidía con ir perdiendo el partido o se avecinaba la derrota. En pocas palabras, “aquí no se juega porque lo digo yo”. Unas veces porque “soy el dueño de la pelota” y otras  porque “no me da la gana”. La clásica pataleta. Pataleta provocada por la mal crianza del personaje, que siempre se destapaba cuando la cosa no pintaba bien para él, abandonando el juego con excusas vanas y malhumoradas. Sin olvidar el carácter gregario de los que le secundaban y seguían, que en ocasiones originaba la desafección de algunos de ellos, que cansados de tanta impertinencia llegaban a abandonarlo. Mientras tanto los que se habían quedado sin pelota, o sin juego, rápidamente, y nadie sabe cómo, conseguían otro balón  o empezaban nuevo pasatiempo, rompiendo de esta manera el afán destructor del hipócrita de turno. En fin cosas de chicos, de chicos mal criados, ventajistas y egoístas y a los que perder les perdía. Y todavía sigue habiendo casos entre nuestros jóvenes masculinos y femeninos. Bueno, entre los jóvenes y los menos jóvenes, cuarentones y de más edad, que de todo hay en la viña del Señor.
Todos estos recuerdos me han venido a la mente, viendo los acontecimientos recientes y aún vigentes de nuestra vida política actual. Resulta que en plena contienda electoral, ambos contendientes y algún que otro altavoz secundario de uno de ellos, se han dicho (no hecho) de todo: desde repetidamente “Pelona”, hasta” y tú más”, pasando por el altavoz de: “No se sabe quién es el Presidente pero sí de quién es el Parlamento”, o “Alberto debe salir por la puerta grande”, o “van a salir leyes por un tubo” o “¡¡Cuidado con el Narcoestado!!. Lindezas como estas las que quieran.
Una campaña electoral capitaneada por una alternativa que rápidamente encabezó el proceso y que llego a la primera línea de meta con franco distanciamiento, venciendo con holgura. Dado que no consiguió la mayoría absoluta, hubo que preparar, para dos meses después, largo camino a recorrer, otra carrera hasta la segunda meta. Al final de este período hubo dos debates, televisados a todo el país, y una serie de acontecimientos que fueron definitorios del resultado final. En el primer debate, a dos semanas del escrutinio, la agresividad y maneras de la vencedora de la primera vuelta, Keiko, pudieron y confirmaron su ventaja sobre su contrincante, Pedro Pablo, al que derrotó a los puntos ampliamente. Hasta el extremo de que a una semana de las elecciones del día 5 de junio, justo el 29 de Mayo, las encuestadoras que habían venido trabajando con gran diligencia y acierto, publicaron su último trabajo en el que se confirmaba por 5 puntos de diferencia la victoria de la mujer. O sea que a siete días del final había ya una más que posible vencedora: Keiko Fujimori. Entonces se realiza el segundo debate, en el que “el jarabe de palo” aplicado por Kuczynski hace mella en su contrincante, que pierde la confrontación.  Pero he aquí que en esa semana se trastoca todo, cuando ocurren una serie de acontecimientos que hacen variar aquella ventaja inicial, y la convierten en un empate técnico, del que ambos contendientes previsiblemente tienen conocimiento cuando muy sonrientes acuden, con su procesión que va por dentro, a las urnas a depositar su voto. Acontecimientos tales como el conocimiento público de la investigación de la DEA, Departamento Antidroga de EEUU,a la que estaba siendo sometido el Secretario General de Fuerza Popular Sr. Ramírez, allegado y mecenas de Keiko, y varios familiares suyos, por un presunto lavado de activos. Esto hace que tenga que apartarse “voluntariamente” de la Secretaría del partido FP, al conocerse también que viene siendo desde hace tiempo investigado por la Fiscalía Nacional. Otro acontecimiento es la publicación por una cadena de TV, de un USB con información trucada, tratando de exonerar de responsabilidad alguna al Sr. Ramírez. Y más tarde se conoce que el que ha entregado el USB a la emisora  es nada menos que el Vicepresidente de FP Sr. Chlimper, mano derecha de Keiko. Y para cerrar el círculo de acontecimientos, Verónica Mendoza, portavoz del Frente Amplio (FA) se dirige a las bases solicitando el voto, ahora de forma clara y concreta, a favor de Kuczynski. Pasan un par de días y se llega al 5 de junio, con el resultado de un empate técnico  en el que por 12 centésimas vence quién teóricamente debería haber perdido: Pedro Pablo Kuczynski de PPK.
Es a partir de esos momentos cuando, los segundos en la contienda, desasosegados por lo apretado del resultado e incómodos por la derrota muestran su pataleta en forma de  un comprensible distanciamiento con la realidad, que les lleva a prácticamente desconocer la victoria del vencedor. Hasta cierto punto comprensible. Y digo comprensible, pues el shock sufrido ante los inesperados y sorprendentes  resultados del plebiscito hizo que su asimilación fuera harto difícil. Hasta aquí todo admisible. Pero han pasado 15 días y la pataleta continúa. El mayúsculo berrinche se mantiene. Dicen sí, pero no, o lo que es lo mismo: “aquí no se juega porque no me da la gana”, sin querer enterarse que se lo están diciendo, no sólo al que será Jefe del Gobierno sino al futuro Presidente de la República, y por lo tanto Jefe de Estado, figura de la que está revestido Kuczynski y por cierto muy por encima de los otros poderes del Estado. Unos dicen esperar disculpas “profundas” y “sinceras” y otros que lo ocurrido en campaña no admite disculpa alguna, cuando el vencedor de la contienda ha puesto de por medio puente de plata para abrir el dialogo con todas las  formaciones políticas. O sea, una reacción similar a la de los niños malcriados más arriba señalados. Esta actitud ha llamado poderosamente la atención en muchos países que no llegan a entender semejante reacción.
Fuerza Popular con sus 73 parlamentarios elegidos representa una mayoría absoluta que si bien le otorga una excelente posición para legislar, no debe utilizarla como omnímodo poder, pues el sistema político en el que habita es la democracia que si de algo puede presumir es de siempre hacer oír las voces de todos, incluidas las minorías, a diferencia del totalitarismo en el que domina el “aquí se juega a lo que yo diga”. La fuerza política de la Fujimori, debería saber que prácticamente todas las fuerzas democráticas del país más algunos medios de comunicación antes afines como el grupo Comercio y el Canal 4, en la segunda vuelta terminaron dándole la espalda a su candidatura. Por la sencilla razón del poder obtenido en la primera y las dudas razonables de su utilización democrática, confirmadas la última semana electoral. Por lo tanto Fuerza Popular debe entender que si bien la mitad de los votos emitidos le favorecen, hay otros tantos y alguno más que lejos de ser totalmente de PPK son en su gran mayoría anti FP. Y lo son por las serias dudas transmitidas y protagonizadas por la actuación de sus dirigentes. Sería bueno que por el bien común depusieran esa actitud cerril e infantil que no ayuda en nada al desarrollo tranquilo del proceso. Y para ello una cura de humildad es la mejor receta. Aplicable a unos pocos miembros de esa bancada, que son los que llevan siempre la voz cantante, fundamentalmente los que tienen antigüedad, a diferencia de los nuevos integrantes en su mayoría invitados que no dicen ni pío y ven como se diluye su triunfo inicial. Triunfo que no debe ser tanto cuantitativo y de “ la pelota es mía” sino cualitativo y de “buen juego”. 
Moraleja: “Si me siguen diciendo inmaduro, no les invito a mi piñata”
Así sea.

EL VIGIA.       

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