El pasado martes día ocho, el
día de la celebración del veintisiete aniversario de la fundación del Diario de
Chimbote les comenté que
tras la ceremonia religiosa me trasladé en taxi a mi domicilio para
recoger a mi mujer e hijos para acudir a la fiesta de celebración señalada. Iba
sentado junto al conductor del taxi, un tico, cuando aprovechando la bajada que
hay para llegar a mi casa, el conductor puso punto muerto y se deslizó
tranquilamente por la pendiente sin marcha engranada. Cuando le interpelé
acerca de esa peligrosa y prohibida maniobra, se extrañó y adujo que era para
ahorrar combustible. La consideró como muy normal y desconocía su prohibición.
Una vez recogida mi familia,
en otro taxi transitamos hasta el restaurante campestre de la celebración. Pacté
un precio, diez soles, y nos montamos los cuatro integrantes de la familia. Mi
hijo que iba en la parte de atrás, me pidió sentarse delante, en mis rodillas a
lo que le respondí que no, que estaba prohibido. Inmediatamente me corrigió el
conductor diciéndome que no había tal prohibición tratándose de un niño pequeño.
Mi hijo siguió atrás. A la altura de Gálvez solicité parase para que mi mujer
efectuara una compra de emergencia que realizó rápidamente. Continuamos
circulando, cruzando sendos pasos de peatones en los que el claxon fue
apartando a cuantos peatones osaron cruzarse en nuestro camino, hasta llegar a una
gasolinera en la que estacionó para recargar combustible, cosa que debió hacer
antes de empezar a trabajar. Paró el motor, las luces estaban apagadas, pero no
así la radio. Cuando el conductor volvió al interior y le dije que había
apagado la radio por el peligro de deflagración ante la presencia de cargas
electromagnéticas de la radio en posible contacto con los gases del combustible
se extrañó pues desconocía tal prohibición y peligrosidad. LLegamos al
restaurante campestre y al pagarle se cobró dos soles más de los pactados pues
la tarifa había subido por el paro efectuado para las compras de mi mujer. Se
perdió los cinco de propina que iba a darle.
Una vez en la fiesta, hubo
buena música bailable a base de salsa y merengue que ahora al recordarla se me
mueven los pies, la cintura y lo demás, sólo que al emitirse era tal el
volumen, por encima de los noventa decibelios,
que llegaba a molestar.
Una vez terminada la fiesta
cogimos un nuevo taxi, sentido sur-norte para que nos llevara hasta el complejo
Megaplaza ubicado bastante cerca. Cuando llegamos a su altura, pues estaba
situado frente a nosotros, en sentido inverso norte-sur, el hábil taxista, giro
rápidamente el volante y cruzó la Panamericana de lado a lado con los
consiguientes pitazos de los sorprendidos conductores que por allí transitaban, dejándonos ,eso si,
en la puerta.
Ya por la noche y tras
efectuar las compras de rigor, pues si allí vas allí comprarás, decidimos
volver a casa. Conseguimos llegar al domicilio sin gran novedad, excepto la
pequeña tontería de que el taxi iba tuerto pues sólo le funcionaba un faro.
Antes, a las tres y media de la tarde, era atropellado y fallecía un pequeño de
tres añitos que intentaba cruzar la calzada en la zona del Acero, por un
colectivo fuera de su ruta que al parecer conducía por la izquierda de su
sentido, pegadito a las rejas del parque y a una velocidad inespecífica pero
fácilmente deducible por los metros de arrastre del niño.
Todo lo relatado es la
normalidad aquí y ahora del día a día, excepto lo del pequeño que probablemente
se calificará como de “mala suerte” o si nos descuidamos de
“negligencia de su mamá”.
Todo lo anteriormente
relatado y verídico sirve para acercar al lector a un mundo real, el nuestro,
en el que tanta tarea hay por realizar en el ámbito de la seguridad ciudadana. Aprovecho
un pequeño paréntesis para preguntarles a ustedes: ¿De verdad creen que los
motoristas en general son los responsables de los casos de asesinato? En todo
caso lo que habrá que prohibir es que monten más de dos personas, cosa bastante
habitual. ¿De verdad creen que prohibir el paso por Malecón Grau evitará
muertes?. ¿De verdad creen que es de recibo contratar al FBI para eliminar el
sicariato?¿ Y por qué no se llama a Spíderman y a Batman que sin duda son más
efectivos? Por favor, seamos sensatos. Esto no es ninguna película. Está claro
que las autoridades civiles están totalmente desbordadas por los
acontecimientos, en gran parte por su aparente ineptitud y necesitan un apoyo
urgente de los cuerpos de seguridad e investigación del Estado en conjunción
con la Judicatura y la Fiscalía que también parecen andar cojas. Es urgentísimo
“limpiar” por dentro o al menos aislar del exterior los centros penitenciarios,
fuente y origen, quien lo iba a decir, de la extorsión. Cerrar, clausurar y
eliminar o en su defecto “controlar” esos lugares nocturnos donde la gentuza de
mal vivir y peor dormir planifican y organizan muchos actos delictivos. Claro
es que ahí hay muchos dineros e intereses corruptos contrapuestos. Iluminar, visionar y patrullar
aquellas zonas más conflictivas debe ser tarea prioritaria. Y así sucesivamente muchas, muchísimas medidas
más. A esto se le denomina en el mundo de la prevención eliminar los “factores
de riesgo”. Para que ustedes lo entiendan, les pondré un ejemplo. Un accidente
vascular (infarto de miocardio) viene precedido por unos “factores de riesgo”
anteriores tales como, el colesterol, la hipertensión, la glucemia, la
obesidad, el sedentarismo, la alimentación, el estrés y otros. Así pues, si
eliminamos o rebajamos esos factores de riesgo habremos realizado una buena
prevención ante la posibilidad de sufrir ese“accidente” vascular. Y los accidentes
puede ser de muchos tipos: vasculares, cerebrales, laborales, higiénicos,
viales, delincuenciales etc etc. con sus correspondientes “factores de riesgo”.
Así, volviendo al pasado día
8, lo acontecido en el ámbito vial o de circulación estuvo repletito de “factores
de riesgo” concretos como habrán comprobado, y que en uno de los casos, el del
“accidente” que le costó la vida al pequeño Leonel que Dios tiene en su Gloria,
posiblemente fueron: a) incumplimiento del código de la circulación (al
circular por la margen izquierda de su sentido de la marcha, cuando debe
hacerlo por la derecha),b) muy posiblemente velocidad inapropiada (fácilmente comprobable
por los metros de frenada y arrastre del cuerpo), y c) circulación fuera de su
ruta autorizada (con su correspondiente inadaptabilidad o desconocimiento). Al
parecer el niño andaba solo pero eso no justifica de ninguna manera el
desenlace final.
Lo que sí es evidente, al
margen de los “factores de riesgo” viales es el desprecio tan absoluto que
muestran la mayoría de los conductores por la integridad de los peatones.
Simplemente hay que ver en los pasos de peatones, donde la prioridad es del
viandante, cómo no sólo no es respetado sino pitado, rozado, insultado y cuando
no atropellado, ante las narices del guardia de turno, que ni se inmuta. Eso se
corrige primero con sanción y segundo con educación vial. Y si no, con retirada
temporal del brevete, nombre que parece provenir de la brevedad con que se ha
preparado y obtenido.
Otro “factor de riesgo” contrastable ese día
fue de carácter higiénico: El ruido ensordecedor de la música atronadora de la
fiesta. Por tres veces me dirigí al encargado de la megafonía para que bajara
el volumen y alejara unos metros el gran altavoz situado a escasos metros de
nuestras espaldas, que impedía una comunicación fluida . No hizo ni caso, pues
debía desconocer los perjuicios (agudos y crónicos, encaminando hacia la
sordera) que originan exposiciones a una intensidad sonora tan elevada y
cercana, superior a los noventa decibelios como era el caso.
Para finalizar, sugiero que
el Manual de 224 páginas sobre Seguridad Integral de APROSEC próximo a recibirse en el Gobierno Regional,
no estará de más sea redistribuido entre la ciudadanía por su carácter
preventivo, con sugerencias y recomendaciones incluidas.
Moraleja:”Para una seguridad
vial solvente conduzca de forma prudente”
Así sea. EL VIGÍA
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