Aunque siempre pensé que
nunca tendría servicio doméstico en mi casa, y no precisamente por
desconocimiento de lo que es, pues toda mi niñez así como el resto de mis
hermanos tuvimos a Florencia, una joven mamá, que ayudaba a la nuestra en las
tareas de casa y en nuestra crianza, mis hijos han vuelto a tener otra nurse,
Hipólita, que se encarga de ellos y también de ayudarnos en las tareas cotidianas de la casa.
Cuando en principio digo que
siempre pensé que en el futuro no tendría servicio en casa era simplemente por
aquello de la intimidad familiar, que me gusta potenciar y proteger. Ya saben
aquello de “el casado casa quiere”. Sin embargo no tengo un mal recuerdo de
Florencia, al contrario, es muy grato y la recuerdo con mucho afecto.
Pues bien, hace más o menos
tres años y a la vista de que mi queridísima esposa no llegaba a tanto trabajo
en la casa, pues además se pasaba gran parte del día fuera para también atender
a su pequeño negocio y a pesar de mi ayuda, si, de la mía, que más tarde les
explicaré, decidimos para mejor atender a los niños, pues el pequeño tenía dos
añitos, y llevar la casa, contratar a una persona, Hipólita, que actualmente continúa
con nosotros como una más de la familia. Mujer dulce, tranquila y muy
trabajadora.
Como decía antes, yo también
he participado activamente en las tareas de la casa. Veamos: por las mañanas a
las 6,30h.preparaba los desayunos de
todos; más tarde aseaba y vestía al pequeño para seguidamente ir a comprar el pan
y la prensa al lado de casa; a las 7,30h.nos íbamos todos, cada uno a sus
cosas; a las 13h.me encargaba de hacer la comida o bien de terminarla si mi
mujer la había dejado iniciada, para comer los mayores sobre las tres de la
tarde, hora totalmente intempestiva, en la que volvían los niños ya comidos del
colegio una vez recogidos por su madre; por la tarde a partir de las 17h.aproximadamente
y hasta las 19,30h. lo dedicaba a mis
hijos, fundamentalmente al pequeño, a pasear, jugar, dibujar, pintar, escribir,
escenificar cuentos etc. etc.; a partir de esa hora hacía la cena, siempre
ligera, para sobre las 21h.terminar leyendo
el cuento de todas las noches, eso sí,
cada noche uno diferente, y a partir de esa hora quedaba prácticamente liberado
de mis obligaciones caseras.
El sábado y el domingo nos
saltábamos bastante el protocolo establecido al no tener clases los niños, pues
dependíamos del colegio en demasía como todos los papás. Esos días me liberaba
de cocinar comidas y cenas que normalmente hacíamos fuera.
La llegada de Hipólita cambió
todo. Todo mejoró sensiblemente y es que Poli, que es como la llamamos a
iniciativa suya, haciendo honor a su nombre completo que según la mitología
griega fue una reina amazona que heredó de su padre un cinturón mágico, nos
facilitó sensiblemente la vida. En verdad que su cinturón debía ser mágico pues
se obraron muchos milagros no sólo en la casa sino también en todos nosotros.
En la casa todo estaba muy
ordenado y limpio a pesar de haber dos niños, y ahora ya no teníamos que ir
contra reloj en nuestras actividades cotidianas pues quedamos liberados de muchas
de las cosas que veníamos realizando. Mi mujer fue sustituida en la lavandería
y la plancha y yo dejé la cocina pues esas tareas pasaron a ser responsabilidad
de Poli que con el tiempo también se responsabilizó de la compra y de los
paseos al atardecer con el pequeño. La verdad es que la ayuda de Poli fue
gradualmente creciendo, llegando a convertirse en el auténtico motor de la
casa.
Pero hace una semana, al
volver al mediodía la encontré echada en el sofá del recibidor, toda vestida de
blanco y leyendo el Diario de Chimbote. Lejos de levantarse ante mi presencia,
continuó echada y sin inmutarse lo más mínimo se limito a decir ”Hola”.
Extrañado por su actitud le pregunté: “¿Qué ocurre Poli?”. Apartando la vista
del periódico, me miró fijamente y me dijo: “Estoy de huelga”. Quedé muy pero
que muy sorprendido. “¿Cómo dices Poli?”. “¡Que estoy de huelga blanca, Vigía!”
con un tono irritado y desafiante al tiempo que se alisaba su blanca blusa y me
mostraba el periódico. “ Lea , lea Vigía y se enterará”. Cogí el periódico y
leí: “Huelga blanca de los Jueces y fiscales del Santa reivindicando aumentos
salariales”. Al principio me quedé petrificado y al reaccionar comencé a reírme. Poli, se levantó y
cuadrándose ante mi me dijo: “Yo, al igual que esos señores, también quiero mi
aumento de sueldo, pues como sabes Vigía trabajo mucho y hace tres años que
cobro lo mismo”. “Bueno Poli, lo estudiarem…..” y me cortó. ”Sala plena, sala
plena. He hablado con mis amigas, en el mercado, y todas coinciden en que si a
esos señores les suben hasta los 22,000 soles por lo que hacen, ¿qué es lo que
tendríamos que cobrar nosotras que estamos con dedicación completa las 24 horas
del día y trabajando duro?”. Tengo que confesar que conforme fueron pasando los
días fui dándole cada vez más razón a Poli en el contenido de su reivindicación,
pues si bien creo que los Sres Jueces deben ganarse esos 22, 25 o por qué no
30,000, puedo certificar que Poli y seguramente sus colegas se ganan de largo su
sueldo con toda honestidad, pues su trabajo es ejemplar, cosa que no se puedo
certificar de otros. Por supuesto que tuvo el aumento que pactamos y todos tan
felices.
Pero
ayer al llegar a casa e ir a cambiarme de ropa, la habitación la encontré diferente
y con las cosas de mi pequeño; fui a la de mi hija y encontré las cosas de mi
mujer; en la de mi hijo las de mi hija; en el recibidor el comedor; mi estudio
en la lavandería y así sucesivamente. Todo cambiado y hecho un lío.
“¡¡¡Poliiii!!!
Ven rápida. ¿qué has hecho y por qué?”. Vino rápidamente y me contestó: “He
cambiado todo porque esa es mi atribución y no tengo que dar explicaciones a
nadie”. Yo no salía de mi asombro, Poli estaba cambiada, completamente
desconocida. Lo hablé con mi mujer y me contó que el sábado pasado la verdulera
a coro con la panadera, la carnicera, la pollera y la huevera del mercado les
habían dicho a Poli y sus colegas: “Vosotras en las casas en las que trabajáis
sois como Melgarejo en los juzgados y por lo tanto, salvando las distancias, podéis
hacer lo mismo que él, entre otras cosas no dar explicaciones a nadie. Esas son
vuestras atribuciones”.
Y así es como seguimos, todo manga por hombro
y es que los ejemplos que le están llegando últimamente a Poli dejan bastante
que desear.
No
sabemos cuál será la próxima “novedad “que nos guardará Poli pero lo que sí
sabemos es que la influencia que al parecer está ejerciendo la actuación de la Judicatura
sobre ella es grande, por lo que les pedimos que vayan con mucha prudencia con
lo que dicen o hacen pues en el mercado es donde le cuchichean todas esas cosas
a nuestra querida Poli. Aunque sólo sea por el bien y el orden de nuestras casas,
hágannos caso y les quedaremos muy agradecidos. ¡Con lo bien y felices que
estábamos viviendo!
Y
colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Moraleja:
El mercado es un excelente lugar para saber lo que la gente piensa. Cosa que
nos interesa a todos. ¿O no?
Así
sea.
EL
VIGIA.
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