jueves, 22 de enero de 2015

ARTICULO: LA REBELIÓN DE LOS SEMÁFOROS.

LA REBELIÓN DE LOS SEMÁFOROS
Las máquinas también tienen su corazoncito y de vez en cuando reaccionan enérgicamente, convirtiéndose en algunos casos en el centro de todas las miradas, nunca mejor dicho, negándose a realizar la función para la que fueron diseñadas. Y ya no digamos si su hábitat está en la calle y en contacto con la gente, con mucha gente, a la que ven su continuo ir y venir y oyen sus inquietudes cotidianas. Como les ocurre a los semáforos, cuyo ancestro originario se remonta a casi 150 años, cundo se instaló el primero de ellos un 9 de diciembre de 1868 en la ciudad de Londres. Así que pertenecen a una gran familia con pedigrí reconocido y a los que hay que tratar con la atención que merecen. Se hallan sometidos al ajetreo extenuante donde los haya de la ciudad por el trajinar continuo de personas y vehículos. Lugar estresante por los mil y un comentarios que se lanzan al aire, tonos de los transeúntes y la vocinglería de los vehículos (que feo terminar tiene esta palabra), que por allí transitan. “Adiós fulanito, adioooos que llego tarde” o “Quítate de en medioooo que te atropello” o “Hasta mañana amor, pensaré mucho en ti mi vida” o el “Piiii, piiii, piiiiiiiiii” del agente ante el caso omiso del transeúnte  que cruza hablando por su celular, o el “chirriar de los frenos del Fittipaldi de turno” unido al juramento o blasfemia emitida o también “A él, a él, cójanlo, cójanlo, me ha robado la cartera”. Y ahora multipliquemos todo esto  diariamente por mil. Analicen ustedes si todo ello es agotador o no. ¡Pobres semáforos! Algunas de estas máquinas, han sido erróneamente denominadas inteligentes, como unos Einsteins mecanizados. La verdad es que de inteligentes tienen bastante poquito pues lo máximo que ejecutan es lo que se les planifica, cuando el técnico lo hace, según la robótica moderna, en continua evolución. Así lo demuestra el que no hayan llegado a funcionar en ningún lugar todo lo bien que de ellos se esperaba y se empiecen a reemplazar por la tecnología inalámbrica con la que medios de transporte masivo y emergencias, dotados de equipos informáticos emisores y receptores digitales de señales de radio de muy corto alcance, permiten que los vehículos que los portan al acercarse al semáforo equipado con otro similar, ambos dispositivos se conecten entre si y  después de verificar el código de autorización se dé vía libre al autobús o ambulancia. Esta última aunque no es una tecnología muy extendida, por su novedad, puede ir creciendo su uso según los resultados que se vayan obteniendo en el futuro.
 Aunque eso sí, su paciencia no parece tener límites. Aparatos más persistentes en su actuación, un día sí y otro también, haga frío o calor, llueva o no, son difíciles de encontrar. Además de demostrarnos diariamente buen humor con sus continuos “guiños de ojos”, a pesar de todo lo que soportan. Guiños no solo a las hermosísimas agentes de tráfico de la PNP, que de vez en cuando los contradicen con aquello tan femenino de “Querido, aquí mando yo”, sino hasta los iracundos conductores de cualquier comité que los ignoran y desprecian. Así, su color natural rojo intenso ha evolucionado a un rojo desvaído, su verde esperanza en un verde caduco y el amarillo oro ya ni se ve.  Pero claro, como decía antes, también tienen su corazoncito y aguantar el duro trato que reciben un día tras otro es difícil. Y más cuando oyen decir por una parte, que son costosísimos y por otra se presume de ellos sin apenas prestarle la atención técnica que necesitan y merecen, mientras el político de turno se marca el “pegote” de que  “Hemos traído” unos aparatos muy modernos o “´Hemos modernizado” la ciudad. Donde prevalece lo de “Hemos” a costa de lo de modernos, que no lo son. Y si además de todo lo dicho que es mucho, los semáforos se enteran de que están, según peritaje, sobrevalorados, entonces se cabrean, en mi opinión de forma justificada, pierden su paciencia  y se rebelan de brazos caídos. Así que el que dejen de “guiñarnos” sus redondos ojitos, no es más que una justa respuesta ante el mal trato recibido. Y su huelga, que ya lleva muchos meses de duración, viendo lo sucedido desapasionadamente, hay que considerarla como muy justificada. Muchísimo más que la de los médicos y los funcionarios judiciales juntos.  Como también lo es que en su día se abrieran diligencias judiciales para saber qué es lo que ocurría ante tanta luz apagada. Y al parecer se encontró con que aquellos humildes semáforos, consignados como inteligentes eran unos dignísimos miembros pertenecientes a la familia, pero con un coeficiente intelectual normalito. O sea que de inteligentes, con todos los respetos, poquito. Más bien normalitos. Lo que pudo ocurrir es que fueran confundidos con unos familiares lejanos que sí se harían acreedores a tal sobrenombre. Sea lo que fuere, inteligentes o no, la realidad es que lo que se pagó por ellos estuvo sobrevalorado, según peritaje, en unos pocos millones de soles. Algo más de tres. Soles que alguien tendrá que devolver al erario público si la resolución judicial así lo determina, además de la exigencia de responsabilidades penales a quién/es resultaran responsables de lo actuado. De todas las maneras, la actual y repetidora alcaldesa de la ciudad, al parecer ha contactado con la empresa que se los vendió, supuestamente sobrevalorados hace unos pocos años y reclamado aprisa y corriendo  el mimo y atención que los sufridos semáforos necesitan. Desconozco si también ha solicitado la devolución de lo supuestamente pagado por unos o cobrado indebidamente por otros, y en caso de ser afirmativo felicitarla proponiéndole que cuando lo devuelvan  se invierta en una fiestorra callejera por todo lo alto en honor de nuestros muy queridos y debilitados semáforos. Y si no lo considera así, me refiero a lo del reclamo, pues qué le vamos a hacer, la justa Justicia se encargará de hacerlo.
Mi reflexión final es que no sólo los pensionistas y fonavistas se merecen un trato digno sino también nuestros honestos y abandonados semáforos que tanto han laborado por nosotros. Un brindis por ellos.
Moraleja:”Ni rojo, ni amarillo, ni verde, esto está de color hormiga”

Así sea

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