SAN
PEDRITO, NUESTRO PATRÓN
Hace
unos días, al pasar por la Avda. Pardo con mi coche, vi a un montón de policías
nacionales, con sus motos y vehículos estacionados a la puerta de la Iglesia de
San Pedro. Mi primer pensamiento se dirigió a la figura de nuestro Santo Patrón
en el sentido de que estaba muy requetebién que tanto policía le honrara con su
visita, pues aunque solo sea una vez al año, el sentimiento de alegría y
satisfacción del Santo se verían reforzados gratamente. Y es que los santos, sobre todo éste,
además de su corazoncito, grande donde los haya, también tiene sus altibajos,
como también le ocurre a su representante terrenal. Y últimamente se le veía
algo tristón. Me refiero a Simón el Pescador, al otro Simón ya se le pasó el
mal humor.
Así
que paré y estacioné unas cuadras más abajo, pues toda la zona estaba
inusualmente repleta de coches. Me acerqué a la puerta de la Iglesia en la que,
como digo, estaban bastantes policías y me dirigí puesto que había para elegir,
a una hermosa agente a la que inquirí el motivo de presencia tan numerosa. “Estamos
controlando el perímetro cubriendo la visita de las autoridades locales”. Mi
gozo en un pozo. ¡Seré infeliz! No estaban allí para solaz del Santo, para el
engreimiento del Pescador, sino trabajando. Estaban trabajando, cubriendo la
presencia de las autoridades del lugar, que al ser las fiestas del Patrono,
habían decidido ir a visitarle y poner en práctica aquello de que “una vez al
año no hace daño”. Porque la verdad es esa, van a verle de uvas a peras, parece
que por compromiso, como si Él fuera un extraño, un desconocido, cuando es el
más antiguo del lugar y sin duda alguna el más querido por el pueblo. Bueno, al
menos la intercesión del Santo era evidente pues todos aquellos agentes tenían
una mañana tranquila y sosegada, lejos de otras actividades diarias más duras y
peligrosas, como la persecución de delincuentes y gentes de mal vivir o
aguantar a los iracundos y agresivos conductores que mal circulan por nuestras
calles. Así pues que no estaban allí para festejar al Santo sino que había sido
Él quien, calladito, calladito, les había proporcionado una mañana tranquila y
de asueto. Cosas de San Pedrito que siempre actúa insospechada e inesperadamente.
Entré
en su casa, y allí estaba toda la flor y nata de nuestra representativa
sociedad dirigente. Ellas todas, con sus recatadas y elegantes vestimentas,
algunas, pocas, con mantilla, y ellos los civiles, engominados y encorbatados
con sus bien planchados trajes y relucientes zapatos, en tanto que los
militares lucían sus numerosas y sin duda merecidas medallas. Allí estaban
todos, desde la primera a la última autoridad. Y aparentemente muy felices y
contentos, no sé si por los cargos representativos ostentados o por la visita anual
realizada. Aunque más de uno/a debía llevar por sus adentros su procesión
correspondiente. Vayan ustedes a saber. Porque la realidad era que cuantos allí
se dieron cita lo hicieron de forma más bien protocolaria que de devota visita.
Sea por lo que fuera la verdad es esa, que a todos se les veía muy relajados y
sonrientes. Hasta Piorno, él sí algo nerviosillo por la visita de tanta
autoridad, estaba feliz y contento ante su anunciada y confirmada presencia. Y
es que su responsabilidad con el Pescador, La Diócesis y los Diocesanos, que no era poca, se veía
solventada y resuelta.
Han
pasado los días y hoy 29 de junio, que es mi santo, el de mi hijo y el de todos
los Pedros o Pedritos y Pablos o Pablitos a quienes felicitamos sinceramente
por su onomástica, nos hemos levantado muy temprano los dos Pedro, y nos hemos
ido a felicitar a nuestro querido Santo. Todavía era de noche cuando hemos
entrado en su casa, como siempre abierta de par en par. No había muchos fieles,
al contrario de lo que ocurrirá más tarde que se llenará a rebosar, y hemos
podido acercarnos a Él. Hoy estaba diferente, estaba sonriente, coloradote,
animoso y parecía con ganas de juerga, a diferencia del otro día que se le
notaba algo tristón y apagado.
Nos
hemos acercado, y postrados ante Él mi hijo le ha dicho: ¡Felicidades Patrón!,
nos hemos girado para retirarnos y se ha oído: ¡Felicidades a ti también Pedro
Walash! Nos hemos detenido y mirado asombrados al mismo tiempo que mi hijo me
gritaba:¡¡ Papááááá, me ha felicitado, me ha felicitado!! Y ha salido corriendo
despavorido, ante la felicitación del Santo. Y es que San Pedrito, como decía
antes, es así, imprevisible y cuando está feliz y contento como esta mañana es
capaz de cualquier cosa. Así que querido lectores, me dirijo a los que tenéis
este diario en las manos a primerísima hora de la mañana. Hoy vais a poder ver
y disfrutar a lo largo del día de un jovial, distendido, y feliz Pescador, que
aquellos que estén cerca de Él incluso es posible puedan oírle cantar entre susurros
alguna canción marinera a las que tan aficionado era en su juventud, y que
según cuentan entonaba muy bien. O bajarse de las andas y empezar a repartir
abrazos a diestro y siniestro.
Merecerá la pena estar muy cerca de Él y
sentirte estrujado por sus poderosos brazos de pescador. O si se ve muy
atosigado por la presencia de tantas naves, desembarcarse, darse un buen paseo andando
sobre las aguas de la bahía, al tiempo que
levantando sus brazos y agitando sus manos saluda a la concurrencia. Y
todo ello es posible, muy posible, pues repito, hoy he podido ver a un Simón
Pedro, rejuvenecido, risueño, animoso, esplendoroso, y capaz de las mayores
proezas por el bien de su gente. Gente que si bien parece en algunas
instancias, distante o fría, sólo lo es en apariencia, pues la verdad es que lo
que hoy estamos presenciando con ese calor y devoto afecto manifestado por la
población es el vínculo real existente entre Él y su pueblo. Y es que a pesar
de aparecer tan pequeñíto en la imagen que lo representa, la realidad es que se
trata de un Santo tan grande, tan grande, que sobre Él descansa toda la Iglesia
Católica, integrada por millones y millones de fieles cristianos. ¡Quién podía
suponer que aquel humilde pescador con el tiempo se convertiría en el mayor
pescador de hombres de la historia! Y como los buenos lobos de mar, para los
que no hay jubilación aunque se la merezcan, tras veinte siglos de ardua tarea
continúa haciéndose a la mar todas las noches para echar sus redes y al
amanecer volver cargado de hombres convencidos de que Él es su único y
verdadero Patrón.
Y
los que se han levantado tarde, vayan, vayan también sin pérdida de tiempo al
puerto, que allí está su Pescador esperándoles, y hoy es su día. Felicidades
Patrón.
Moraleja:
A quién Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. ( El Quijote)
Así
sea.
EL
VIGÍA
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