¿Se
acuerdan ustedes de aquello de las tres negaciones de Pedro a Jesús antes de
que cantara el gallo por tercera vez?. Pues lo mismito pero con actores
diferentes, dos mil años después, acaba de ocurrir con la negación de Fujimori
a Pichilingûe. Y lo mismo con Factor K, otro que tal. Acerca de Pichilingûe, lo
niega por activa y por pasiva, y dice que es un desconocido, un simpatizante,
un mecenas, un sobón que siempre sale en las fotos pero niega rotundamente su
afiliación y su función coordinadora pues no está inscrito en el Registro de
Organizaciones Políticas (ROP). Lo mismo que del Factor K, organización salida
de ultratumba cuyo fin, dice, es para mejor bailar la cumbia, pero nunca para
apoyar los actos proselitistas del coincidente K (Fuerza Popular). Y esto a
pesar de las evidencias que son muchísimas, de que se trata de un órgano del
partido. Todo ello para salir airosa de las tachas interpuestas para pagar su
peaje como ya ha tenido que hacer su correligionario Huaroc, excluido de la
contienda como también lo fue en su día Cesar Acuña, que a diferencia de los
anteriores reconoció públicamente por una parte, haber donado para la
construcción de un muro de contención ante los destrozos de “El Niño”, y por
otra la adquisición de una silla de ruedas para un imposibilitado. Chosica y
Piura lo recuerdan bien. Pero, entonces dijeron: la Ley es la Ley, a diferencia
de ahora, en que a mi parecer se interpreta a conveniencia de parte. Y es que
los tiempos cambian que es una barbaridad. Antiguamente hacer un acto
humanitario era bien visto, como por ejemplo ayudar al necesitado, pero al
parecer ya no, y en cambio ahora, ver para creer, lo es repartir cerveza o
coca. Siguiendo con las tachas y entrando ya en los diez últimos días de campaña,
donde no se admitirá a trámite ninguna
más, es de desear la diligencia, hasta ahora inexistente del Jurado Nacional de
Elecciones (JNE) para resolver las pendientes. Algunas de relevancia. Sería
bueno, poder ir a las urnas sabiendo que fulano o sotano sí participan, que
pueden ser elegidos, y han conseguido salvar las múltiples trabas impuestas, no
tantas para algunos, en estas anómalas elecciones.
Digo
anómalas, por no utilizar un término más duro no solo por las palabras de Alan
García cuando dice, cargado de razones que “el JNE ha perturbado el proceso
electoral” sino por varias razones más.
La
primera es la actuación, inesperada, inadecuada, y fuera de tono de la
autoridad electoral, desde el Registro de Organizaciones Políticas (ROP),
pasando por su Tribunal de Honor, continuando por sus JEE y terminando por el
mismísimo JNE. El ROP conocía desde el 15 de Diciembre pasado las
irregularidades de la agrupación de Julio Guzmán, dilatándose con la complacencia
de unos y la indolencia de otros su resolución que más tarde concluiría con su
expulsión. El Tribunal de Honor que al más puro estilo caduco y totalitario, convirtiéndose
en juez y parte tachó a Cesar Acuña de “falta de idoneidad ética para ser
Presidente”, algo insólito. El JEE que
haciendo una interpretación simplista de la nueva ley electoral dictaminó en
contra de Guzmán y Acuña , sentencia ratificada por el JNE que con su
interpretación basada en las formas y no el fondo del asunto terminó
eliminándolos. Esa interpretación de la Ley, en contra de principios
fundamentales de un Estado de Derecho cual es el derecho ciudadano a elegir y
ser elegido en elecciones libres, cercenó las expectativas de cerca de un 30%
del electorado. La Convención Americana sobre Derechos Humanos establece que se
puede reglamentar ese derecho solo por “razones de edad, nacionalidad,
residencia, idioma, instrucción, incapacidad civil o mental, o condena, por
juez competente en proceso penal”. Por lo tanto el JNE no debió excluir a los
candidatos con los fundamentos esgrimidos. Es de suponer que la opinión de los
observadores internacionales de la OEA y de la UE será muy negativa.
En
segundo lugar cabe señalar el incremento del distanciamiento existente entre la ciudadanía por una
parte y la clase política por otra.
Polarización incrementada por la inadecuada actuación del Congreso con la
emisión de la nueva Ley de partidos y su aplicación por parte del tribunal
electoral. Tribunal que ha originado al aplicarla ese malestar en el que unos, los fujimoristas
han tachado de “terroristas” a otros que a su vez se han sentido atropellados
en sus derechos ciudadanos. Así, el Presidente Távara dice al igual que García:
”La ley contra las dádivas es el elemento más perturbador de las elecciones” Su
artículo 42 aprobado el 15 de Enero y cuyo incumplimiento se sanciona con la
exclusión es el que más problemas ha dado. Acertadísimo me parece el
pronunciamiento de la Defensoría del Pueblo cuando dice que la normativa
emitida por el Congreso en el último momento” ha generado interpretaciones
dispares, confusiones y suspicacias” por su falta de explicación y que son” de
difícil integración en la cultura política del país en tan corto tiempo”.
En
tercer lugar cabe resaltar la demostración de la gran debilidad de las
instituciones políticas representativas de los ciudadanos, me refiero a los
partidos políticos. Como muestra basta reseñar la presentación a estas
elecciones de 19 alternativas de las que se mantienen prácticamente la mitad. Y
también la inexistencia de la formación política de sus integrantes con una
eliminación elevadísima de candidatos aspirantes.
Finalmente
y sin esperarlo han entrado en escena las declaraciones de clérigos que más
valdría mantuvieran sus intenciones electorales en la prudencia que sus cargos
religiosos ameritan. Tanto el Arzobispo de Arequipa, Javier del Rio mostrando
su anti Barnecheismo y anti Mendocismo
diciendo que es pecado votarles, como poco después monseñor Bambarén, mostrando
su furibundo antifujimorismo, y finalmente el arzobispo de Piura, José Antonio
Eguren aplaudiendo a los dos anteriores, han alterado la marcha de la contienda
ya de por si “movidita”. Ha tenido que intervenir el Consejo Permanente de la
Conferencia Episcopal Peruana, máximo órgano de la jerarquía católica peruana
para aclarar ”que la Iglesia reconoce el valor de la democracia como uno de los
mejores sistemas para escuchar, proponer, respetar y servir a la sociedad. El
ejercicio del voto es un signo de la participación activa de los que
conformamos la sociedad peruana. La Iglesia respeta y promueve la libertad de
cada persona en el ejercicio de este deber cívico”. Aclaración necesaria ante
la salida de tono de quienes tienen que dar ejemplo de respeto, prudencia y
templanza.
Moraleja:
”La democracia exige que los derechos políticos y de las minorías se
respeten”. (Nelson Mandela)
Así
sea.
EL
VIGÍA.
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