Recuerdo
que en mi infancia, jugábamos entre otros muchos, a uno que se llamaba “el
juego de las caras”. Consistía en la interpretación por medio de gesticulación
de diferentes caras que un amiguito ponía y por turnos debíamos ir
descubriendo. Había numerosas caras que eran interpretadas por cada uno de
nosotros y la lista era muy larga. Pero a manera de recordatorio voy a citar,
rememorando aquellos felices días, algunas de las más repetidas. Estaba la
“cara feliz”, sonriente y risueña; la “cara triste”, apagada y con puchero
infantil; la “cara de cañón”, muy seria y disgustada; la ”cara de perro”, con
hostilidad o reprobación; la “cara de pocos amigos” o “cara de vinagre” con
gesto adusto y desagradable; la “cara de póker” inescrutable; la “cara de
vergüenza” de muy avergonzado; La “cara de juez”, con semblante severo y serio
y finalmente la “cara de cemento armado” también conocida como “caradura” con
desvergüenza e insolencia. Y no continúo pues la lista sería interminable ya
que la inventiva era extensa. Como digo, jugábamos y jugábamos, durante largas
tardes sin aburrimientos ni peticiones de auxilio a nuestros mayores para que
nos resolvieran a qué jugar. De todas
aquellas caras alguna resultaba difícil de mostrar, pues de niños se trataba y
en muchos casos no teníamos ni idea. Y las que mostrábamos eran producto de lo
que nos decían nuestros padres pues no disponíamos de otra referencia. No había
medios masivos de comunicación como la tv y por lo tanto no sabíamos cómo era
el semblante de un juez, o de un caradura. Aunque ahora los medios ya ponen más
al alcance de los niños las diferentes imágenes de unos y otros. Sobre todo la
de estos últimos, asociados por las criaturas con los golfos y sinvergüenzas
que tanto proliferan en la sociedad. Y la de los anteriores, los jueces, no
estaría de más se promocionaran un poquito más en directo, en los colegios,
para que los críos vieran que son de carne y hueso, no siempre vestidos de
negro, y no son tan severos ni serios
como se les pinta, sino justos y asequibles y hasta saben sonreír. O también y
por qué no, recibiéndoles en la Corte en días especiales. O como se ha hecho el
pasado día 4 en la celebración del Día del Juez, en la que han salido de su
Corte para desfilar al aire libre y celebrar ese día tan especial. Día en el
que mi hijo, de siete años, ha descubierto que los jueces también son mujeres,
que hay juezas, jóvenes y desenvueltas, a diferencia de lo que yo pensaba a su edad
que desconocía su existencia y que los varones eran mayores, decrépitos y de
mala leche. Y la cosa no era ni es así. ¡Lo que era y es la ignorancia!
Aunque
a decir verdad, y sin que me oigan los pequeños, alguno debe quedar por ahí un
tanto mayor ya, decrépito y con mala leche, cosa bastante bien sobrellevada por
la paciencia y buena educación de sus colegas y también, todo hay que decirlo,
por el corporativismo de la profesión. Como ocurre en todas las profesiones.
Después vuelvo sobre el tema.
En
esa celebración que fue instaurada 45 años atrás, el 4 de agosto de 1971
durante la dictadura de Juan Velasco Alvarado en conmemoración de la
instalación de la Alta Cámara de Justicia, antecedente de la actual Corte
Suprema de la Justicia creada por el “Libertador” Don José de San Martín el 4
de Agosto de 1821, el Presidente de la
Corte del Santa, Don Willians Vizcarra Tinedo en su discurso hizo referencia al
importante papel que tienen que cumplir en la sociedad, asegurando una justicia
autónoma, independiente y rápida. Para terminar diciendo: ”Considero que
estamos en el buen camino, hay un compromiso de todos nosotros para hacer las
cosas mucho mejor que antes, y así será siempre.” Palabras que confirman y
ratifican el firme compromiso de los administradores de la Justicia. Los
Jueces.
Como
decía antes, de todo hay en la viña del Señor, desde vedettes que solo Dios
sabe lo que se creen, desvirtuando el trabajo de otros, hasta finalmente los
abnegados, fieles y honestos administradores de la Ley. Hemos tenido
recientemente en Ancash el enjuiciamiento en primera y segunda instancia con
fallos condenatorios de 7 años de privación de libertad de los prófugos Espinoza
y su ex conviviente Agapito, para seguidamente el tribunal de casación
presidido por el juez Villa Stein declarar inadmisible la solicitud por defecto
de forma pero sí para sentar “doctrina”. Y cuando todos los expectantes
ciudadanos, menos claro está, dos, la tal Vicky y el tal Agapito,
esperábamos la resolución “doctrinal”
resulta que el tal Villa Stein, nos adoctrina con que los funcionarios públicos
tienen todos sus bienes en sus cuentas corrientes o de ahorros y de no hallarse
allí es que no existen y que sus familiares enriquecidos injustificadamente al
no ser funcionarios resultaría aberrante condenarlos. Doctrina con la que
trinan de alegría y satisfacción todos los corruptos habidos y por haber. ¡Y cómo
trinan!
Los
ciudadanos tienen que saber que el tribunal de primera instancia y el de
apelación de segunda instancia actuaron correctísimamente al enjuiciar a los
justiciables antes mencionados aplicando una doctrina de casación anterior del
Juez Supremo Cesar San Martín. Y el colofón de Villa Stein: “Este no es un tema
de lucha contra la corrupción, es un tema de legalidad. De Ripley. Dicho todo lo dicho, por ahora no resta sino acatar
la absurda sentencia, y no digo aberrante por respeto a la alta magistratura. A
no ser que ocurra como ya pasó con otra sentencia muy controvertida del mismo
Juez que el 20 de julio del 2012 rebajó la pena de 25 a 20 años a los
integrantes del Grupo Colina al asegurar que no eran crímenes de Lesa Humanidad
(Asesinato de 15 personas en Barrios Altos, la desaparición forzada de un
periodista, y la desaparición y asesinato de los 9 de Ancash). Para posteriormente,
el 28 de septiembre del mismo año, la
Sala Penal Permanente anuló su propio fallo, eso sí, en ausencia por vacaciones
de su Presidente Villa Stein. Desconozco si este año ya ha hecho las vacaciones
y sus colegas firmantes de sentencia podrían revertirla. No estaría nada mal.
Aunque
algo tarde, me han parecido de una prudencia exquisita las ponderadas palabras
del Juez Superior Carlos Maya Espinoza, parte aludida, saliendo al paso de los exabruptos
de su colega de profesión. Impropios de una alta magistratura y más propios de
algunos aventureros moteros de altas cilindradas como las Harley Davinsond.
Volviendo
al juego de las caras les diré que “no es oro todo lo que reluce” pues a veces
el engaño acontece cuando bajo una apariencia de “cara de juez” de semblante
severo y serio se esconde una “cara de cemento armado” o “caradura” con
desvergüenza e insolencia.
Moraleja:”
A quien te engañó una vez, jamás le has de creer”.( Dicho popular)
Así
sea
El
Vigía
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