En
artículos anteriores hemos abordado aspectos diferenciadores de conceptos tales
como como Educación e Instrucción, y
veíamos con algún ejemplo práctico que podíamos encontrar personas muy instruidas
pero poco educadas. Es el caso del profesional muy preparado pero que su falta
de puntualidad un día sí y otro también lo señala como un mal educado. Si, aunque
queramos relativizarlo, muy mal educado. Veíamos también el rol que debe jugar la
escuela no centrándose únicamente en su tarea de instrucción sino potenciando
su actual quehacer en el proceso educativo, pues aunque sabido es que éste debe
iniciarse y potenciarse en el seno de la familia, la realidad es que hay
muchas, demasiadas, desestructuradas e incapaces de transmitir algo positivo a
su prole, por lo que esa falencia debe ser cubierta por la escuela. Finalmente
veíamos el anacrónico y bárbaro horario que sufren nuestros pequeños de
Enseñanza Primaria, entrando a las 7,30h
adormilados, y saliendo a las 15h cansados y estresados. Un total de siete
horas más media de recreo, que como después veremos resulta insuficiente, me
refiero al recreo, en su función educativa y de descanso. Jornada corrida que
no hay estudio pedagógico alguno que la valide, muy al contrario, viene a
suplir a una jornada partida, tradicional y mucho más racional y pedagógica. Y por
si todo eso no es suficiente, en su cartera unas hermosas tareas para
distracción en la tarde no solo de los muchachos sino de sus papás, que tienen
que suplir al profesor, con las nefastas consecuencias de los malos humores de
los adultos y el hartazgo de los críos. O sea, verlo para creerlo.
Ahora
vamos a analizar dos aspectos importantes en el proceso educativo cuales son la
comida y el recreo. Empezaremos por este último.
El
recreo es el momento del proceso educativo en el que el alumno se muestra tal y
como es. En ese momento, durante el juego el alumno muestra de forma espontánea sus tendencias, vemos
al líder, al gregario, su agresividad, su indolencia, su sociabilidad, su
aislamiento, etc.etc. y ahí con los juegos dirigidos el profesor puede ir
moldeando la personalidad del alumno. Es el momento óptimo de la jornada para
observar por una parte y por otra, actuar. Sobre todo mediante los juegos.
Oigamos lo que nos dice Doña Elena Martín Ortega, Doctora en Psicología y
Profesora Titular en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de
Madrid: “En los recreos los alumnos aprenden cosas tan valiosas como en las
aulas, como bien saben los profesores. Los espacios de ocio son ámbitos
privilegiados para educar en la afectividad, en la interacción social, en las
aficiones, en la amistad. Estos recreos deben tener, pues, una duración que
permita llevar a término juegos y actividades que exigen un mínimo de tiempo. La jornada que
puede dar respuesta a estas necesidades no es desde luego la denominada jornada
continua. Respetando este equilibrio se pueden organizar muchos horarios. El
problema no es acabar a las cinco o acabar a las tres. El problema es cómo
distribuir internamente las actividades para asegurar que esas condiciones se
cumplan……”
A grandes rasgos pueden diferenciarse cuatro
etapas en el proceso evolutivo de los peques: una inicial hasta los dos años;
otra hasta los seis años; la que va a partir de los seis hasta los once años; y
finalmente la que llega aproximadamente hasta los quince o dieciséis años. La
que a nosotros nos interesa ahora es la tercera, la que abarca la primaria, de
los seis a los once años. Esta etapa es conocida como la de las “Operaciones
concretas” en la que el pensamiento del niño/a está centrado en su realidad
física, y el mayor desarrollo es en su imaginación creadora, en su
incorporación social y en el pensamiento lógico. Existen una variedad de juegos
tanto físicos como intelectuales para aplicar en esta etapa y desarrollar sus
diversas capacidades: de psicomotricidad para el desarrollo físico armonioso.
De apoyo al aprendizaje: lingüísticos, científicos, creativos, etc. O los de
apoyo a la socialización, el afecto, la empatía, la sensibilidad etc. etc. Y
ahora preguntemos, en el caso de nuestros hijos ¿se organizan internamente las
actividades recreativas para asegurar que esas condiciones se cumplan?¿Además
de jugar al futbol, a que otros juegos dirigidos y formativos dedican los
alumnos su recreo?, ¿y el profesor por dónde anda?, ¿un solo recreo de media
hora es suficiente? Preguntas que dejo en el aire para ser contestadas a
voluntad del lector.
Y
ahora pasamos a la comida de los escolares. Empezaré preguntando: ¿Cuántas
familias hay en Perú que empiecen a comer a las tres y media de la tarde? Creo
que muy pocas, aunque la mía, por desgracia es una de ellas y el resto
corresponde a las de esos niños de primaria que tienen la jornada continuada
como el mío. Pero hay más cosas. Hay colegios donde no hay horario de comida
sino un recreo de veinte minutos que aquellos que llevan comida lo utilizan, en
parte, para comer aprisa y corriendo pues si no se pierden el juego con sus
compañeros. Y es que, insisto, no hay horario establecido por el colegio para
comer. Y ¿dónde malcomen los muchachos? En su salón de clase. ¿Y sobre que
mesa? Sobre su propia carpeta de aprendizaje. ¿Y quién controla y supervisa el
acto de comer?, pásmense, el propio comensal. Menú de un día cualquiera:
Espaguetis con pollo, posiblemente aderezado con restos de goma de borrar, minas
de lápiz y virutas de madera. Sencillamente,
tercermundista y vergonzoso. Y no estoy exagerando nada. Va siendo hora de que
se tomen las medidas pertinentes, bien por las Direcciones de los centros
afectados o en su defecto por la autoridad educativa correspondiente.
Recientemente ha habido quejas muy justificadas de padres ante la desidia y las
prohibiciones injustificadas de la Dirección de algún Centro educativo por este
mismo tema.
Parece
mentira que un país que puede presumir de tener una de las más destacadas
gastronomías del mundo no pueda hacerlo también de cómo comen sus pequeños. Los
hábitos en el momento de la comida juegan un rol importantísimo en la salud de
una persona, entendiendo por tales el horario, la frecuencia, la higiene, el
lugar, y la ingesta sosegada con su consiguiente y tranquila digestión. Y si no
con el tiempo, dispepsias, gastritis, úlceras, etc, etc. Y todo ello originado
por la desidia de unos, los centros responsables, y la inhibición de otros, la
autoridad competente. ¿O acaso el hábito de comer no forma parte del proceso
educativo?.
Moraleja:
Desayuna mucho, come más, cena poco y vivirás.
Así
sea.
El
Vigía.
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