¿Por qué en unas comunidades
al cliente se le denomina:”su majestad el cliente” y se le trata como a tal, con mimo, afecto, deferencia y
atención? y ¿por qué en otras sociedades
como la nuestra se le trata con dureza, desafecto, indiferencia y falta de
atención? Pues sencillamente porque en el primer caso el servidor o proveedor
además de inteligente es respetuoso y el cliente, que es el que paga, hace
valer sus derechos. En cambio en el segundo caso el proveedor es muy bruto e
irrespetuoso y nosotros muy “dóciles” ya que no hacemos
valer nuestros derechos y nos utilizan como les viene en gana.
Para que lo entendamos mejor pondré
algún ejemplo aclaratorio.
Los bancos, si, los bancos;
no los de sentarse, no, sino los de los dineros, esas instituciones donde
reciben con los brazos abiertos nuestros
ahorros para “guardarlos” y con los brazos cruzados, morro torcido e intereses rayanos en la usura cuando
solicitamos un préstamo o crédito.
No me referiré al aspecto
bursátil, crediticio etc. etc. de los que habría mucho que decir, muy complejo
de explicar y más difícil de comprender para los que somos ciudadanos de a pie.
Lo haré sobre algo mucho más
sencillo, muchísimo más: el trato que nos dispensan como personas, como
clientes.
¿Ustedes creen que hay
derecho a esas colas, largas, interminables e insufribles a lo largo de
fachadas y veredas, haga frío, calor, o lluvia para poder gestionar algo relacionado
con nuestro dinero, bien sea cobrar o pagar? .Verlas deprime el ánimo y
recuerda el racionamiento de las posguerras y el subdesarrollo. Y ¿por qué hay
esas colas?, ¿acaso regalan algo?, ¿o será que nos hemos puesto todos de acuerdo en coger una
insolación o una gripe según sea la
época del año? No, nada de eso, es simplemente porque el número de sucursales
y/o cajeros son manifiestamente
insuficientes y a sus dirigentes les importa un pito el sufrimiento y la
incomodidad de sus clientes. Esa es la cruda realidad y no otra. Entre invertir
en mejorar su servicio y no hacerlo optan por lo segundo que es mucho más
económico y creen que rentable pues aquí
el cliente, repito, no pinta nada. Y mientras sigamos sin pitar nada así nos lucirá
el pelo.
En muchos casos esa cola se
disuelve pacíficamente, al mismo tiempo que el sol, a las seis de la tarde,
cuando el vigilante de turno cierra las puertas del banco y montones de gente,
al fin y al cabo clientes, ven defraudadas sus expectativas de concluir su
gestión tras haber estado a la intemperie, sufriendo las inclemencias durante
bastante tiempo. ! Vuelva usted mañana que será otro día!
¡Y qué decir de la
organización en el interior de las
oficinas!
Veamos con detenimiento.
Normalmente suele haber dos colas
zigzagueantes de clientes que
recuerdan a los inmigrantes en las salas de visados de los aeropuertos, por no
decir algo peor y entre diez y veinte ventanillas o mostradores para su atención.
Pues bien, hay un mostrador,
solo uno, con un pictograma que dice: SERVICIO PREFERENTE, así con letras
grandes y bien visibles, ante el que se sitúan haciendo cola personas mayores,
gestantes, mamás con sus bebés en los brazos o discapacitados físicos o psíquicos y, otra cola para el resto de clientes junto a la cual hay un empleado
del banco o un vigilante. O sea, los que deben tener un trato preferente disponen de un mostrador, solo uno, para resolver sus asuntos y los que no tienen ese derecho disponen de entre nueve y
diecinueve.
¿Esto tiene sentido?, ¿verdad
que no? La realidad es que la cola “preferente“ no tiene nada de tal pues en ella
uno se eterniza. Hagan la prueba cuando quieran y lo comprobarán.
Que haya dos colas debe ser
aceptado y de hecho está bien aunque la ley no dice “hágase una cola
preferente” sino “proporcione usted un servicio preferente “, que es cosa
muy diferente, a las personas que por sus características ya aludidas lo
precisen. Y digo yo, ¿tanto costaría que el empleado o vigilante organizase el servicio
de forma y manera que todos los mostradores cumplan la función de estar al
servicio de las personas “preferentes”?
“¡Señor, pase ahí!”,” ¡Señora, pase allí!” y así sucesivamente. Pues
amigos, cosa tan sencilla no se hace, y
el motivo es la falta de atención y sobre todo de sensibilidad de la Dirección
a la que como decía al principio el cliente y sus circunstancias no le importan
nada. Claro está que la situación, ésta y todas, continuarán sin
resolverse mientras nosotros los
clientes lo sigamos permitiendo.
No les quepa ninguna duda que
algún día llegará y, ya estamos tardando, en que seremos ”majestades”
comercialmente hablando, como debe ser, al igual que en otras sociedades ya lo
han conseguido. Así que futuras “majestades”, ustedes tienen la palabra.
Y ahora queridos lectores les
dejo porque son casi las seis de la tarde y voy contra reloj pues con toda
seguridad tendré que hacer cola. Adivinen dónde.
Moraleja: Si al banco vas, en
la cola o cajero sufrirás y, tus dineros no siempre te llevarás.
Así sea.
EL vigía.
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