sábado, 9 de julio de 2016

ARTÍCULO: MAREANDO LA PERDIZ


Al ciudadano de a pie le llegan una serie de noticias que en muchos casos le dejan pensativo de si aquello que le dicen puede ser cierto o qué explicación tiene, pues su verosimilitud parece dudosa. Por el contrario, en otros casos no extraña la noticia pues ya era de dominio de la calle y parecían desconocerla únicamente los que ahora se echan las manos a la cabeza, que suelen ser los responsables directos. Como ejemplo del primer caso vemos como los seguidores acérrimos del Barça y concretamente de Leo Messi, dudan de la veracidad de que ha estafado al fisco y lo han condenado junto a su papá a 21 meses de cárcel, que no cumplirá,  y al pago de más de cuatro millones de Euros de multa. Causa extrañeza pero es la pura verdad. En otros casos, por desgracia, el ciudadano reiteradamente comenta en su ambiente, pues era de conocimiento generalizado, los hechos que ahora se dan como  novedosos  y noticiables, aunque quienes tenían la obligación de conocerlos decían ignorarlos. Como es el caso de la compra amañada de las licencias de conducir. Quizá ya su apodo, brevete, indica el sentido de la brevedad en su obtención. Ni estudios previos, ni prácticas, ni exámenes psicofísicos, ni mucho menos pruebas para validar el examen final. Todo amañado. Pagar ochocientos o mil soles y ya eres un Fitipaldi más y quedas en situación de ir atropellando impunemente a la gente, eso sí, sin beber demasiado alcohol. ¿Cuántos conductores obtuvieron su carné así?¿Cuánto tiempo lleva realizándose tal práctica mafiosa? Y claro así nos va.
El simple ciudadano da por normal una serie de cosas y casos que de normal no tienen nada. Por ejemplo aquello de “robar, roba, pero al menos hace obras”, refleja bastante fielmente tanto el sentir como la realidad social que nos rodea Y ya no digamos cuando se hace referencia al mundo de la administración de la Justicia. El ciudadano ya ve con normalidad una serie de hechos que por su reiteración en los procesos judiciales, son motivo de escarnio en unos casos y en otros de auténtico escándalo. Como es la reiterada suspensión de un juicio por ausencia o retardo injustificado de un fiscal, o por el más que “benevolente” proceder de un Juez, la  incompetencia en las formas acusatorias del mismo fiscal anterior u otro cualquiera, la notificación incorrecta a las partes litigantes, las repentinas enfermedades de defensores “certificadas” oportunamente, los archivamientos indebidos de numerosos casos y en fin la inasistencia a su última vista, de  los en ella condenados, con su pase a la clandestinidad declarándose prófugos de la Justicia. Todo ello visto con la mayor normalidad. Y en algunos casos son las altisonantes voces de quienes por su cargo o puesto social desempeñado, como puede ser una alcaldía, deberían practicar la prudencia al referirse profesionalmente a otros cargos como son sus mismos colegas regidores o los administradores de la justicia. Poner en la “picota” una y otra y otra vez a fiscales y jueces, por otra teórica autoridad, no es nada adecuado para una convivencia tranquila y democrática. Y digo teórica autoridad como puede ser el caso de aquella que fue obtenida en su día de forma  circunstancial, y que actualmente se está viendo mermada moralmente por los sucesivos casos judiciales en que se halla involucrado con resultados no excesivamente gratificantes para su titular. Caso del actual alcalde Julio Cortez.
El dicho de marear la perdiz creo es perfectamente aplicable al caso. Es un dicho de carácter cinegético que hace referencia a la actuación del cazador que azuzando a los perros levanta en el campo una y otra vez a las perdices con el objeto de cansarlas y hacerlas más fácilmente abatibles. Hay un refrán que dice: Perdiz azorada, perdiz asada. Por ello este dicho se refiere a que marear y aturdir a una persona con mucha palabrería sin sentido se hace para que más tarde acepte los planteamientos que antes rechazaba. O simplemente con el objeto de retardar o posponer la solución de algún asunto.
 Así vemos como sucesivos juicios emblemáticos vistos en primera y  segunda instancia y posteriormente en casación son utilizados por gente interesada, mareando la perdiz, para intentar tergiversar hechos, desvirtuar realidades y de esa manera confundir a la opinión pública. Este es el caso del juicio de casación de Victoria Espinoza y Wuilmer Agapito condenados en junio y septbre del año pasado, en primera y segunda instancia a siete  años de privación de libertad y al pago de una reparación civil solidaria de un millón veintiocho mil soles a ambos procesados por enriquecimiento ilícito. También la entonces alcaldesa fue sancionada con inhabilitación por tres años para realizar funciones públicas. Desde el día de la condena tanto una como otro se dieron a la fuga, manteniéndose fuera de la Ley, prófugos en la actualidad y en el caso de ella en búsqueda y captura con recompensa.
Poco se ha comentado que la solicitud de casación presentada fue declarada inadmisible por el colegiado presidido por Villa Stein pues los abogados solicitantes se olvidaron de algo importante “culminar su recurso con una pretensión concreta”. Casi nada. Bla,bla,bla,bla, pero nada más. Aquí cabría hacer referencia al dicho: Perro ladrador, poco mordedor. Aún así la Sala resolvió con un criterio de discrecionalidad conceder una “procedencia excepcional” a la solicitud para resolverla en forma de oficio. Y lo hacen porque consideran que deben pronunciarse sobre el fondo del asunto para sentar jurisprudencia. De esta manera poder desarrollar el presupuesto de que un indicio del enriquecimiento ilícito es el incremento patrimonial del funcionario público, si bien esto “no puede dejar una puerta de impunidad para enriquecerse ilícitamente poniendo bienes a nombre de terceros”. Finalmente la Sala indica que al haber sido incorrectamente planteados los recursos de casación de Espinoza y Agapito, estos deben afrontar las costas del proceso. En  otras palabras, quienes redactaron la solicitud de casación andaban tan “distraídos” que se olvidaron de indicar lo que pedían. O también, con otras palabras, “se lucieron”.
El juicio ha quedado visto para sentencia, que la conoceremos mañana día 12 y el tribunal, como no podía ser de otra forma ha dejado claro que se trata de un juicio de casación, y que comprende sólo “cuestiones de puro derecho” pero “no la reevaluación de cuestiones de hecho” por lo que “no se discute el valor probatorio y el criterio de apreciación”. O sea para que todo el mundo lo entienda, los hechos ya fueron objeto de análisis y valoración en los dos juicios anteriores con una sentencia condenatoria y no pueden ser vueltos a revisar. Lo que se analiza ahora son cuestiones de derecho, si fueron o no bien aplicadas.  En este nuevo juicio de casación los condenados no van a obtener su absolución pues ya fueron, repito, juzgados y condenados. Ahora el máximo beneficio que podrían obtener sería la celebración de una nueva vista a partir del momento procesal puesto a revisión, cosa que no se vislumbra. Pero de absolución, nada de nada. Por otra parte hay que resaltar la magnanimidad del colegiado que acoge de oficio esta solicitud de casación, para abordar un aspecto doctrinario y siente jurisprudencia en el futuro, a pesar de la defectuosa presentación de sus firmantes. A diferencia de la actuación correcta del Ministerio Público que no tenía necesidad alguna de presentarse al desarrollo de la vista ya que allí no tenía nada que demostrar ni solicitar, pues ya lo hizo en su día.
Es por ello que las palabras despectivas proferidas por una teórica autoridad local, referidas a la inasistencia del  Ministerio Público, son más propias de quién lo que pretende es marear la perdiz una vez más.
Todos podemos discrepar de las actuaciones de terceros, sean  médicos, gasfiteros, profesores, electricistas, ingenieros, jueces o fiscales pero dentro de un orden y siempre con la prudencia y mesura debida y más si el origen y el destinatario de las desabridas palabras son autoridades, o lo que es lo mismo, representantes del pueblo. Esas acciones resultan francamente desalentadoras y poco ejemplarizantes para una sociedad que anda huérfana de valores.
Moraleja: ”Las palabras que no van seguidas de hechos no valen nada”. (Esopo)
Así sea

ELVIGÍA.

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