Al ciudadano de a pie le llegan una
serie de noticias que en muchos casos le dejan pensativo de si aquello que le
dicen puede ser cierto o qué explicación tiene, pues su verosimilitud parece
dudosa. Por el contrario, en otros casos no extraña la noticia pues ya era de
dominio de la calle y parecían desconocerla únicamente los que ahora se echan
las manos a la cabeza, que suelen ser los responsables directos. Como ejemplo
del primer caso vemos como los seguidores acérrimos del Barça y concretamente
de Leo Messi, dudan de la veracidad de que ha estafado al fisco y lo han
condenado junto a su papá a 21 meses de cárcel, que no cumplirá, y al pago de más de cuatro millones de Euros
de multa. Causa extrañeza pero es la pura verdad. En otros casos, por
desgracia, el ciudadano reiteradamente comenta en su ambiente, pues era de
conocimiento generalizado, los hechos que ahora se dan como novedosos y noticiables, aunque quienes tenían la
obligación de conocerlos decían ignorarlos. Como es el caso de la compra
amañada de las licencias de conducir. Quizá ya su apodo, brevete, indica el
sentido de la brevedad en su obtención. Ni estudios previos, ni prácticas, ni
exámenes psicofísicos, ni mucho menos pruebas para validar el examen final.
Todo amañado. Pagar ochocientos o mil soles y ya eres un Fitipaldi más y quedas
en situación de ir atropellando impunemente a la gente, eso sí, sin beber
demasiado alcohol. ¿Cuántos conductores obtuvieron su carné así?¿Cuánto tiempo
lleva realizándose tal práctica mafiosa? Y claro así nos va.
El simple ciudadano da por normal una serie de cosas
y casos que de normal no tienen nada. Por ejemplo aquello de “robar, roba, pero
al menos hace obras”, refleja bastante fielmente tanto el sentir como la
realidad social que nos rodea Y ya no digamos cuando se hace referencia al
mundo de la administración de la Justicia. El ciudadano ya ve con normalidad
una serie de hechos que por su reiteración en los procesos judiciales, son motivo
de escarnio en unos casos y en otros de auténtico escándalo. Como es la
reiterada suspensión de un juicio por ausencia o retardo injustificado de un
fiscal, o por el más que “benevolente” proceder de un Juez, la incompetencia en las formas acusatorias del
mismo fiscal anterior u otro cualquiera, la notificación incorrecta a las
partes litigantes, las repentinas enfermedades de defensores “certificadas”
oportunamente, los archivamientos indebidos de numerosos casos y en fin la
inasistencia a su última vista, de los
en ella condenados, con su pase a la clandestinidad declarándose prófugos de la
Justicia. Todo ello visto con la mayor normalidad. Y en algunos casos son las
altisonantes voces de quienes por su cargo o puesto social desempeñado, como
puede ser una alcaldía, deberían practicar la prudencia al referirse profesionalmente
a otros cargos como son sus mismos colegas regidores o los administradores de
la justicia. Poner en la “picota” una y otra y otra vez a fiscales y jueces,
por otra teórica autoridad, no es nada adecuado para una convivencia tranquila
y democrática. Y digo teórica autoridad como puede ser el caso de aquella que fue
obtenida en su día de forma circunstancial,
y que actualmente se está viendo mermada moralmente por los sucesivos casos
judiciales en que se halla involucrado con resultados no excesivamente gratificantes
para su titular. Caso del actual alcalde Julio Cortez.
El dicho de marear la perdiz creo es perfectamente
aplicable al caso. Es un dicho de carácter cinegético que hace referencia a la
actuación del cazador que azuzando a los perros levanta en el campo una y otra
vez a las perdices con el objeto de cansarlas y hacerlas más fácilmente
abatibles. Hay un refrán que dice: Perdiz azorada, perdiz asada. Por ello este
dicho se refiere a que marear y aturdir a una persona con mucha palabrería sin
sentido se hace para que más tarde acepte los planteamientos que antes
rechazaba. O simplemente con el objeto de retardar o posponer la solución de
algún asunto.
Así vemos
como sucesivos juicios emblemáticos vistos en primera y segunda instancia y posteriormente en
casación son utilizados por gente interesada, mareando la perdiz, para intentar
tergiversar hechos, desvirtuar realidades y de esa manera confundir a la
opinión pública. Este es el caso del juicio de casación de Victoria Espinoza y
Wuilmer Agapito condenados en junio y septbre del año pasado, en primera y
segunda instancia a siete años de
privación de libertad y al pago de una reparación civil solidaria de un millón
veintiocho mil soles a ambos procesados por enriquecimiento ilícito. También la
entonces alcaldesa fue sancionada con inhabilitación por tres años para
realizar funciones públicas. Desde el día de la condena tanto una como otro se
dieron a la fuga, manteniéndose fuera de la Ley, prófugos en la actualidad y en
el caso de ella en búsqueda y captura con recompensa.
Poco se ha comentado que la solicitud de casación
presentada fue declarada inadmisible por el colegiado presidido por Villa Stein
pues los abogados solicitantes se olvidaron de algo importante “culminar su
recurso con una pretensión concreta”. Casi nada. Bla,bla,bla,bla, pero nada
más. Aquí cabría hacer referencia al dicho: Perro ladrador, poco mordedor. Aún
así la Sala resolvió con un criterio de discrecionalidad conceder una
“procedencia excepcional” a la solicitud para resolverla en forma de oficio. Y
lo hacen porque consideran que deben pronunciarse sobre el fondo del asunto
para sentar jurisprudencia. De esta manera poder desarrollar el presupuesto de
que un indicio del enriquecimiento ilícito es el incremento patrimonial del
funcionario público, si bien esto “no puede dejar una puerta de impunidad para
enriquecerse ilícitamente poniendo bienes a nombre de terceros”. Finalmente la
Sala indica que al haber sido incorrectamente planteados los recursos de
casación de Espinoza y Agapito, estos deben afrontar las costas del proceso. En
otras palabras, quienes redactaron la
solicitud de casación andaban tan “distraídos” que se olvidaron de indicar lo
que pedían. O también, con otras palabras, “se lucieron”.
El juicio ha quedado visto para sentencia, que la
conoceremos mañana día 12 y el tribunal, como no podía ser de otra forma ha
dejado claro que se trata de un juicio de casación, y que comprende sólo
“cuestiones de puro derecho” pero “no la reevaluación de cuestiones de hecho”
por lo que “no se discute el valor probatorio y el criterio de apreciación”. O
sea para que todo el mundo lo entienda, los hechos ya fueron objeto de análisis
y valoración en los dos juicios anteriores con una sentencia condenatoria y no
pueden ser vueltos a revisar. Lo que se analiza ahora son cuestiones de
derecho, si fueron o no bien aplicadas.
En este nuevo juicio de casación los condenados no van a obtener su
absolución pues ya fueron, repito, juzgados y condenados. Ahora el máximo
beneficio que podrían obtener sería la celebración de una nueva vista a partir
del momento procesal puesto a revisión, cosa que no se vislumbra. Pero de
absolución, nada de nada. Por otra parte hay que resaltar la magnanimidad del
colegiado que acoge de oficio esta solicitud de casación, para abordar un
aspecto doctrinario y siente jurisprudencia en el futuro, a pesar de la
defectuosa presentación de sus firmantes. A diferencia de la actuación correcta
del Ministerio Público que no tenía necesidad alguna de presentarse al
desarrollo de la vista ya que allí no tenía nada que demostrar ni solicitar,
pues ya lo hizo en su día.
Es por ello que las palabras despectivas proferidas por
una teórica autoridad local, referidas a la inasistencia del Ministerio Público, son más propias de quién
lo que pretende es marear la perdiz una vez más.
Todos podemos discrepar de las actuaciones de
terceros, sean médicos, gasfiteros, profesores,
electricistas, ingenieros, jueces o fiscales pero dentro de un orden y siempre
con la prudencia y mesura debida y más si el origen y el destinatario de las
desabridas palabras son autoridades, o lo que es lo mismo, representantes del
pueblo. Esas acciones resultan francamente desalentadoras y poco
ejemplarizantes para una sociedad que anda huérfana de valores.
Moraleja:
”Las palabras que no van seguidas de hechos no valen nada”. (Esopo)
Así sea
ELVIGÍA.
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