martes, 3 de junio de 2014

ARTÍCULO: ACLARACIONES INICIALES AL CASO.

           




El Poder Judicial, como suele ocurrir en las emergencias nacionales, ha mostrado su auténtico poder sacando a relucir la caja de los truenos al hacer ejercicio de su autoridad, dictando una serie de medidas jurídicas ante el presunto desmán de una parte de la sociedad, y así evitar la implementación más amplia de unos actos corruptos que venían enseñoreándose en la Región de Ancash. Con el agravante de que esa parte de la sociedad desmandada, es coincidentemente la que mandaba, originando un auténtico desmadre. O sea la clase dirigente.
El que haya sido esa, la clase dirigente, la presuntamente responsable de actos sumamente graves, con su consiguiente elevadísima alarma social, es justificación razonable y más que suficiente para que los Poderes del Estado se hayan vistos impelidos a actuar de forma drástica. Presidente de la República, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, ante la luz roja encendida y originada por los siniestros y corruptos hechos acontecidos, han tenido que actuar al unísono cumpliendo cada uno de ellos con su función, que no es otra que la defensa del Estado de Derecho. El Presidente de la República, convocando al Consejo de Estado, para que sus integrantes responsables de los diferentes Poderes unificaran criterios, dentro de su independencia institucional y potenciaran sus respectivas acciones.
Así, cada uno de ellos cumpliendo con sus  responsabilidades iniciaron la tarea de afrontar en profundidad los desmanes que venían sucediéndose. Desmanes calificados actualmente como delitos de elevada gravedad, cuales son asesinato cualificado, asociación ilícita para delinquir, peculado, lavado de activos y otros varios. Unos delitos altamente penados y por lo tanto una selecta selección de ellos, que venían desarrollándose desde años atrás.
Lo que inicialmente hay que considerar como un acto político, como fue la decisión de actuar institucionalmente dio paso a las sucesivas acciones de cada una de las Instituciones en sus respectivas jurisdicciones.
Así pues, las acciones de la Policía Nacional del Perú, Fiscalía y Judicatura, no cabe bajo ningún concepto considerarlos como actos políticos, sino como actos jurisdiccionales y profesionales, independientes y amparados y aplaudidos por la Ley.
Aquí y ahora no se está ante ninguna caza de brujas, a no ser que así se considere, cosa que no haré yo, a alguna de las presuntas delincuentes, sino ante la persecución de los graves delitos antes mencionados.
Quienes se sienten descubiertos y perseguidos por el imperio de la Justicia tratan de desvirtuarla y desprestigiar su actuación. Para ello lo más fácil es intentar acomodar su discurso diciendo que están siendo víctimas de una persecución política, cuando en realidad lo que se está haciendo es una persecución del delito mediante actos jurídicos, claros y transparentes en aplicación de la Ley y en defensa del Estado de Derecho.
Decir que “tú viniste a buscar nuestro apoyo y nos pusiste como ejemplo hace cuatro años”, se trata de un hecho político y que puede ser cierto, pero que no desvirtúa en absoluto las acciones jurídicas ahora adoptadas ante las evidencias aportadas, a diferencia de lo que aparentemente no existía o no se contemplaba hace unos años. Las acciones actualmente adoptadas honran a quiénes las han tomado, y su silencio o ambigüedad les harían cómplices de quienes presuntamente delinquieron. Aquí sería útil aplicar el símil futbolístico de que cuando un equipo se ve acorralado su entrenador recomienda echar balones fuera y dejar pasar el tiempo. Mejor sería que la acción de la defensa de los encartados no se centrara en echar balones fuera y responsabilizar al árbitro, pues esto no es ningún juego sino en contrarrestar los indicios y pruebas aportadas por el Ministerio Público en los delitos cometidos, aportando los descargos correspondientes. Las persecuciones políticas fueron propias de estados dictatoriales pasados. Actualmente podemos dar gracias de vivir en un estado democrático y de derecho, imperfecto desde luego, pero en el que cada ciudadano puede actuar libremente siempre respetando los derechos de su prójimo.

Por otro lado, el drama social que acompaña a unos y otros es elevado. Para unos, los familiares de los desaparecidos, se trata de una auténtica tragedia difícil de reparar y que únicamente el tiempo y la Justicia será capaz de paliar en parte. Para otros, los de los ahora detenidos, es difícil de asimilar y afrontar, bien por lo inesperado, bien por su más que posible moral laxa o lo que es lo mismo el “todo vale”. Estoy hablando de hijos, esposos/as, padres, etc. etc.
Pero que no son sólo ellos, sino también quienes estamos siendo testigos de los acontecimientos y formamos el tejido social, los que sentimos una profunda, profundísima tristeza ante los acontecimientos que ineludiblemente nos ha tocado presenciar. La sociedad debe reaccionar con entereza y la Justicia actuar con celeridad y rigor, con el fin de aliviar la alarma social creada por una parte y por otra cumplimentar su labor constitucional de perseguir y sancionar el delito.

Para finalizar, debo constatar que a cuantos nos dedicamos a escribir nos resulta muy doloroso ver como colegas, en el libre acto de su ejercicio, se ven denunciados, perseguidos y condenados de forma poco adecuada a derecho como hemos visto recientemente; pero también nos duele y posiblemente más, la actuación de algunos otros que son justamente apartados y aislados de la sociedad por transmitir la imagen de que escribir y comunicar es una actividad bastarda y vendible al mejor postor.

Moraleja:” Los malos equipos encubren sus malas actuaciones responsabilizando al estado de la cancha o a la actuación del árbitro”

Así sea.

EL VIGÍA.  

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