miércoles, 24 de junio de 2015

ARTÍCULO: PETRÓLEO INYECTADO.


Que los hidrocarburos han pasado a ocupar un lugar preponderante en la sociedad actual es una verdad, como también lo es que se han convertido en un bien costoso de obtener tras fuertes inversiones dinerarias. Las grandes compañías multinacionales se pelean por la obtención de los permisos de exploración primero y de explotación después de los pozos  petrolíferos a lo largo y ancho de la geografía mundial. Ha llegado a tal punto su hegemonía que sin él o sus derivados la vida cotidiana se paralizaría. Así vemos como los vehículos a motor tienen como carburantes a los hidrocarburos licuados, llámense petróleo, gasolinas, o gas. Y eso, lo de la paralización, lo hemos constatado cuando por motivos no muy claros ha habido desabastecimiento de carburantes. No solo hay largas colas ante los surtidores sino subidas intempestivas de precios sin justificación alguna. Y es que ese combustible, palabra que proviene de combustión, y por lo tanto arde, ha pasado a ser tan importante en nuestra vida de relación que ha llegado a ser conocido como “oro negro”. A una sustancia aplicarle el título de “oro” es dignificarla de tal manera que hace que muy posiblemente sea considerada como si de tal preciado metal se tratara, cuando en realidad se trata de una sustancia orgánica obtenida por la putrefacción de otras y con claras connotaciones contaminantes. En otras palabras, se trata de un tesoro que se obtiene de la porquería, con unas características que lo hacen peligroso para el medio ambiente y para el hombre. En el medio ambiente los derrames petrolíferos originan devastaciones y contaminaciones de tierras y ríos en extensas zonas de la geografía, con difíciles y costosísimas rehabilitaciones. En la vida de relación de las personas vemos que es muy utilizado, no ya solo como decía antes, en la locomoción sino también en la industria y en el día a día de todos nosotros. Por ejemplo, es utilizado como limpiador desengrasante. Cuando llevamos el coche al taller nos ofrecen un buen petroleado del motor, y otra utilización, aberrante utilización, ha llegado a los domicilios de muchas gentes, demasiadas, donde es utilizado por el ama de casa como desengrasante y limpiador del suelo en lugar del jabón o la lejía. Personalmente he visto como al entrar en algunas casas, había un fuerte olor a petróleo y ante la pregunta estaba la respuesta: ”Todos los  días limpiamos el suelo con petróleo”. Gravísimo error por la peligrosidad que entraña respirar los vapores que desprende en el proceso de evaporación. Ese fuerte olor, para bastante gente, atrayente, equivale al esnifado de cualquier droga, pues los vapores desprendidos del petróleo y sus derivados son vapores orgánicos depresores del sistema nervioso central, realizando una acción, como digo similar a la de cualquier droga. Una forma de drogadicción muy extendida entre los jóvenes consiste en esnifar gasolina. Así pues, si impregnamos el suelo de nuestra sala con petróleo, las moléculas de ese hidrocarburo estarán invadiendo el aposento y contaminando el aire respirable del área. Esa contaminación se traducirá en nuestro organismo en un “colocón” posiblemente continuado, que irá debilitando paulatinamente nuestro sistema nervioso central. Exactamente igual ocurre con pintores que utilizan disolventes en la composición de la pintura y/o limpieza de los útiles. La forma de protegerse de esos vapores orgánicos es utilizándolos de forma que nos coloquemos a favor del viento en los espacios abiertos y en los cerrados utilizando filtros respirables que contengan carbón activo. Es importante saber que una mascarilla convencional sin carbón activo no nos protegerá en absoluto ante las moléculas de los vapores orgánicos, como son las de los hidrocarburos y sus derivados. La mascarilla convencional nos servirá para protegernos únicamente de las partículas: polvo, nieblas y humos, más no de las moléculas en suspensión. Pero el sumun, por ahora, de los despropósitos nos llega de Chumbivilcas (Cuzco) donde dos hermanos, Óscar de 17 años y Juan de 10, se inyectaron sendas dosis de petróleo en sus cuerpos. ¡Ni que fueran motores petroleros de inyección directa!. Y es que el bueno de Óscar, al igual que otros muchos jóvenes de su edad, había sido “seducido” por ese programa tan formativo, educativo y sugerente que se llama “Esto es Guerra” y donde al parecer uno de los “ejemplares” manifestó que su musculatura espectacular la había conseguido mediante inyecciónes de petróleo. Dicho, y hecho. Oscar se va a la tienda del pueblo, compra un sol de combustible y una jeringa y empiezan el experimento en su perro. Posteriormente se aplica sendas dosis de 10cc en cada pierna y brazos, en la creencia de que así aumentaría su musculatura para llegar a parecerse a su ídolo del programa televisivo. Inyecta también en la pierna de su hermano pequeño. Y……¡Oh,  desilusión!. Lo único que aumentan son los dolores y la paralización de los miembros de los muchachos que tienen que ser ingresados de urgencia. Aparece necrosis muscular con infecciones recurrentes. Los cirujanos tienen que hacer repetidas intervenciones quirúrgicas para ir eliminando los tejidos muertos de las zonas afectadas, sobre todo en el hermano mayor, el más afectado. A todo esto, pueden dar gracias a que las inyecciones fueron subcutáneas pues si hubieran sido endovenosas el desenlace hubiera sido inmediato y no lo hubieran podido contar. Mientras tanto su madre, Sebastiana Huallpa, al cuidado de otros siete hijos más, culpó directamente al programa de televisión  por lo ocurrido, pensando incluso en la denuncia penal. Al igual que la Sra. Huallpa, psicólogos, pedagogos y sociólogos coinciden en la peligrosidad de los programas basura en los que se exaltan antivalores que influyen negativamente en el desarrollo intelectual, cognitivo y afectivo de miles y miles de televidentes que están en período de formación. Al igual que la comida basura, caracterizada por la acumulación de grasas insalubres y propia de sociedades “desarrolladas” en las que el negocio y el dinero es lo principal, también existen los “programas basura” sucedáneos de programas que podrían ser de evasión pero que en realidad son de deformación. No es de recibo que programas como el aludido, en los que se hace una exaltación de la banalidad  como puede ser el cuerpo, la fuerza y la suerte, unido a un componente inequívocamente sexual arrasen en la programación. Si bien es muy posible que no haya nada judicialmente perseguible, si brilla por su ausencia una autocensura de los propios medios que prefieren el escándalo y la bazofia que les reporta pingûes beneficios, en vez de potenciar los programas de sana evasión y pasatiempo en cumplimentación del rol social que deben cumplir.
Moraleja: “Hay programas de tv más peligrosos que los hidrocarburos”
Así sea.

EL VIGÍA.

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