Pues
resulta que San Pedrito está molesto. El Niño también está malhumorado. Y el
Sr. Obispo al igual que ellos, no está para bromas y también está de que no. Me
explicaré.
Resulta
que San Pedrito, patrono de la ciudad y de los pescadores, por aquello de que
él también lo fue en su vida terrenal, o mejor dicho acuática, lleva ya una
larga temporada sin echar esa manita milagrosa de pescador de primera, tal y
como merecidamente está considerado por sus colegas. Hasta no hace mucho él era
el que surtía de abundante y variada pesca a los muchos botes lugareños que una
noche sí y otra también se hacían a la mar y retornaban al amanecer repletos de
la abundante bendición, cosa que últimamente ya no ocurre. Y estos al ver que
aparentemente San Pedrito se ha olvidado de ellos, pues la pesca no aparece por
ningún lado, no se les ha ocurrido otra cosa que ignorarlo. Pero la verdad no
es esa, no, simplemente es que al Niño, al dichoso Niño, no el de Nazareth sino
el de las corrientes, no se le ha ocurrido este año otra cosa que enfadarse. Ha
cogido un calentura de primera y según todas las previsiones de los expertos su
temperatura fuera de lo normal seguirá ascendiendo hasta límites insospechados.
Es tal el fiebrón que puede llegar a alcanzar, que los peces ya se han
apresurado a poner aletas en natación y se han dirigido raudos hacia el sur. O
sea, no es que San Pedrito se haya olvidado de sus pescadores, pues él sigue r
que r, que nadie toque a sus muchachos, sino que el dichoso Niño es el que
verdaderamente está tocando las narices con su impertinente actuación. El caso
es que ante la pasividad de los pescadores con su Santo Patrón, que no se han
ofrecido para honrarle como todos los años en su onomástica, paseándolo por
nuestra hermosa bahía, resulta que el
otro Simón, el Piorno, Obispo de la Diócesis, se ha cansado de esperar y ante
el ofrecimiento de la Marina de Guerra para ser ellos los paseantes de Simón-Pedro
en sus naves, ha accedido a tal solicitud y en un arrebato ha negado reiteradamente, como hizo Pedro en
su día, a los hombres del mar. Y lo ha hecho, aparentemente molesto, muy
molesto, en un tono de reproche hacia quienes son verdaderamente los
depositarios del gran Pescador. Y es que, como todos los años, los pescadores
lugareños esperan al último momento para ofrecer sus naves y orgullosamente
pasear a su Patrón. Y también para presumir, para potenciar su ego, de que han
sido ellos los que lo han paseado por la bahía y no otros.
Digan
lo que digan yo veo más a San Pedrito de piratilla anchovetero con el pañuelo a
la cabeza, el refajo en la cintura y los pantalones arremangados a la rodilla,
e incluso con parche pirata, que de
almirante de la Marina, al estilo Grau, con unos kilos de más y largas patillas
con rizados bigotes. Además, él está acostumbrado a navegar e incluso andar
sobre las aguas del mar de Galilea, cosa
de pescadores, pero no a navegar entre dos aguas como los de la Guerra, o por
aguas profundas como los submarinos. No puedo imaginar a San Pedrito navegando
por nuestro puerto en un submarino de nuestra flota o en un portaaviones. Ni yo
ni nadie puede imaginarse tal cosa. Y no es que los marinos de guerra
desmerezcan ni mucho menos, pues su gloria han sabido conseguir, sino que los
marineros artesanales son los auténticos, por afinidad profesional con el de
Galilea, depositarios de la tradición del lugar. Y cuánto más lobos marinos más
depositarios.
Y
es que el otro Simón, el Piorno, representante del Simón original, está muy
mosqueado, porque últimamente la actitud de los marineros y sobre todo los
armadores anda bastante lejos de la por él deseada. Nuestro Obispo, es muy
celoso en cuanto se refiere al culto que se merece nuestro Patrón, cosa bastante
lógica, por ser él como digo antes, su aquí representante, y en cuanto
vislumbra cierto enfriamiento no lo considera como un simple catarro sino como una
neumonía. No hay tal distanciamiento ni alejamiento sino que ante tanta penuria
piscícola algunos hombres del mar, cosa lógica, andan algo bajos de moral, en
la creencia de que su patrón les ha olvidado. Pero la verdad es otra. Es problema
del Niño, que está mostrándose traviesillo. Lo que necesitan esos hombres es
estímulo, ánimo y sobre todo mejorar su moral que anda bajo mínimos. Cierto es
que están mal acostumbrados durante
tantos y tantos años a la superabundancia, y encontrarse de pronto en la
penuria se les hace muy cuesta arriba, sobre todo a los armadores, que son los
que tradicionalmente ponen las naves. Si de los marineros dependiera, son
cientos y cientos los botes o chalupas que están en disposición de hacerse a la mar portando orgullosos a su Santo
Patrón, en la seguridad de que cruzarían de norte a sur y de este a oeste una y
mil veces la ensenada portando a su Colega, honrándole y reverenciándole como
solo ellos saben hacer. Solo que dado que es una sola vez al año se pretende se
haga con el máximo esplendor y seguridad.
Nuestro
Obispo decidirá de qué manera será portado el Patrón en la seguridad que su
elección, que sin duda puede ser múltiple, sin exclusiones de ningún tipo, será
la correcta. Esperemos no sea ni una cañonera, ni un acorazado, ni un
dragaminas, ni un crucero, ni un destructor, sino con una simple y sencilla
balandra, eso sí, desarmada sería suficiente. Y aunque no sea muy del gusto del
Apóstol, por ser marinero de otras preferencias, su exquisita prudencia le hará
guardar silencio, sonreír y balancearse al ritmo de las olas mientras es
aclamado por las multitudes. A no ser que San Pedrito, se harte de todos los
organizadores y decida andar solito por las aguas, que todo es posible, entre
la aclamación y vítores de sus devotos fieles.
Moraleja:
A río revuelto ganancia de pescadores.
Así
sea
EL
VIGÍA.
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