lunes, 29 de junio de 2015

ARTÍCULO: SAN PEDRITO, EL NIÑO Y EL SR. OBISPO.


Pues resulta que San Pedrito está molesto. El Niño también está malhumorado. Y el Sr. Obispo al igual que ellos, no está para bromas y también está de que no. Me explicaré.
Resulta que San Pedrito, patrono de la ciudad y de los pescadores, por aquello de que él también lo fue en su vida terrenal, o mejor dicho acuática, lleva ya una larga temporada sin echar esa manita milagrosa de pescador de primera, tal y como merecidamente está considerado por sus colegas. Hasta no hace mucho él era el que surtía de abundante y variada pesca a los muchos botes lugareños que una noche sí y otra también se hacían a la mar y retornaban al amanecer repletos de la abundante bendición, cosa que últimamente ya no ocurre. Y estos al ver que aparentemente San Pedrito se ha olvidado de ellos, pues la pesca no aparece por ningún lado, no se les ha ocurrido otra cosa que ignorarlo. Pero la verdad no es esa, no, simplemente es que al Niño, al dichoso Niño, no el de Nazareth sino el de las corrientes, no se le ha ocurrido este año otra cosa que enfadarse. Ha cogido un calentura de primera y según todas las previsiones de los expertos su temperatura fuera de lo normal seguirá ascendiendo hasta límites insospechados. Es tal el fiebrón que puede llegar a alcanzar, que los peces ya se han apresurado a poner aletas en natación y se han dirigido raudos hacia el sur. O sea, no es que San Pedrito se haya olvidado de sus pescadores, pues él sigue r que r, que nadie toque a sus muchachos, sino que el dichoso Niño es el que verdaderamente está tocando las narices con su impertinente actuación. El caso es que ante la pasividad de los pescadores con su Santo Patrón, que no se han ofrecido para honrarle como todos los años en su onomástica, paseándolo por nuestra hermosa bahía,  resulta que el otro Simón, el Piorno, Obispo de la Diócesis, se ha cansado de esperar y ante el ofrecimiento de la Marina de Guerra para ser ellos los paseantes de Simón-Pedro en sus naves, ha accedido a tal solicitud y en un arrebato  ha negado reiteradamente, como hizo Pedro en su día, a los hombres del mar. Y lo ha hecho, aparentemente molesto, muy molesto, en un tono de reproche hacia quienes son verdaderamente los depositarios del gran Pescador. Y es que, como todos los años, los pescadores lugareños esperan al último momento para ofrecer sus naves y orgullosamente pasear a su Patrón. Y también para presumir, para potenciar su ego, de que han sido ellos los que lo han paseado por la bahía y no otros.       
Digan lo que digan yo veo más a San Pedrito de piratilla anchovetero con el pañuelo a la cabeza, el refajo en la cintura y los pantalones arremangados a la rodilla, e incluso con parche pirata,  que de almirante de la Marina, al estilo Grau, con unos kilos de más y largas patillas con rizados bigotes. Además, él está acostumbrado a navegar e incluso andar sobre las aguas del mar de  Galilea, cosa de pescadores, pero no a navegar entre dos aguas como los de la Guerra, o por aguas profundas como los submarinos. No puedo imaginar a San Pedrito navegando por nuestro puerto en un submarino de nuestra flota o en un portaaviones. Ni yo ni nadie puede imaginarse tal cosa. Y no es que los marinos de guerra desmerezcan ni mucho menos, pues su gloria han sabido conseguir, sino que los marineros artesanales son los auténticos, por afinidad profesional con el de Galilea, depositarios de la tradición del lugar. Y cuánto más lobos marinos más depositarios.
Y es que el otro Simón, el Piorno, representante del Simón original, está muy mosqueado, porque últimamente la actitud de los marineros y sobre todo los armadores anda bastante lejos de la por él deseada. Nuestro Obispo, es muy celoso en cuanto se refiere al culto que se merece nuestro Patrón, cosa bastante lógica, por ser él como digo antes, su aquí representante, y en cuanto vislumbra cierto enfriamiento no lo considera como un simple catarro sino como una neumonía. No hay tal distanciamiento ni alejamiento sino que ante tanta penuria piscícola algunos hombres del mar, cosa lógica, andan algo bajos de moral, en la creencia de que su patrón les ha olvidado. Pero la verdad es otra. Es problema del Niño, que está mostrándose traviesillo. Lo que necesitan esos hombres es estímulo, ánimo y sobre todo mejorar su moral que anda bajo mínimos. Cierto es que  están mal acostumbrados durante tantos y tantos años a la superabundancia, y encontrarse de pronto en la penuria se les hace muy cuesta arriba, sobre todo a los armadores, que son los que tradicionalmente ponen las naves. Si de los marineros dependiera, son cientos y cientos los botes o chalupas que están en disposición de  hacerse a la mar portando orgullosos a su Santo Patrón, en la seguridad de que cruzarían de norte a sur y de este a oeste una y mil veces la ensenada portando a su Colega, honrándole y reverenciándole como solo ellos saben hacer. Solo que dado que es una sola vez al año se pretende se haga con el máximo esplendor y seguridad. 
Nuestro Obispo decidirá de qué manera será portado el Patrón en la seguridad que su elección, que sin duda puede ser múltiple, sin exclusiones de ningún tipo, será la correcta. Esperemos no sea ni una cañonera, ni un acorazado, ni un dragaminas, ni un crucero, ni un destructor, sino con una simple y sencilla balandra, eso sí, desarmada sería suficiente. Y aunque no sea muy del gusto del Apóstol, por ser marinero de otras preferencias, su exquisita prudencia le hará guardar silencio, sonreír y balancearse al ritmo de las olas mientras es aclamado por las multitudes. A no ser que San Pedrito, se harte de todos los organizadores y decida andar solito por las aguas, que todo es posible, entre la aclamación y vítores de sus devotos fieles.
Moraleja: A río revuelto ganancia de pescadores.
Así sea

EL VIGÍA.        

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